Creación Alinka
Una  galería con vocación educativa

<STRONG>Creación Alinka</STRONG><BR>Una  galería con vocación educativa

MARIANNE DE TOLENTINO
Aparentemente la ciudad de Santo Domingo cuenta con muchas galerías de arte. De hecho, la mayoría son simplemente locales comerciales, donde se cuelgan y se venden cuadros, de mediocres a malos.

Las verdaderas galerías de arte tienen una misión polifacética: descubrir talentos, organizar exposiciones, constituir colecciones, estimular y promover a artistas -nacionales primero, luego extranjeros-, haciendo con sus actividades una contribución fehaciente al avance y la difusión del arte moderno y contemporáneo.

Si aceptamos esta definición, no pasan de diez las galerías de arte dignas de ese nombre, lo que es poco para una capital de más de 3,000,000 de habitantes. Evidentemente, no incluimos en este grupo a los centros de arte polivalentes, a las salas adscritas a un museo o a una institución cultural, tampoco a los museos públicos y privados.

Por tanto necesitamos más galerías de arte auténticas. Manejadas por conocedores del arte y del mercado, esas aspiran simultáneamente a su propio beneficio y al fortalecimiento del arte dominicano, desarrollan la cultura artística y los intercambios, piensan en la condición del artista, además suelen tener sus especialidades.

La galería de arte Alinka ha empezado con los mejores augurios, organizando exposiciones bien preparadas, sumando y alternando artistas del país y del exterior. Actualmente, gerencia un curso, acerca del valor de la obra de arte en un sentido amplio. Varios críticos e historiadores del arte analizan temas de su competencia, a modo de lecciones ilustradas por la proyección de obras. La iniciativa ha resultado amena y prometedora: otro curso se impartirá en los próximos meses. No cabe duda de que esa enseñanza, informal y dialogada, surte los mejores efectos, y si de arte contemporáneo se trata, es una manera excelente de abordar una materia difícil de comprender… y aún de definir.

Exposición mixta

Pintura, dibujo, escultura, objeto, alternan en esta gran muestra colectiva «simétrica», de siete artistas cubanos y siete dominicanos. Se titula «Contacto», una calificación artística que pone de manifiesto el hecho de que «los artistas se relacionen visualmente con el público, desde lo más próximo a la honradez creativa, estética y conceptual», según expresa Abil Peralta, el curador y crítico de arte, que  también destaca la importancia de «reasumir los valores de la identidad, exponiendo emociones, imaginación, fantasías y pasiones creativas».

La Representación Cubana

  son: Enrique Ángulo, Orcar Carballo, Michael Cuervo, Vicente Dopico, Lázaro Domínguez, Carlos Parra y Francisco Sánchez. Ellos reflejan esa excelencia de la isla vecina, en cuanto a la formación académica y al manejo de las técnicas clásicas. Dueños de esos medios, pintores y escultores los siguen utilizando, cuando se emancipan hacia el arte contemporáneo y crean sus propias imágenes. Francisco Sánchez interpreta el perro con maestría, llevando el realismo a una expresión sicológica y social, manejando hábilmente contraste y connotación, jugando con las proporciones de los elementos -el barco incluido-. Por cierto, en el dibujo y la pintura antillanos, el perro, símbolo y alegoría, ha adquirido una frecuencia impresionante.

Carlos Parra compone «17 versos para un poema» en bronce, «escritura» impecable, pequeños relieves abstractos, a la vez políptico y colección, que invitan a ver algo más de su obra. En escultura siempre, Enrique Ángulo, cuyas figurillas causaron impacto hace varios años, sigue transfiriendo su dominio clásico a la fragmentación anatómica, a una alianza inesperada entre el yeso y la madera. Objeto, ready-made y reconstrucción real-imaginaria, el fusil y «silenciador» de Michael Cuervo, introduce un humor rechinante, el artista extendiendo el sujeto a una versión pictórica del artefacto, ¡con cuchillos!.

En la obra de Lázaro Dominguez, el dibujo impactante, que instrumenta la fuerza plástica, es indisociable de la pintura. El artista juega «en el parque» con los retos formales a la vez que multiplica las superposiciones, transparencias y efectos matéricos.

En cuanto a los grandes y enigmáticos perfiles de Vicente Dopico Lerner, de mirada interior, poseen una intensa vitalidad: en una estrategia pictórica, el hormigueo de signos secundarios procrea ritmos y dinamismo. Finalmente Oscar Carvallos, con estructuras sencillas, destaca la nitidez de su oficio, líneas bien balanceadas y calidad del color.

 Los artistas dominicanos

Siete artistas dominicanos  -Elvis Avilés, Claudio Espejo, Pascal Meccariello, Hilario Olivo, Raúl Recio, Genaro Reyes (Cayuco), Gina Rodríguez- equilibran la colectiva con el aporte nacional.

Esta es desigual, en el sentido de que algunos expositores participan con obras que no revelan nada nuevo. Nos interesó particularmente el paisajismo acuarelado de Pascal Meccariello, que retorna a un lenguaje, tradicional en los medios, pero preserva la expresión contemporánea.

Óptimas   combinaciones de líneas, de supersposiciones, de repartición espacial hacen esos «picto-dibujos» muy atractivos,  entre caos y llamativa geometría urbanos.

Claudio Espejo, ejecutivo de Alinka, con una trayectoria internacional de París a Moscú, se entrega a la experimentación, y en base a ensamblaje y agregado de materiales, a pinceladas gestuales aún, comunica vitalidad y energía a sus temas: ciudad o silueta femenina.

Gina Rodríguez, siempre plural en sus categorías plásticas, se muestra más organizada, cuidadosa y racional.

Nos encantó  su construcción cuadrada, donde los elementos verticales -marcados de signos expresionistas-, pueden pivotear a la guisa del espectadorcon ese cambio total.

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