Creación
“El eterno retorno”, 50 años de una pintura fascinante

<STRONG>Creación<BR></STRONG>“El eterno retorno”, 50 años de una pintura fascinante

Después de recorrer la exposición de Fernando Peña Defilló, siguiendo el esquema museográfico y las etapas de un itinerario pictórico, una segunda mirada debería dirigirse a cada cuadro, valorando las cualidades plásticas y un mensaje omnipresente, en la abstracción y la figuración.

Una tercera aproximación al artista, sus convicciones, su personalidad en la creación se nos ofrece, con un video excelente, filmado en la casa de Jarabacoa, que revela una palabra y un pensamiento de fluidez edificante… ¡pero no olvidemos que ese gran pintor es igualmente un gran crítico de arte, que, durante años, ha seguido el rumbo de la plástica dominicana y orientado a los públicos! Hoy por hoy, aun en el Centro León, probablemente una minoría de visitantes dedique el tiempo y la atención necesarios a esta información audiovisual que, sin embargo, transmite las motivaciones, las inquietudes, los conocimientos, aclarando la participación espiritual y existencial, explicando la evolución de la obra.

 Sin definirse como una retrospectiva, la exposición presenta pinturas fundamentales para la profesión de fe de Fernando Peña Defilló y lo inmenso que significa en el arte dominicano. Así, la obra maestra de la “Naturaleza abstracta”, con sus “amasijos” de pasta roja y negra, puede verse como una alegoría de la dictadura, informe, informal e infame. La consideramos una pieza única.

Con un testimonio distinto –siempre lo hay– donde se lee también la tensión creadora,  el período de los 60 trata los ritmos, el círculo y la interacción con lo rectilíneo, en una geometría cada vez más sensible que anuncia la venida por muchos años, de un lenguaje recreando el mundo caribeño, sus credos, su gente, su geografía: cabría afirmar que la universalidad pictórica  se cristaliza entonces en la realidad dominicana. Ahora bien, recordaremos que  lo que le decía Peña Defilló a Thimo Pimentel, en los albores de su compromiso figurativo: “… El arte abstracto ha tenido siempre manifestaciones dentro de lo cotidiano en la vida del hombre, aunque éste no lo haya realizado”. No existió ni hoy existe –lo observamos singularmente en los cuadros más recientes– la dicotomía en la obra de Peña Defilló, pese a que, a veces, se ha querido enfatizar  entre abstracción y figuración.

Los recursos admirables de una técnica y una academia totalizantes, la (re)conversión del espíritu en la materia –y viceversa–, la imagen de nuestra realidad que llega a la imaginería sacra, explican la excepcional riqueza iconográfica que esta exposición sabe proyectar sin reiteraciones. Las limitaciones despiadadas del espacio sólo nos permitirán citar dos obras, realizadas a diez años de distancia: “La serranía” y “El triunfo de la luz”. La primera, dominicana y rural por excelencia, poema a los valores tradicionales y la familia, oda a la pureza virginal, podría evocar un contexto criollo de la Anunciación… La segunda, hipnótica, religiosa y hagiográfica, metaforiza los peligros terrenales y la amenaza de la caída.  La recreación de la naturaleza tropical, que borra la escisión abstracto/figurativo, prácticamente concluye el retorno, y la emoción del espectador alcanza su clímax.

Una sentencia de Sade (¡!) expresa increíblemente lo que sentimos: “Hubiesen dicho que la naturaleza, aburrida por sus obras y labores, estuviese dispuesta a confundir todos los elementos para constreñirlos a formas nuevas”.  

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Escribió Darío Suro:

“En el caso de Peña Defilló, lo realista, lo directo habla por sí solo, y lo dominicano temáticamente considerado es visible. En pocas palabras, Peña Defilló pasa de lo universal a lo dominicano…” 

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