Creación
La nueva serie pictórica de Michel Bizet es sincronía de colores

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Cuando cruzamos el umbral de la Quinta Dominica, nos recibió una grata sorpresa.  En las dos salas de exposiciones y en el muro del jardín, se sucedían pinturas que conjugaban la variedad y la coherencia, la fogosidad y la paz.  Michel Bizet había anunciado una pequeña muestra, que correspondía a una investigación en proceso. El resultado enseña un conjunto, ya bien definido y acabado.

La exposición. La primera obra que acoge el visitante es un políptico verdeante que, en cuatro paneles, progresivamente desdibuja, disipa, difumina el famoso puente de Claude Monet en el jardín de Giverny y su entorno vegetal, hasta convertirlos en un espacio de ritmos y centelleos.

De toda evidencia, Michel Bizet considera esta secuencia como el punto de partida de su nueva búsqueda que sigue involucrando  la tierra y la naturaleza, pero esencialmente persigue objetivos formales y técnicos. Muy difícil y audaz resulta apropiarse de un cuadro tan célebre e irlo transformando, con el mayor respeto, hacia una expresión propia. Ir eliminando y atenuando un arquetipo emblemático figurativo  y que esa evolución culmine en una abstracción, a la vez informal y sugerente, se encauza si solamente hay inspiración, idea clara y mucho trabajo.  El artista francés lo ha logrado.

Probablemente él continúe investigando, a partir de una paleta densa e intensa, extensiones casi monocromáticas, o combinando acordes de dos y tres colores. La pintura despide una energía luminosa, la materia se alía con el gesto, acentos y ritmos se pluralizan. Asociamos el cuadro con una verdadera partitura que multiplicaría las consonancias en movimientos integrados.  Pensamos en otro políptico, especialmente hermoso que –como los demás cuadros–, no tiene título y puede prescindir de él: el azul se tonaliza, se matiza, desde una oscuridad nocturnal hasta las sigilosas claridades del alba, e interviene una línea misteriosa que volvemos a encontrar en distintos lienzos. El  colorido modula sensibilidad y rigor.

En el muro al aire libre –que todavía lleva las huellas del tejido de Myrna Guerrero–, se explaya una sucesión de diez paneles, cargados de dramatismo, cuya calidez cromática festeja la luz,  pero las llamaradas no evocan el peligro… Pocas veces se comprueba un dominio semejante del políptico, el cual nos parece un aporte notable en la aprehensión del espacio por el artista.

Impresionismo abstracto. Michel Bizet quiere profundizar su estudio del impresionismo abstracto, concepto y práctica que se encontraban en gestación en su etapa anterior de la Tierra.

Entonces su pintura se volcaba esencialmente hacia el contenido ecológico. Ahora ese adepto del número de oro y la armonía infinita, admirador incondicional de William Turner y de Claude Monet –citados por Sylvain Maufrais en la presentación del catálogo– no descansa inquiriendo respuestas a sus inquietudes, si no obsesiones…

Mientras tanto, pinta cada vez mejor y con más dominio del oficio, como lo demuestra esta exposición. Ciertamente él ha asimilado la dinámica, el entusiasmo, la subjetividad de los impresionistas, y ha captado, en un estilo personal, su manera de pintar,  la que finalmente fue tan o más importante que su manera de ver.

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