La pobreza está en mis calles, el sol y la luna son testigos. No es saludable soslayar la realidad, si la soslayamos nos hará más daño; debemos enfrentarla, no con rabia, más bien con serenidad, respeto y temor; digo respeto, porque la pobreza se ha convertido en un modelo a seguir, algo común, algo nuestro, coexiste con la mayoría de los dominicanos.
La pobreza es una realidad que domina en nuestro país, domina en la mayoría de los dominicanos, hasta el punto que creemos que es normal y que es la voluntad de Dios; por tal razón, debe ser tratada con seriedad, entendiendo que ha estado incrustada durante muchos años en el hipocampo social que domina a cada ciudadano. Debemos trabajar sigilosamente e intencionalmente para reducir la pobreza. La gran desgracia de nuestro comportamiento como dominicano, es que queremos transformar de la noche a la mañana a una nación pobre e indisciplinada,
; digo desgracia porque el inmediatismo, los cambios de gobiernos sin planificación y sin un programa a largo plazo, lo que ha producido en el pueblo dominicano es más pobreza y falta de esperanza.
Reducir la pobreza equivale a pensar diferente, debemos soñar utópicamente, debemos entender que necesitamos un liderazgo transformacional, íntegro y con pasión, entonces así movernos fuera de la cotidianidad, fuera de lo normal, rompiendo los paradigmas que por decenas de años nos tienen atado. Moverse implica utopías, a esta sociedad le hace falta utopías, y debemos entender que las utopías se convierten en realidad. La eliminación de la esclavitud en Europa parecía algo imposible, era una fuente económica, era parte de lo cotidiano, lo normal, lo aceptado; sin embargo un día se levantaron hombres que rompieron el diafragma de la conformidad y de la injusticia, hoy ellos gozan de otra realidad.
Para salir de la pobreza institucionalizada, para establecer orden, equidad, para convertirnos en una nación con más oportunidades y más estabilidad, se requiere a un grupo de ciudadanos, y no muy grande, que identifique a un líder con visión de Estado, que se salga de la cotidianidad, un líder que no crea como se ha creído hasta el día de hoy, un líder comprometido cien por ciento con el pueblo, un líder dispuesto a perder muchos amigos, si es que son amigos. Un líder sano entiende que los cambios sociales descansan en las manos del liderazgo, el liderazgo es la clave para sacar el país de la maldición social.
La pobreza, la injusticia y el desorden, no serán reducida al azar, no es suficiente quejarse, no es suficiente decir que un dia el bien va ha triunfar sobre el mal, ¡no!, debemos hacer que el bien triunfe sobre el mal. Debemos ejercitar un plan de acción, seguir una meta, y cada paso debe ser encarnado en un liderazgo que abrace el sentir de una sociedad comprometida y decidida.
Debemos estar claro que el cuadro social no se debe cambiar a las fuerzas, pero si podemos cambiarlo con un liderazgo fuerte. Si lo hacemos con la fuerza, la misma presión ejercida para cambiar el panorama será la mano derecha de la pobreza. No debemos enfocarnos en cambiar el cuadro social, lo que debemos cambiar es el ser social, si cambiamos el ser o mente social, ya hemos construido el enemigo número uno de la pobreza, un sentir de potestad ciudadana, una masa crítica; entonces, la pobreza que nos arropa no tendrá lugar donde dormir, ni palacios donde asilarse.
La pobreza tiene un contexto que se llama el ser humano, este es el hombre, eres tú, soy yo; la pobreza no nace por la ausencia de los recursos naturales, nace en el hombre mediocre, incompleto y malvado. Necesitamos crear un nuevo liderazgo.