CREACIÓN
Un artista fuera de lo común, polifacético, entusiasta y en constante evolución

<STRONG>CREACIÓN<BR></STRONG>Un artista fuera de lo común, polifacético, entusiasta y en constante evolución

En la carrera de un crítico hay artistas que surgen dejando una impresión profunda, luego desaparecen y afortunadamente se reencuentran más tarde… Eso fue lo que nos ocurrió personalmente en el caso de Ricardo Toribio. Inolvidables fueron su primera exposición individual y su premio en el Concurso de Arte E. León Jimenes. Luego casi lo perdimos de vista. El hecho de que él expusiera en la galería de la Alianza Francesa de Santo Domingo nos llenó de alegría. Volvimos a descubrir a un artista de talento precoz, que ha madurado con los años y emprendido un rumbo, abierto a múltiples posibilidades… del mismo modo que su obra se abre a múltiples lecturas. Hay pues un Ricardo Toribio y varios… según la percepción del espectador y también la inspiración del momento.

Por cierto, la inspiración nunca le hace falta, en aquel terruño montañoso de San José de las Matas que nutren su realidad y sus sueños, ambos presentes en los cuadros. Es el Ricardo Toribio “único” a quien acabamos de evocar. Un pintor autobiográfico, en el sentido de que su creación refleja la vida y su vida, rodeada de familia, de gente, de naturaleza. Todo está íntimamente ligado, compenetrado, armonizado, con infinitas perspectivas y horizontes: aquí vibra su entorno, y el artista, hedonista, comunicativo, generoso, nos invita a participar y quiere que  disfrutemos su tierra, junto a él, a través de una pintura singular. 

La exposición  Sucede un fenómeno interesante.  Si nos detenemos mirando las obras, o si damos más de una vuelta a ese mundo bucólico que nos rodea literalmente  -sensación fortalecida por la forma de los espacios de exposición-, las interpretaciones se pluralizan. Un paisajista apasionado se adueña de los follajes, con una pincelada sustanciosa y emergente, con una paleta riquísima en tonalidades, con un cromatismo cálido y solar. El color, la forma, la materia –hay también collage de madera– se asocian óptimamente, y una atmósfera luminosa envuelve una vegetación tan exuberante como poética.

No obstante, más allá de lo real observable, la  flora “crece” con una intensidad visionaria, sugiriendo la representación de un paraíso reencontrado, de un nuevo jardín de Edén. Luego, en muchos escenarios, curiosos botes, bogando o volando, casitas se metaforizan en arcas de Noé; varios elementos se relacionan con un ambiente bíblico y el génesis; el enfoque, otrora cotidiano, se sublimiza espontánamente, acorde con la mística del artista y una fe muy personal.

Espiritualidad y sensualidad coinciden en lo imaginario, mágico y maravilloso que se apodera de la visión pictórica. Asistimos a una simbiosis entre los reinos y los elementos: aire, tierra, agua. La isla –signo y símbolo del Caribe–  impone su omnipresencia, pero no “aisla” como lo expresaba jocosamente el pintor Fernando Varela.

 La isla es fundamental para Ricardo Toribio, condicionando la geografía antillana, pero también surrealizada hasta la mutación del hábitat,  en una multiplicación de casas e islitas que vuelan felices cual dirigibles mágicos, ¡llevándose olas del mar!  Entonces nos hallamos en las imágenes de los cuentos infantiles, de los libros destinados a  los niños y su encantamiento, que es la base de historias e ilustraciones.

Zoom

Un artista polivalente

Ricardo Toribio no solamente pinta efusivamente, sino escribe, canta y compone. Lo hace en familia, y sus hijos participan, recitando y cantando. No cabe duda de que, para este creador original y entusiasta, la familia, y el arte en sus más diversas expresiones, orientan y definen la vida.

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