CRECE PÁNICO
Siembran GB de videocámaras tras amenaza ataques terroristas

<STRONG>CRECE PÁNICO<BR></STRONG>Siembran GB de videocámaras tras amenaza ataques terroristas

Por MARK LANDLER c.  –
The New York Times News Service
LONDRES —
Con videocámaras que observan silenciosamente desde tantas esquinas de Londres, es probable que la policía tenga al menos algunas imágenes de los hombres que rellenaron dos sedanes Mercedes de gasolina, cilindros de gas y clavos, y los estacionaron en el distrito de la vida nocturna de West End el pasado fin de semana. Pero no neesitaron distribuir fotografías difusas al público, como han hecho después de otros ataques terroristas, para que les ayudaran a encontrar a los ocho sospechosos ahora en detención.

Esta vez, dijeron expertos en seguridad, los terroristas dejaron tras de sí algo incluso más fácil de rastrear: teléfonos celulares que debían detonar los explosivos y que contenían un tesoro de números almacenados en sus memorias.

Quizá eso explique por qué esta conspiración no ha desencadenado otra ronda de llamadas para aumentar la videovigilancia en Gran Bretaña. O quizá sólo demuestra que después de una década de convertir a esta sociedad en una especie de película casera comunal las 24 horas, poco queda fuera del ojo de la cámara.

La videovigilancia es ampliamente aceptada en Gran Bretaña, vista como un hecho de la vida en vez de una intrusión orwelliana. Hay unos 4.2 millones de cámaras de televisión de circuito cerrado aquí. En Londres, una persona puede ser captada en video cientos de veces al día.

En un recordatorio de si valor para resolver delitos, el video de las cámaras de circuito cerrado figuraron en el reciente juicio de seis hombres acusados de conspirar para hacer estallaar el tren subterráneo de Londres en julio de 2005. Al tribunal se le mostraron imágenes de un sospechoso abordando un tren, dando la espalda a una madre y su hijo y tratando de detonar una bomba.   Sin embargo, la naturaleza totalmente inesperada de esta conspiración más reciente — proviniendo como resultó de un círculo de médicos de Medio Oriente e India — refleja algo más sobre la videovigilancia: Es mejor para revelar delitos que para disuadir a los criminales, particularmente los terroristas islamitas decididos a llevar la guerra santa a las calles de Gran Bretaña.

«La idea de las cámaras de circuito cerrado como disuasoras para algo como esto ya no es aceptada», dijo David Murakami Wood, experto en videovigilancia en la Universidad de Nescastle, que ayudó a escribir un informe sobre la propagación de cámaras de circuito cerrado para la comisión de información de Gran Bretaña. «Si uno no piensa que va a regresar, no le preocupa quedar atrapado en una cámara».

Los defensores de la videovigilancia dicen que ha contribuido a una declinación a largo plazo en otros delitos en Gran Bretaña. Los ladrones de autos, en particular, parecen sentirse disuadidos por la presencia de cámaras en los postes de luz. Pero Murakami Wood señaló que la incidencia de crímenes violentos realmente aumentó ligeramente el año pasado.   Al igual que la videovigilancia no evita muchos delitos, también aparentemente tiene menos efecto sobre el comportamiento humano ordinario de lo que temían algunos críticos cuando Gran Bretaña empezó a instalar cámaras después de un par de atentados explosivos del Ejército Republicano Irlandés en 1993 y 1994.   «Hubo un debate sobre si disuadiría a la gente normal de hacer cosas en lugares públicos», dijo Murakami Wood. «Pero no ha inducido a la conformidad, como algunos predecían».   Eso es buena noticia para gente como él, a quien le preocupa la erosión de la privacidad para el usuario promedio del tren subterráneo, por no mencionar para las parejas que tienen ganas de besuquearse en la calle fuera de una taberna. Pero para quienes ven los beneficios sociales en el monitoreo con cámaras de circuito cerrado, la idea de que la gente se está acostumbrando a la mirada de la cámara es motivo de preocupación.

Las autoridades han empezado a equipar algunas cámaras con altavoces, lo cual permite a los supervisores humanos admonestar a la gente atrapada tirando basura o peleando en la calle. La teoría es que las «cámaras vociferantes» son más difíciles de ignorar. Pero los críticos dicen que cruzan la línea de la prevención de delitos a la intimidación pública.

También hay dudas sobre quién está haciendo el monitoreo; un problema de habilidades y potencial humano, dadas las resmas de videocintas que la policía debe revisar tras los delitos.

Sin embargo, en la perenne lucha de poder entre la seguridad y la privacidad, la seguridad parece estar ganando. La próxima ola en cámaras de circuito cerrado, dicen expertos, es aunar la vigilancia tradicional con software de computación para hacer a las cámaras mejores para detectar conductas sospechosas que puedan ser las precursoras de un crimen.

Se cree que la policía ha usado una forma rudimentaria de esa tecnología para hacer el primer arresto en esta conspiración: Mohammed Asha, un palestino de ascendencia jordana, que fue capturado en una autopista después de que la placa de su auto fue reconocida por cámaras al lado del camino.

La misma tecnología es usada por autoridades de tráfico londinenses para rastrear y cobrar a los vehículos que entran en su zona de congestionamiento.

Aplicaciones más avanzadas incluyen cámaras que pueden ser programadas para la búsqueda de objetos específicos — digamos, un bolso abandonado en una estación del tren subterráneo — o de personas con actitudes sospechosas. Cámaras que pueden reconocer características faciales también están siendo desarrolladas, aunque su efectividad ha sido limitada por la iluminación impredecible en espacios al aire libre.

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