Crece erosión hídrica que arrastra hacia el mar suelos deforestados

Crece erosión hídrica que arrastra hacia el mar suelos deforestados

La erosión hídrica nos deja sin suelos. Gota a gota, la lluvia cava la tierra, desprende partículas que transporta hacia ríos y arroyos, cuyo lecho se sedimenta y agranda, se vuelve menos profundo, potenciando el riesgo de violentas crecidas e inundaciones.

Al no estar protegidas por la vegetación, las lluvias descienden impetuosas de las cuencas más erosionadas, desprenden suelos que tomaron miles de años para formarse.

Con torrenciales aguaceros, el río se bifurca, su cauce se desvía, vierte en presas y canales aguas sedimentadas que acortan su vida útil. Enfurecidas, las aguas arrasan caseríos, anegan cultivos, provocan pérdidas humanas y económicas.

En vez de decrecer, aumenta el desprendimiento de suelos, en los que la erosión sobrepasa el 40%, huella patética de la deforestación e inadecuadas prácticas de cultivo.

El arrastre cobra velocidad con las avenidas de los ríos, más intensas en la medida en que la tala y quema impiden la infiltración del agua al subsuelo. La falta de drenaje, principalmente en la parte baja de las cuencas de los ríos ocasiona cuantiosas pérdidas de suelos.Tumultuoso Yuna. En la región hidrográfica Yuna-Camú, con abundantes precipitaciones, el clima y el relieve plano de la superficie acentúan los problemas de drenaje y propician crecidas de gran magnitud.

Peligrosas avenidas en las que las aguas del río Yuna cobran una velocidad amenazante, vuelan llevándose a su paso personas, casas, cultivos, un inmenso volumen de sedimentos que inundan la parte baja de su cuenca, la mayor productora de arroz del país.

Desmadres e inundaciones ocurren en el río Yaque del Norte, cuya torrencialidad arrastró gran cantidad de tierra hacia las presas de Tavera y Bao. En mayor o menor grado, un comportamiento similar se observa en los ríos Artibonito, Masacre, Payabo, Camú, Isabela, Yubaso, Tábara, Nizao, Baní, Ocoa, Yaque del Sur, San Juan y Las Cuevas.

Lluvias de gran intensidad causan desbordamientos en la cuenca Yaque del Sur, sobre una topografía predominantemente plana y de escasa vegetación, anegando amplias zonas por la falta de drenaje.

Infraestructuras de contención atenúan el furor de las aguas en los principales ríos, como en el Nizao, donde las inundaciones disminuyeron con cuatro presas y dos grandes canales.

Mas, el peligro acecha. Expertos insisten en la necesidad de estar alertas ante ciclones y tormentas, desaguar las presas a tiempo para amortiguar el desborde de ríos y evitar daños peores a los ya ocurridos por un manejo que ha costado vidas.

Por la impetuosidad de las crecidas, la población asentada en la vecindad de ríos se mantiene temerosa cuando pronostican tormentas.

La experiencia con los ciclones David y George y la tormenta Olga es suficiente para entender que “Santiago y todas las poblaciones comprendidas entre las presas Tavera-Bao-López Angostura y Montecristi, que superan el millón de habitantes, están gravemente amenazadas por la operación de esas presas en la forma en que se ha hecho hasta hoy”, afirma el ingeniero Ramón Isidro Rodríguez, en su libro “El agua. Recurso que necesita urgente atención”.

Suelos protegidos. La erosión hídrica no ocurre en montañas cubiertas de vegetación. Las gotas de agua chocan con las copas de los árboles y arbustos, deslizándose lentamente por hojas, ramas y troncos, sin golpear el suelo con violencia.

De la naturaleza del terreno, su textura y composición química, depende la mayor o menor compactación, el grado de infiltración y escurrimiento de las aguas, con el consiguiente aumento o disminución del arrastre de sedimentos.

En la parte alta de las cuencas, los suelos son más susceptibles a la erosión por la escorrentía. La gran cantidad que se desprende con las torrenciales lluvias, al caer sin el amortiguamiento de la vegetación, mantiene a las cuencas hidrográficas del país con altos coeficientes de erosión.

Todas sobrepasan los niveles normales, y en la mayoría se sitúan sobre el máximo admitido, 50 toneladas por hectárea anuales, según la pendiente. Hay montañas con 500 o más ton/ha/año.

Las pérdidas de suelos erosionados se habían cifrado entre 150 y 600 ton/ha/año, posteriormente el rango se elevó de 200 a 1,400.

La erosión hídrica afecta las laderas de la Cordillera Central, donde aguas abajo de los ríos Yaque del Norte y Yaque del Sur hicieron grandes inversiones en infraestructura hidráulica.

En regiones con alta pluviometría los daños son bastante pronunciados. Existen áreas con un volumen de lluvias sobre los 2,500 milímetros anuales que por falta de vegetación son más propensas al impacto erosivo del agua.

En esas zonas el manejo inadecuado de suelos es más perjudicial. En las laderas desaparece la cubierta vegetal, baja la fertilidad, aumenta la erosión hídrica y el arrastre de sedimentos.

El uso de fertilizantes nitrogenados expone a que por el arrastre y la permeabilidad del suelo las aguas de riego lleven esos residuos a los acuíferos subterráneos.

Polución por sedimentos. La calidad de las fuentes de agua se altera con los sedimentos generados por la erosión de suelos agrícolas ricos en fosfatos y nitratos que contaminan ríos, arroyos y embalses.

Debido a la sedimentación descendió la capacidad de conducción del río Masacre, que al llegar a la laguna de Saladilla, Dajabón, pasa por fincas arroceras donde se contamina con agroquímicos.

Cuando los canales atraviesan cultivos que aplican altas dosis de fertilizantes, insecticidas, pesticidas y yerbicidas, muchas veces las aguas vuelven a caer al canal o directamente a ríos, cañadas y arroyos, retornan cargadas de contaminantes y vuelven a ser aprovechadas en riego y otros usos.

Potencialmente existe peligro de polución en los canales de riego, ríos y las fuentes de agua para consumo humano. Según el Servicio de Salud de los Estados Unidos, el agua es nociva si contiene más de diez partes por millón de nitratos.

Si los compuestos nitrogenados que adulteran el agua son consumidos por niños, podrían sufrir gastroenteritis, metehemoglobina, retardo en el crecimiento, incluso muerte por envenenamiento.

zonas

El desborde de ríos amenaza a miles de personas en sus orillas.

Zonas de peligro por crecidas de ríos

En gran tensión viven los habitantes de 52 zonas vulnerables identificadas por una comisión de encausamiento de los ríos, integrada por técnicos del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (Indrhi) y los ministerios de Medio Ambiente y de Obras Públicas.

Entre las comunidades en peligro latente figuran Los Quemados, el tramo Puente Cotuí-La Mata, La Lechosa, Villa Riva, Arenoso, Barracote y Desembocadura, que padecen las peores crecidas del río Yuna. Asimismo, Rancho Arriba, Las Auyamas y Arroyo La Vaca están bajo amenaza por el río Nizao, así como Los Ranchitos y Sabana Larga, cuando crece el río Ocoa.

Expuestas, por igual, se encuentran Bombita, Canoa, Jaquimeyes, Palo Alto, La Hoya, Uvilla, El Jobo y El Peñón de Barahona, anegadas con las avenidas del Yaque del Sur.

En el río Yaque del Norte identificaron nueve kilómetros vulnerables, habitados por miles de familias en Rafey, Santiago, Palo Verde, Nibaje, Batey El Higüero, aguas arriba del puente Hermanos Patiño.

Otros son: Municipio de Cambita Garabito, donde el río Yubaso penetra con cada crecida; Sabaneta, Rancho Viejo, Jamo, Las Maras y Las Yayas, en las que el Camú penetra al desbordarse. Con el río Helechal está en peligro un tramo de 2.5 kilómetros en Papagayo, y con el río San Juan, 3.2 kilómetros de la provincia de San Juan. Las más propensas a inundaciones por los ríos La Cueva y El Jaya son el Cruce de Laguna, de Padre Las Casas y el municipio de San Francisco de Macorís.

Las claves

1. Degradación de suelos

Prácticas agrícolas dañinas y la deforestación tienen un gran efecto erosivo. Según la FAO, un 40% de los suelos del país han alcanzado un grado de erosión entre severa y muy severa. El alto nivel de erosión de suelos deforestados, combinado con huracanes y prolongadas lluvias resultan en el transporte de gran cantidad de sedimentos a los cuerpos de agua.

2. Agricultura sostenible

El uso sostenible del suelo debe ser inmediato, ejecutar prácticas agrícolas que optimicen los recursos hídricos. Buscar alternativas productivas que mejoren el ambiente sin degradar el suelo, como plantea un estudio del Ministerio de Medio Ambiente.

3. Técnicas eficientes

Es preciso la implementación de un programa de conservación de suelos y agua que fomente el uso de técnicas sencillas y eficientes para el control de la erosión. Desarrollar iniciativas para eliminar la agricultura de “ tumba y quema” en las cuencas, así como la pecuaria extensiva en los suelos de ladera y en el cauce de los ríos.

4. Cuidar fuentes agua

Protegerlas implica no talar bosques en las orillas de ríos y quebradas, puesto que la falta de cobertura vegetal aumenta la erosión y sedimentación, y disminuye el régimen de agua por menor infiltración. Además, controlar la deposición de desechos sólidos y líquidos provenientes de los poblados de las cuencas. El agua cargada de sedimentos requiere de instalaciones especiales y mayores costos para su purificación.

6. Parcelas forestales

La situación amerita fomentar y desarrollar parcelas forestales y agroforestales, de gran utilidad para conservar los suelos y reducir la sedimentación generada por las obras hidráulicas.

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