Bogotá — Luego del tradicional canto de entrada y la procesión, el sacerdote católico Luis Carlos Ayala se persigna y saluda a la comunidad. Pero el párroco no está en un templo en Colombia, sino sobre un escenario frente a cientos de personas en sus automóviles.
La cuarentena declarada desde marzo en el país sudamericano ha obligado a ajustar costumbres, tales como adoptar medidas sanitarias estrictas al salir y regresar al hogar, trabajar numerosas horas en casa, limpiar con cuidado los comestibles y modificar la manera habitual de comportarse, incluso en el ambiente íntimo.
Las ceremonias religiosas no son una excepción, y cientos de fieles católicos colombianos han ajustado sus rutinas para acudir a misa los domingos como si estuvieran en un cine para automóviles.
Luego de hacer reservaciones sin costo alguno, estacionan sus vehículos en un espacio acondicionado para ofrecer espectáculos en medio de la pandemia, en el municipio de Chía, a unos 10 kilómetros al norte de Bogotá, donde por tercera semana consecutiva tienen la oportunidad de asistir a la eucaristía dominical bajo condiciones diferentes, pero con el respeto y la solemnidad habitual.
Unas 40 personas están a cargo de la infraestructura con capacidad para unos 300 vehículos, con un promedio de cuatro ocupantes cada uno, dijo Carlos Arturo Ramos, de 43 años, propietario de una de las empresas que impulsaron la realización de las misas. Por supuesto que la experiencia es muy diferente, dijo el padre Ayala a The Associated Press.
“No es lo mismo como digo y como lo hemos sentido todos”, agregó. La vida humana es “una cultura del abrazo, de la cercanía, de la expresión física. Frente a esta pandemia, que es letal, estamos obligados a cuidarnos y cuidar a los demás. Esto nos obliga también al distanciamiento; al no realizar (la expresión física) se siente un vacío, como si nos faltará algo”. En Colombia sigue vigente la orden de permanecer en casa luego de casi cinco meses.
En algunas ciudades como Bogotá los pobladores pueden salir a realizar actividades no esenciales sólo los días pares o impares, dependiendo del último número de su documento de identidad.
Aunque la reapertura de las iglesias en este país sudamericano de mayoría católica parece cercana, el padre Ayala — con la ayuda de un grupo de cuatro empresas que prestan sus instalaciones pensadas para brindar entretenimiento en medio de la pandemia — lleva la palabra de Dios a cerca de mil personas, quienes desde mediados de agosto participan de manera entusiasta los domingos en las oraciones y los cantos. Incluso algunas encienden y apagan las luces de sus vehículos para mostrar que siguen paso a paso al sacerdote.
Al estar detrás de las cámaras, en un escenario rodeado de andamios, pantallas gigantes y luces, para Ayala no es fácil ver los vehículos y mucho menos alcanza a ver el rostro de las personas, por lo que debe hacer uso de su imaginación para entrar en “comunión” con los feligreses. “Toca hacer un ejercicio espiritual y de contemplación, para decirlo así, para ver al otro y dirigir el mensaje y llegar al corazón de la persona”, acotó el sacerdote.
Para Ayala uno de los momentos más felices durante la eucaristía ocurre cuando reparte la hostia porque le permite “estar cerca del otro, verle el rostro, ver la mirada, la alegría y la paz que experimentan”. La reapertura de los templos parece “un hecho ya”, agregó.
Las autoridades han dejado abierta esa posibilidad con la derogación del decreto de abril donde se ordenó el cierre de las iglesias, con la insistencia de que se respeten estrictamente los protocolos de seguridad. “Ya la responsabilidad es de cada persona y de las mismas entidades que están revisando sus eventos en cualquier ámbito religioso, social, cultural y familiar“, aseveró.
“Volveremos a las iglesias porque son espacios más de recogimiento”. Desde marzo se han registrado 599.884 casos de COVID-19 en Colombia, número que coloca al país en noveno sitio en el mundo, y 19.063 muertes, según el Centro de Ciencia e Ingeniería de Sistemas de la Universidad Johns Hopkins.