Crece endeudamiento
Nuevos préstamos anudan 
la cadena de la dependencia

<STRONG>Crece endeudamiento <BR></STRONG>Nuevos préstamos anudan <BR> la cadena de la dependencia

No es sólo el presente, también el futuro ya está comprometido.  El ritmo forzoso de una modernidad que distorsiona las prioridades nacionales, la desmesura en el gasto y el sostén de la estabilidad política con el clientelismo conducen a un sempiterno desbalance de ingresos y gastos, a desestabilizadores déficit de cuenta corriente y a un endeudamiento desmedido cuya amortización e intereses  consumen un tercio de los ingresos tributarios.

Hoy como ayer

Una lluvia de préstamos abona el “progreso”,  traerán el segundo ramal del Metro de Santo Domingo y el tren Haina-Santiago motorizados por capitales foráneos como en el siglo XIX el flamante Ferrocarril Central Dominicano, anudando, ayer como hoy, lazos financieros que afianzan la dependencia.

Préstamos a raudales que hacen presagiar vendavales, que a la postre someten al país a  reformas fiscales, a ajustes y desajustes. Un enorme endeudamiento que por la carga fiscal  le arrebata recursos al desarrollo, obligan  a una transferencia de divisas al exterior que drena los fondos públicos y recorta el gasto social. 

En los últimos 50 años los gobernantes han comprometido al país con un festival de préstamos que no se tradujeron en palanca del desarrollo, elevando la deuda pública -interna y externa- desde poco más de US$30 millones en 1960 a US$11,435.4 millones en 2009 y unos US$13,000 millones para 2010. Préstamos para obras monumentales, en gran medida no destinados a áreas productivas, dineros  sin retorno, a menudo costosos,  créditos “atados” que condicionan las políticas públicas. Capitales malversados que afianzaron la dictadura de Ulises Heureaux (Lilís) hasta arruinar el país.

Ayer como hoy

Heureaux aspiraba mantenerse en el poder, pero la crisis arreciaba en 1887 y no tenía dinero para dádivas a generales y políticos que sin prebendas lo adversarían. Un préstamo por 770 mil libras esterlinas disipó el descontento y al tirano le aseguró la reelección al acallar conciencias y saldar acreencias. El Gobierno propaló que el empréstito dinamizaría la postrada economía, pero la crisis retoñó virulenta en 1889 cuando la población se quejaba de “arranquitis”, atribuida por el periódico El Porvenir a  ineficientes medidas gubernamentales, lujosas asignaciones y altos gastos presupuestarios.

Como en tiempos de Lilís, la mayoría de los gobernantes dominicanos de la historia moderna abrieron las compuertas al endeudamiento en vez de promover el ahorro interno para invertir en infraestructura, tecnología, educación y salud. Cuantiosos fondos  derivados del crecimiento económico que pudieron financiar  el desarrollo, forjaron fortunas personales surgidas de los privilegios y  la corrupción en los gobiernos balaguerista, perredeísta y peledeísta.

Ayer, igual que  hoy, llegaron del exterior excedentes de capitales como los que derivaron en la crisis de la deuda en  los violentos años 80, marcados por desequilibrios macroeconómicos, sucediéndose varias intervenciones del Fondo Monetario Internacional,  rígidos ajustes estructurales, diez reformas fiscales.

Pese al crecimiento económico, en los 70 se acumularon problemas estructurales agudizados con la caída de las exportaciones y  alza del petróleo, que indujeron a concertar préstamos  en el exterior. 

En los Doce Años de  Balaguer la deuda externa creció en  533.7%, de US$155.8 millones a  US$987.4 millones entre  1966 y 1978.  La expansión del gasto corriente en la gestión de Antonio Guzmán (1978-1982) agudizó el déficit fiscal y la deuda  se elevó en 166.8%, con un total de  US$2,634.9 millones en 1982. 

En la administración  de  Salvador Jorge Blanco (1982-1986) subió en 39.9%,  con US$3,687 millones. Durante 1986-1996, Balaguer   la aumentó  3.2%, entregándola en US$3,807.3 millones a su sucesor Leonel Fernández,   quien en 1996-2000 la bajó a US$3,679.4 millones. 

A finales del 2000, el Gobierno de Hipólito Mejía  defendió la tesis de que RD era uno de los países menos endeudados de América Latina, para justificar dos emisiones de bonos soberanos por US$1,100 millones, y otros préstamos que elevaron en 73.3% la deuda externa, ascendente en 2004 a US$6,379.8 millones. No se previó el alto riesgo del portafolio de la deuda, evidenciada con la crisis bancaria de 2003 al depreciarse el tipo en cambio, aumentando el servicio de la deuda.

Hoy más que ayer

En su segunda gestión, Fernández varió la  política de endeudamiento, y en  2008 los compromisos externos sumaron US$8,322.8 millones. Hoy, impactada  por la crisis internacional y desaciertos internos,  la economía volvió a caer bajo la tutela del FMI, que una vez más concede préstamos que sacan de apuros al Gobierno, aunque se abrigan temores por su destino en tiempos electorales, se teme que la crisis se aplace y  haya otra reforma fiscal.

La experiencia confirma que los acuerdos  con el FMI generan un crecimiento no sostenido, una mejoría de uno o dos años sucedida por  una crisis macroeconómica y un ajuste fiscal.

Independientemente del uso de los nuevos préstamos, ya la deuda pública actual  es bastante  comprometedora, representa el 39% del PIB, excluyendo la cuasi fiscal del Banco Central, por US$547.4 millones. Economistas estiman un error  medirla  en función del PIB, creen que la relación debería ser el monto del servicio de la deuda respecto a los ingresos fiscales o el gasto público, por ser lo que realmente predice la capacidad del Estado para enfrentar esos compromisos.

Con ambas variables la proporción es alta

El servicio de la deuda, que para 1996 equivalía al 8% de los ingresos tributarios, absorbe ya un  34%.  Respecto al gasto público, el presupuesto de 2010 consigna para amortización e intereses el 27.8% del total, proporción muy superior al 8% criticado por Fernández el 4 de febrero de 2002:

“La política de inversiones del actual Gobierno del PRD no ha podido ser más catastrófica. Con más del 70% del Presupuesto Nacional destinado al gasto corriente, y con una utilización de más de un 8 por ciento para amortización de préstamos, la inversión real del Gobierno en lo que es el desarrollo del país no ha sobrepasado la ridícula cifra del 20 por ciento”.

Hoy, más que ayer, la inversión real es ínfima, los  gastos corrientes se remontan al   76.80% en 2009,  mientras el servicio de la deuda  arrebata  cuantiosos recursos  al desarrollo.

Antecedentes

Al rendir la Memoria de Hacienda, su titular Manuel María Gautier advirtió a Heureaux la necesidad que tenían los países capitalistas de exportar sus excedentes de recursos financieros a las naciones pobres, capitales ociosos que en Europa  “no halla colocación suficiente ni bastante provechosa”.

Como al resto de los países hispanos, esos  capitales  llegaban al país desde Europa y Norteamérica y Heureaux los aprovechaba con creces. Pero la inflación y  devaluación monetaria   se sintieron con intensidad  hasta la caída del tirano en 1899, dejando a la República en ruinas.

La clave

¿Retoñará la crisis?

Empresarios muestran preocupación  de que  con el creciente endeudamiento y la irracionalidad en el gasto el  país caiga en la insostenibilidad fiscal y peligre la estabilidad macroeconómica.

La preocupación por la deuda no se  limita a su  importe,  también por los intereses y comisiones a pagar sobre los montos no desembolsados a tiempo y su impacto en la no ejecución oportuna de las obras o actividades a ser implementadas

¿Resurgirá la crisis? ¿Será el precio del dispendio, de no  enfrentar los malos tiempos con austeridad, con mayor disciplina? El portafolio de la deuda muestra desequilibrios, debido a la elevada exposición al riesgo y alta incidencia de la amortización e intereses en el gasto público.  Ha habido períodos en que el país no ha podido cumplir  sus compromisos financieros, obligando a una  reestructuración con los organismos crediticios.

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