Nuestro país, al igual que gran parte del mundo, está sufriendo el impacto de una pandemia mundial, el COVID 19 o Coronavirus.
Las medidas que se han tomado como prevención para frenar la expansión del virus es el aislamiento con el llamado a “quédate en casa” y la declaración de toque de queda a partir de las 5:00 p.m. hasta las 6:00 a.m.
Este llamado presenta dificultades para los estratos pobres por las condiciones en que viven y que debe ser entendida sin prejuicios.
Muchas familias viven con puertas abiertas, su hogar se extiende hacia las calles y callejones. Las actividades domésticas (lavado de ropa, elaboración de alimentos en muchos casos, fregado, tendido de ropa y uso de letrinas) se realizan fuera de la casa, en áreas comunes entre las distintas viviendas. Esto ocurre con familias que residen en cuarterías con un solo cuarto con dos camas, una silla y un anafe, letrinas compartidas o individuales, así como también aquellas que habitan en callejones, parte atrás, al lado de cañadas.
Niños, niñas y adolescentes en estas familias no cuentan con juegos, ni espacio para recrearse por el nivel de hacinamiento existente en su interior, por eso juegan en la calle, en los callejones, y muchas veces en las cañadas.
Otra situación aún más grave es el caso de las personas, niños, niñas y adolescentes que viven en situación de calle. Duermen debajo de elevados, puentes, cuevas, parques, casas abandonadas, entre otros… Viven de lo que le da la gente en las calles, o son vendedores ambulantes, limpian zapatos, limpian vidrios, entre otros, muchas veces no cuentan con documentos (tanto población dominicana como inmigrantes de distintas nacionalidades)
Las restricciones de circulación como el toque de queda no deben afectar las dinámicas al interior de los callejones y cañadas porque estos son una extensión del hogar para las familias que viven allí.
Igualmente se debe desarrollar acciones de acogida a la población en situación de calle a las que se incorporen las empresas privadas, instituciones no gubernamentales, parroquias, iglesias de distintas denominaciones. De modo que se le pueda ofrecer alimentación y alojamiento provisional.
La comprensión de la realidad de vulnerabilidad social que vive gran parte de nuestra población debe servir para despertar la solidaridad y responsabilidad social en todas las personas que residimos en este territorio. Si bien para muchos estar en sus casas es seguro y favorece al fortalecimiento de las relaciones familiares porque tienen sus necesidades básicas resueltas, para muchas otras personas el confinamiento se convierte en un empeoramiento de sus condiciones de vida y la pauperización a un grado mayor.