Crecimiento del país

Crecimiento del país

Entretenido como estaba escuchando el conteo de votos, no le presté atención a Papujito Coco Calvo. Te busqué hasta en los centros espiritistas para que me explicaras lo del siete y pico porciento de crecimiento. Por más vueltas que doy a la isla, no veo cómo pudo producirse tal crecimiento. Es más, me permití ir a Cabo Cabrón, pensando que era por ahí que se produjo tal crecimiento, porque en el pueblo no se nota. Pero esa punta sigue del mismo tamaño que tenía cuando el padre Meriño escribió su geografía.

-La verdad, Papujito, que conviene que prestes mayor atención a cuanto lees o escuchas. Lo que se explica sobre crecimiento de la economía no es cuantificable en el área territorial. ¿Cómo pudiste antojarte de ir a medir un cabo. ¡Un cabo, Papujito, un cabo! ¿Por qué no te antojaste de medir un sargento!

Quizá pensó que chanceaba a su costa, pues me cortó los ojos como si partiera un diente de ajo. Y con gesto adusto añadió:

-Como a ti te engaña cualquiera te habrás comido esa del siete y medio porciento del crecimiento. Pero yo vivo el dolor de las gentes. Oigo sus quejas. Me entero del hambre con la que se levantan y se acuestan. ¡A mí no me agarran con ésa!

No era mi día. Tuve plena conciencia de que Papujito no me dejaría explicarle y tampoco me permitiría saber en qué pararon las elecciones. Hice, pues, un último intento.

-¿Sabes algo del Fondo?

-¡Saber del Fondo, saber del Fondo! ¡Soy de Peñón y tengo que pasar por Fondo Negro cada vez que voy donde los viejos! ¿Qué clase de pregunta es esa?

-No hablo de Fondo Negro, sino del otro Fondo!

-Los dos son igualitos. En Fondo Negro ya no puede hablarse de que la piña está agria, sino de que no hay piña. Y del otro Fondo, ¡ni digas! Porque ese Fondo aplica normas a los gobiernos que quiere y cuando le da la gana. Y cuando no le da la gana, deja que otros gobiernos hagan y deshagan con el presupuesto aunque se salgan de las regulaciones que ellos imponen.

Papujito estaba enervado y temí cayera en un ataque de histeria. Suspiré profundamente, empero, cuando observé que, furibundo como estaba, abandonó la silla que ocupaba.

-¡Me voy, me voy ahora mismo! ¡Yo solo, sin tu ayuda, averiguaré si es cierto o no lo del crecimiento! ¡Ahora mismo me voy a medir a Cabo Engaño!

Les juro que tuve la sensación de que tal cosa haría, pues contemplé su figura levantar una cinta métrica, una vara de madera y un cartabón, mientras presuroso abandonaba la oficina. ¡Gracias a Dios, porque me iba a dar brega explicar lo del crecimiento del país! ¡Con los cuentos que nos meten!

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