Haber escapado sin daños al gran apagón informático del pasado viernes no borra de la realidad dominicana su exposición a las fragilidades del mundo digitalizado capaces de conducir al desastre por simples errores humanos. Algo más contundente sobre ostensibles dificultades para garantizar seguridad en ese ámbito sin fronteras de la comunicación ultramoderna se vive a diario localmente.
Con la mira puesta en República Dominicana la ciberdelincuencia puede generar en el lapso de un año diferentes tipos de ataques que avanzan hacia alcanzar más de una cuarta parte de los usuarios. Intentos de extorsiones y fraudes desde casos menores de nivel personal hasta defraudaciones mayores para familias y negocios. Habilidades insospechadas que tienden a crecer con la Inteligencia Artificial desafían incontenibles la capacidad de autoprotección ciudadana. La perversidad se esconde sin dormir en el umbral de los teclados.
Las autoridades dominicanas -cabe reconocer- se empeñan por generar en la sociedad gran sentido de alerta que de todos modos supone enfrentar increíbles capacidades para enmascarar lo siniestro. Han emitido advertencia de que a pesar de que el país no está en una guerra cibernética, de las precauciones a tomar con ordenadores, servidores y dispositivos móviles estaría sobrevivir a embestidas maliciosas que surgen desde las sombras del anonimato. Están en pie medidas dirigidas a disponer de un ciberespacio más confiable y resiliente. ¡Acogerse a ellas!