Ya el mundo se desnudó confesando su invalidez frente a la pandemia del covid19; desde la cabeza de la Organización Mundial de la Salud (OMS) hasta los pies del más humilde gobernante de cualquier islita de cualquier océano, aceptan que el virus los tiene atrapados y los seguirá golpeando hasta que algún codicioso de la industria farmacéutica diga, sin que nadie lo haya escrutado seriamente, que produjo una vacuna y que la humanidad tiene garantía de sobrevivencia si se la inyecta, aunque, después de que las reacciones adversas hayan liquidado varios millones de personas, nadie lo lleve a un paredón para fusilarlo ejemplarmente junto a los jefes de gobiernos que predicaron la inexistencia o inocuidad del virus.
Ahora que el monstruo invisible tiene al mundo con las nariz y la boca tapadas, los opinantes del universo, con muy pocas excepciones, dicen que lo de ayer fue mentira y que lo de ahora no es verdad, repitiendo disparates y estupideces, mientras gente como yo, escépticos por adicción y sustrato genético, tenemos que tragarnos nuestras ideas con sentido común, porque nadie con sensatez suficiente valora la utilidad de nuestras propuestas o aportes, básicamente porque los damos de gratis.
Por eso decidí desgarrarme las vestiduras y publicar que tengo un plan bien definido para controlar el covid19 en nuestro país.
Si alguna autoridad de salud desea conocerlo y tal vez (casi seguro) ejecutarlo, tendrá que comprarlo muy caro, porque ahora tiene un elevado precio para el mejor postor.
Mientras tanto, los despistados que sigan contando muertos y haciendo pruebas “a lo loco” mientras otros usan la pandemia para multiplicar sus millones o tener salarios asegurados.