Creatividad inagotable, incesante por más de medio siglo

Creatividad inagotable, incesante por más de medio siglo

El potencial de su mente es infinito. Inagotable como la fuerza interior que a Marcio Veloz Maggiolo mantiene en indetenible creatividad, lo impulsa hacia una producción literaria y científica magistral, vasta y profunda como el océano al que estuvieron ligados sus ancestros allá en Rafaldo, región cercana a Génova, a donde el laureado escritor acudió rastreando sus orígenes.

Su magia creativa no se detiene desde que en 1957 publicara su primer libro, el poemario “El sol y las cosas”. Cincuenta y siete años después, posicionado como figura cimera de la intelectualidad dominicana, prosigue su quehacer literario con intensidad. Lee, escribe, investiga, está inmerso en la gestación de una nueva y prometedora novela.

“He seguido trabajando en mi ámbito, con intereses muy visibles, pero nunca con la idea de hacerme novelista famoso, sino de decir lo que creo y lo que pienso, y crear un arte que me complace, básicamente”.

Nunca lo pensé. ¿Cómo se siente ante una obra completa, con maestría en varios géneros literarios, novela, cuento, ensayo, teatro, además de un aporte científico extraordinario?

__Nunca pensé en hacer lo que he hecho, incluso ésta es una realidad que yo mismo me pregunto muchas veces, porque tengo algunas creencias, yo creo que el hombre tiene una fuerza superior adentro, que el hombre también es parte de una divinidad, una divinidad fragmentaria porque tenemos dentro el espíritu de la naturaleza misma, que al fin y al cabo es la totalidad.

__Entonces uno comienza a pensar por qué la vida te ha llevado a hacer cosas que no estaban previstas. Yo quería ser poeta, pero cuando era niño quería ser bombero, porque son cosas que van caminando con los años. La infancia tiene sus proyectos, la juventud tiene los suyos, la vejez tiene lo que uno ha logrado.

Sus logros trascienden, una magna obra que entre innumerables galardones y reconocimientos, le mereció el Premio Nacional de Literatura 1996.

Veloz Maggiolo, pensador abierto, ecléctico, analítico, cumplió el pasado 13 de agosto 78 años. “Estoy en la vejez”, responde riendo al comentario de que su afán de conocimientos y actualización revelaban un espíritu joven.

__No es que me sienta viejo, es que soy más antiguo, más vetusto, più anziano, como dicen los italianos.

El sol de la juventud tocó el ocaso, llegan los años que apacientan el cuerpo y esclarecen la mente. La intuición del poeta le permite mirarse a sí y a su entorno con un cristal más transparente, le ganan sabiduría y libertad, despojándolo de juicios y prejuicios.

En la actualidad está sumergido en lecturas esotéricas, en búsqueda incesante pretendiendo desentrañar los misterios del ser, rasgar velos que impiden ver más allá de las apariencias.

“Estoy releyendo obras del pasado, temáticas como Las Ruinas de Palmira, un libro que mi padre apreciaba mucho, donde el conde de Volney hace los primeros estudios sobre las religiones y sus orígenes”. “¿Por qué la contradicción si todas buscan un mismo elemento divino, superior, sea Brahma, sea Jehová, Yahvé? Pero al fin terminan peleándose, diciendo: yo soy el único dueño de esa verdad. Pero no es cierto, ni siquiera sabemos que esa es una verdad. Esa es la realidad que vivimos.

__¿Hacia dónde va usted con sus nuevas lecturas y relecturas?

__Me interesa reinterpretar ahora muchas cosas, porque en la medida en que uno vuelve a leer un texto ya es otro, no es el mismo porque ya tú no eres el mismo. Lo que leíste ayer a tu edad te dice cosas que cuando tengas 78 años te lo van a decir de otra manera, será un libro completamente diferente.

__Un libro es como un ser que reencarna, el pensamiento tuyo lo hace reencarnar, convertirse en otro texto o en otro contenido, porque tú eres el que te enriqueciste. El libro ha sido siempre el mismo, es un filón, un oro que está ahí.

Con precisión de fechas, nombres y escenarios, Veloz Maggiolo habla de las fuentes nutricias de su mente y espíritu, impresiones, sensaciones, el proceso creativo. Episodios completos o sólo en retazos, entre evocaciones nuevas surgidas en ese instante. La memoria fermentada como el vinagre que fabricaba su padre.

“El fermento es una de mis obsesiones en mis novelas, la memoria fermentada”, dice al relatar un momento inolvidable vivido a los nueve años.

__ ¿Y ese barrilito, papá?

__ De eso vamos a vivir un día, responde el padre, levantando un serón en el frente de la casa. El niño se deslumbra al escuchar que era vinagre.

__Papá terminó haciendo vinagre en barricas. Él mismo lo repartía en la calle, en galones, donde su amigo el doctor Moscoso Puello, entonces director del hospital Padre Billini, donde su hermana, la monja Tatá, que era directora del colegio Serafín de Asís, en el hotel Fausto…”.

Las mil y una noches. “La memoria no olvida, la memoria está ahí abajo esperando, acechando, acechando…”. Y, de pronto, la chispa de la creatividad, brotando historias sin fin como en Las mil y una noches, primer libro completo que a los diez años leyó, una síntesis que le regaló su tía Enriqueta Maggiolo.

¡Una revelación!

“Me impactó, descubrí mundos increíbles, que todavía llevo adentro”, y que decenios después le inspiran, “La verdadera historia de Aladino”, invitación a viajar en la alfombra mágica de su literatura infantil.

“El mundo se enriquece con la experiencia -agrega-, pero con la experiencia que no debe olvidarse. La memoria es algo en lo que yo creo, lo mismo que en la imaginación. Ya no tengo miedo de imaginar, antes decía, bueno y si yo imagino esto y la gente se ríe, ya no me importa. A mi me gustaría que se rieran, que gozaran con eso”.

Su imaginación vuela a tiempos ancestrales en la novela que ahora escribe, El perro de doña Murga, la historia de Opilyeguobirán, el dios perro del cual fray Ramón Pané dice que huyó al llegar los españoles, un ídolo al que nunca más se volvió a ver. Lo rescata y convierte en un personaje aparentemente un poco desquiciado mental que lo persigue en la memoria y en la imaginación hasta encontrarlo en la realidad.

El personaje que narra la novela tiene una tesis de que existe la realidad dentro de la intemporalidad. “Lo intemporal tiene una característica que realmente en el fondo es la base de la creación, porque para crear tú tienes que entrar en un mundo diferente, que es relativamente temporal porque está dentro de tu físico”.

“Cuando yo no puedo decir con propiedad una cosa la convierto en literatura. Muchas de mis novelas, como esa sobre el dios perro, son lo que pensaba que pudiera ser cierto pero no puedo comprobarlo.

“Ese es otro tipo de realidad, la realidad inventada, porque es la capacidad humana de crear, de crear realidades que aparentemente no son reales, pero que sí lo son, porque cuando sueño con algo, lo veo como una realidad… no interpreto los sueños como Freud, yo los vivo y ya, porque los sueños no se dejan interpretar”.

El veterano escritor no tiene que irse al mundo onírico, su vigilia está llena de sueños, ideas, proyectos. La mente bulle con mundos imaginarios que no le dan tregua para iniciar sus memorias, o más bien reescribirlas, pues sus vivencias están fragmentariamente presentes en su narrativa.

__¿Piensa escribirlas?

__Uno siempre piensa en escribir sus memorias, pero siempre pienso que tengo tiempo y a lo mejor no”. ¿Por qué? Porque la vida uno no la gobierna, la vida gobierna a uno, yo siempre tengo algo que dilata, que hace volver atrás el proyecto de unas memorias. Además, no es tan fácil cuando tu tienes la cabeza llena de todo… Vamos a ver…

 

 

Publicaciones Relacionadas