Crece desencanto contra Bush en Estados Unidos

Crece desencanto contra Bush en Estados Unidos

San Francisco (EEUU) (EFE).- El desencanto con George W. Bush se propaga como la pólvora por todo el país, hasta el punto de que medios de comunicación como la CNN han pedido a la gente que dé consejos públicos al desorientado presidente estadounidense.    Esta vez no se trata de gentes consideradas extremistas por los republicanos, como la llamada «madre pacifista» que se plantó frente al rancho de Bush en Tejas y se ató a las verjas de la Casa Blanca para protestar por la muerte de su hijo en Irak, ni de ninguna avanzadilla de los sectores más «progres» del país.

   Cada vez más ciudadanos de toda la geografía estadounidense, desde Carolina del Norte hasta Utah, muchos de ellos simpatizantes del Partido Republicano, se desesperan por la actuación de un presidente que comete demasiados errores.

   «Bush debe comenzar por traer de vuelta las tropas en Irak, echar a Rumsfeld, nominar a jueces moderados (…). Como ciudadano que votó por Bush en 2004, me doy cuenta de que fue un gran error», dijo a la CNN Brent Finnell, de Greenville (Carolina del Norte).

   Las críticas ciudadanas por la actuación en Irak se repiten, sobre todo ahora que acaba de cumplirse el triste hito de las 2.000 bajas estadounidenses en el país árabe.

   Son asimismo comunes las quejas contra el desprecio que la administración de Bush muestra hacia los más necesitados en favor de las clases acomodadas.

   «Se merece las bajas tasas de popularidad -dice Richard Painter, de Sun Lakes (Arizona)-. Si quiere elevarlas debería demostrar que le importa la clase media y la gente pobre. Los recortes fiscales para los ricos y su favoritismo hacia las corporaciones no nos dan esperanzas», señaló Painter.

   «O estás con nosotros o estás contra nosotros», una de las frases favoritas del presidente tejano que no dudó en emplear el lenguaje y las maneras del Lejano Oeste para ganar cómplices que ahora vuelven contra él.

   «La ‘banda de Bush’ se ha aislado del resto del país y del resto del mundo (…),» dijo por su parte Dennis Quinn, de Wonalancet (Nuevo Hapmshire).

   Quinn reconoció que esta estrategia sirvió al principio, «pero ahora tiene que cambiar. `Comienza a apestar!».

   También está quien echa la culpa de todos los males que afligen al país a los inmigrantes indocumentados, como Andrew M. Herold, de Beltsville, en Maryland, que recomendó a Bush que «deje de gastar como un marinero borracho y cierre las fronteras y eche a unos cuantos millones de ilegales».

   Abundan, por otra parte, quienes están hartos de los elevados precios de la gasolina, se preguntan qué ha sido de la promesa de capturar a Osama Bin Laden y piden a Bush que se aleje del extremismo religioso que representa la derecha evangélica a la que pertenece.

   Este muestreo es, por supuesto, puramente anecdótico.

   Pero las encuestas de opinión que reflejan el desplome de la popularidad de Bush son una prueba inequívoca de hasta qué punto se ha roto la confianza de los ciudadanos con su presidente.

   Una opinión que comparten cada vez más voces dentro de su propio partido, como el consejero republicano Joe Gaylord, quien se ha referido en varias ocasiones al 2005 como el «desastroso año para los republicanos».

   Hay quien cree que ya es demasiado tarde. «Bush ha llegado demasiado lejos. Está completamente desconectado de EEUU y no le importan las consecuencias de sus corruptas maquinaciones en los negocios. Sólo espero que EEUU emerja en el 2008 sin estar totalmente destruida», señala una mujer de Georgetown, en Delaware.

   Y es que un año después de su segunda victoria, Bush se ve aquejado por una crisis múltiple.

   A la lentitud de la repuesta de la administración ante el huracán «Katrina» o las bajas en Irak se suma ahora el reciente escándalo que implica al ex jefe de gabinete del vicepresidente, Dick Cheney, y que puede salpicar a Karl Rove, el principal asesor de Bush.

   En noviembre del 2004, Bush dijo que había ganado un importante «capital político en la campaña, y ahora planeo gastarlo».

   Pero de este capital no parece quedar nada, por lo que el presidente quizá haría bien en poner los pies sobre la tierra y, por una vez, escuchar los consejos de sus ciudadanos.

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