Creación
“Huellas por la mar”, una exposición irrepetible  

<STRONG>Creación<BR></STRONG>“Huellas por la mar”, una exposición irrepetible  

Muy pocas veces se tiene la oportunidad de disfrutar una exposición de esta magnitud y significación, que profesionales y simples enamorados del arte, estudiantes  y escolares, todos, todos, deberían ver para apreciar mejor un período de la vida artística dominicana.

“Huellas por la mar” –subtitulada inteligentemente– “Deslumbramiento-Alumbramiento”. Y, cuando hoy universalmente se suele tratar a tantos inmigrantes como indeseables, devolverse hacia el pasado y encontrar a una inmigración fructífera –que ha contribuido muy positivamente al desarrollo nacional, particularmente en el campo cultural–, regocija y deleita…  más aún cuando estos huéspedes eran artistas, y  se nos presenta a sus creaciones.

De esta magna exposición colectiva, el espacio solamente nos permitirá escribir una breve introducción… En primer lugar, hemos de felicitar al Archivo General de la Nación y a la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, instituciones que motivaron y produjeron el evento. Luego, un vivo reconocimiento se impone a la labor curatorial  múltiple de Myrna Guerrero y Danilo de los Santos, desde sus investigaciones hasta sus gestiones ante los coleccionistas.

No podemos citar cada colaboración, pero un equipo corto y competente logró hacer maravillas.

La exposición.  Cabe señalar que la muestra integra simultáneamente a los artistas inmigrantes españoles –conmemorando los 70 años transcurridos desde la llegada de esos refugiados de élite–, sus aportes en la creación y la enseñanza a través de discípulos aprovechados (segunda parte dentro de la colectiva), y lo que sería una especie de puente con los que llegaron niños y recibieron clases de los primeros, exiliados adultos, fundadores y profesores de la Escuela Nacional de Bellas Artes.

La curaduría ha organizado el conjunto en siete segmentos, que orientan y facilitan la lectura tanto de las obras plásticas como de publicaciones y documentos:  Hábitat (y paisaje), Afro-dominicanidad (temática racial y legado), Cuerpo (e interpretación de la anatomía), Retrato (semblanza y semejanza), Ritmo (vitalidad de lo formal), Ensueño (aproximación a lo imaginario y surrealista), y Poesía sorprendida (eslabonamiento entre creadores visuales y literarios).“Huella por la mar” nos recuerda que la conmoción en las artes plásticas –sucediendo en todo el mundo por los años 40– se produjo en Santo Domingo a raíz de la llegada de intelectuales y artistas españoles republicanos (por la definición del homenaje aniversario  no están los exiliados germanos), huyendo del franquismo, a quienes el dictator Trujillo ofreció asilo, queriendo rescatar así una imagen internacional  envilecida por la masacre de haitianos. Ellos, aunque de talento y reputación disímiles, poseían alta formación académica e información al día. Hicieron avanzar el arte dominicano a la vez que recíprocamente avanzó su creatividad por el choque cultural. Co-fundaron la Escuela Nacional de Bellas Artes y enseñaron a quienes serían luego artistas magistrales: obviamente aquella generación emergente supo aprovechar las lecciones y desarrollar su propia personalidad. La exposición lo (de)muestra con cuadros y esculturas, muy bien escogidos y museografiados.

Obras y artistas sobresalientes.  Cada autor y decenas de obras ameritarían ser comentadas. Nos tendremos que limitar a algunos ejemplos y menciones…. demasiado pocos.

Indudablemente, Antonio Prats-Ventós, muy bien representado, ocupa, real y simbólicamente, el centro del salón con una talla vigorosa, obra maestra de la figuración escultórica, labrada desde una sola pieza de madera. La escultura del profesor Manolo Pascual transmite caudal metamórfico, imaginación y hallazgo inagotable. Los paisajes de Josep Gausachs, seducido por la naturaleza tropical, virtuoso del dibujo, la técnica pictórica y el color, comunican su sabiduría y emoción, mientras José Vela Zanetti, cuyos dos espléndidos murales flanquean el acceso a la cúpula, asombra por su fuerza  y su dominio de la anatomía.

En cuanto a los discípulos dominicanos, a quienes solamente podemos mencionar, ocupan un lugar privilegiado aquellos “nuevos”, Paul Giudicelli, Eligio Pichardo y Gilberto Hernández Ortega, ya inconfundibles en sus respectivas personalidades.

Las primeras egresadas famosas de Bellas Artes, Ada Balcácer, Marianela Jiménez, Nidia Serra y Clara Ledesma, proyectan la decidida, militante y efervescente pintura femenina. Y, a modo de requiem por la escultura dominicana de hoy, cerramos  esta breve enumeración con emoción, después de mirar obras –dibujos, pinturas y/o tallas– de cuatro muy grandes escultores: Luigi Martínez Richiez, Antonio Toribio, Gaspar Mario Cruz y el precoz Domingo Liz.

No dejaremos de citar las palabras concluyentes de Myrna Guerrero: “Con todos ellos, maestros y estudiantes, se amalgamó el arte moderno dominicano, sembrando huellas por la mar…”

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