Estaciones del sistema de Metro y paradas para buses a las que concurren los más densos flujos de pasajeros de la superpoblada Santo Domingo tienden a congestionarse tanto como las vías reservadas para vehículos de motor. ¡Ha llegado el colapso a la ciudad más antigua del Nuevo Mundo en lo que se refiere a la movilidad! Está en jaque y así continuaría si no se aplica una agresiva búsqueda de solución integral de corto plazo para que el conjunto de asentamientos capitalinos de más intenso crecimiento poblacional, comercial e industrial del continente sea dotada de extensiones de líneas ferroviarias hacia más direcciones para acentuar su protagonismo como servicio de efecto masivo y de un impacto ambiental mucho menor al que el que proviene de la enormidad de motores de combustión interna con la mayoría de ellos expeliendo residuos tóxicos que no pasan por filtros. Un inventario de las consecuencias de esta perenne polución confirmaría la proliferación de enfermedades respiratorias, incluyendo las cancerígenas, entre más de tres millones de habitantes.
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Una expansión a ser complementada con rutas de superficie operadas por automotores convencionales en mucho mayor medida que en la actualidad y a partir de alianzas público-privadas o cualquier otra fórmula que asocie de buena fe e idónea supervisión descentralizada a capitales y sindicatos con el Estado. ¿Los «tapones» nos están devorando; terribles enemigos de la eficiencia y la productividad!