Creación
En la Quinta Dominica, entre artistas y artesanos

Creación <BR><STRONG>En la Quinta Dominica, entre artistas y artesanos</STRONG>

MARIANNE DE TOLENTINO
La Quinta Dominica es uno de los más hermosos locales de la Zona Colonial, con un éxito ascendente para la celebración de manifestaciones de arte y cultura. Sólo se anhela que la calidad de las mismas corresponda al nivel de la casa anfitriona para que adquiera mayor prestigio y lo conserve.

Así ha recibido una excelente acogida la exposición de arte y artesanía, que co-organizó allí La Galería, con motivo de la Semana Mayor. Angelina Gracia, con el tacto y el refinamiento que tanto apreciamos en su personalidad, unió al arte popular –que es la auténtica artesanía– el arte magistral, a través de varios retablos de Antonio Guadalupe. Y el resultado, que establece una óptima correspondencia entre las piezas expuestas, causa una muy buena impresión desde que entramos.

Los Retablos de Antonio Guadalupe

El expresionismo de la figuración pictórica favorece esa alianza entre las dos categorías de obras, sin que descartemos, en los cuadros, la forma rústica, la técnica mixta y la madera policromada de las estructuras. El tema de la Crucifixión ha inspirado a Antonio Guadalupe. Los Retablos forman parte de una colección de arte sacro, rebosante de humor y lirismo, que el artista había realizado en el umbral de este milenio, y que consideramos una de las cimas de su producción pictórica.

Mantenemos igual juicio positivo, cuando no el entusiasmo, hoy en día. Hablaron, respecto a Wifredo Lam, de fervor sin fiebre. Esa misma impresión afirmamos que la propiciaba Antonio Guadalupe, en sus telas, sus ámplios formatos, sus miniaturas, sus collages, sus ensamblajes, sus dibujos, de vocación religiosa. El léxico transmite y trasmuta a Cristo, la Pasión, la Crucifixión, sublimando una reflexión plástica, extensa, profunda y sosegada.

Los retablos ejercen su seducción, escenificando a un Cristo esquemático, su ternura comunicativa, la devoción sencilla que transmite. Impresionan, aunando la geometría del arte moderno, la libertad del arte contemporáneo y  simultáneamente la estética misticista del Medioevo. Difícil es “no sucumbir a la tentación” de tocarlos, de abrir y cerrar sus puertas laterales.

Antonio Guadalupe preserva la figura de Cristo, como protagonista único. En cada obra, los demás motivos, aunque a menudo decorativos, hacen resaltar su hegemonía formal y simbólica. La generalidad de las pinturas se destaca por una homogeneidad cualitativa, cuales sean las dimensiones, los medios y materiales empleados, no importa predomine el dibujo o la interacción del color.

¡Cuánto se aspiraría a que estos retablos realcen estéticamente recintos eclesiales dominicanos, y también qué relaciones estilísticas interesantes ofrecerían con construcciones modernas!

Los Santos de Bonao

Llegando a la segunda parte de la exposición –frecuentemente tratada como la primera–, externaríamos una observación similar. En vez de  estatuillas banales, de copias del clásico y objetos de serie, “los santos de palo”, que exhalan una fe robusta y sincera, serían los bienvenidos en iglesias y capillas., invitando a los fieles esa imaginería primordial, para la meditación y  la plegaria.

Es evidente que el santo de palo, cuyo florecimiento, en Santo Domingo y en Puerto Rico, se sitúa en los siglos XIX y XX –hasta el 1950–, continua siendo portador de devoción. Sin embargo, ha cambiado su uso, al compás del desarrollo: en el pasado, a falta de iglesias rurales, los creyentes, individualmente y en comunidades, utilizaban a esas representaciones escultóricas para elevar sus oraciones, y no faltaban en los altares domésticos, hasta de las casas humildes..

Hoy, esa práctica no ha desaparecido y los talladores de figuras religiosas siguen siendo personas piadosas e inspiradas, pero la confección de santos de madera se percibe más como objeto de investigación y un atractivo de arte y oficio con destino comercial. Practicamente en la República Dominicana, esa rama del arte popular se había desvanecido con la muerte de los últimos “santeros”. La especialidad ha visto su renacimiento con la “Escuela de Bonao”, que amerita ser estimulada,

Nos permitirán un pequeño paréntesis, para dedicar una vez más un reconocimiento a la Plaza de la Cultura de Bonao, su Escuela de Bellas Artes y su creador/mentor Cándido Bidó. El Maestro de Bonao, según lo hubieran llamado en tiempos antiguos, siempre estuvo involucrado en la enseñanza de las artes, así como en la formación y el trabajo de los artesanos. Aquí la mayoría de los expositores están vinculados al centro docente, y en más de uno encontramos una impronta bidosiana. Luego, la preocupación del taller y del aprendizaje impera: en una mesa, las herramientas y tallas a medio hacer reposan entre virutas y aserrín,

Hay pues un grupo de jóvenes santeros de Bonao –Aníbal Vásquez Páez, Benito Cuevas, Martín López, Mauricio Brito, Orlando Morillo– asesorados por Virgilio Méndez, de larga experiencia, escultor académico y profesor universitario. Los seis exponen varias piezas en la Quinta Dominica, y adrede la museografía alterna las obras de unos y de otros, sin un orden preestablecido, para comunicar mejor la sensación de una colectividad artística, ¿pronto una colonia de artistas?

La figura de bulto o en altorrelieve –sea del Cristo, la Virgen María o un santo– se concibe y realiza casi siempre de pie, sin separar los brazos del cuerpo, con un eje vertical recto o levemente inclinado. La sensación de dinamismo se deja en un segundo plano –salvo una notable y sabia escultura de grupo–, cuando la obra no es totalmente estática. Los personajes pueden cargar objetos o criaturas, que aluden a su identidad, y con la excepción del Cristo en la cruz, un largo ropaje cubre cuerpos y miembros. En cuanto a sus rostros, ellos son portadores de gran dignidad, con rasgos a la vez sencillos y realistas de poca expresividad. En algunas piezas, detalles ornamentales agregan una nota decorativa al labrado esencial. 

El escultor conserva la forma natural y casi siempre talla en la masa del tronco. Puede dejar el color de la madera, pulida o discretamente entintada, pero, a menudo se entusiasma por el color y policroma la pieza. Esa policromía no debe excederse y relegar el relieve escultórico… Ahora bien, no creemos que la mirada crítica tiene que ejercerse como para una obra ordinaria. Es un momento de renacer, frágil y delicado: pide apoyo, incentivo y oportunidades de trabajo.

Esta bella exposición de arte sacro dominicano, pintura magistral y tallas populares felizmente está siendo muy visitada. Ahora bien merecería itinerar por el país, y ¿por qué no?  las iglesias serían óptimos lugares para ese propósito, volviendo a la vida intensa y plural de las catedrales del Medioevo.

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