Crecer sobre un barril de pólvora

Crecer sobre un barril de pólvora

Si la tasa de desempleo de República Dominicana es la más alta de América Latina (14.4% en el 2010 según la Comisión Económica para América Latina, CEPAL) el crecimiento también superior de 7.08% en el mismo periodo delata, como en ocasiones anteriores, una falla estructural que ensombrece el futuro de la sociedad dominicana, incluso del sector que se beneficia de la expansión. Estamos generando riquezas sin una  integración masiva al consumo; sin esparcir  las oportunidades para que los individuos  ocupen  puestos de trabajo;  y dejamos que continúe el círculo vicioso que ata  las familias a la  pobreza.

Se sigue ejerciendo el poder con el efecto limitado de la modernización urbana y de oasis rurales con gastos de cierto efecto social, pero sobre todo visual, cuando en verdad se necesitan cambios   fundamentales pues las obras públicas predominantes por si solas no propician un desarrollo que debe ir más allá  de   torres residenciales, grandes centros comerciales privados  y uno que otro recinto universitario. Algunas  áreas  citadinas son paisajísticamente refrescantes pero se agudiza la  desigualdad  que los índices  reafirman cada año  sobre  un crecimiento absoluto (no solo relativo) de las masas poblacionales que no logran subirse a un tren del progreso que insistentemente prefiere ir p’alante  con una limitada cantidad de  viajeros.

Pleno derecho a cuidar frontera

La presencia de haitianos en República Dominicana –la mayoría asentados ilegalmente- es tan numerosa, que el hecho de devolver a su país a unos cientos de ellos apresados recientemente  por  ingresar    sin documentos  no puede ser calificado de  repatriación masiva. Amnistía  Internacional se ha equivocado al exigir el cese de esa supuesta práctica contra  inmigrantes que muchas veces lo que reciben de autoridades locales corrompidas es “facilidad” para pasar  por puestos    fronterizos que a causa del soborno funcionan    como comités de recepción.   El gobierno  dominicano cuenta con el  respaldo de la ciudadanía para lograr   que toda inmigración ocurra en un marco de respeto a   normas de visado y  de regulaciones  sanitarias y de mano de obra  foránea como imponen otros países para proteger al trabajador local de lesivas competencias. Desgraciadamente al Poder le ha faltado voluntad para impedir que se abuse de la hospitalidad dominicana. Un vacío de autoridad que no se compensa con acciones súbitas  en las que a veces no se cuidan bien  las formas.

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