Cree la educación es un abanico de posibilidades

Cree la educación es un abanico de posibilidades

POR FÁTIMA ÁLVAREZ
Aunque el sistema educativo dominicano ha adolecido por años de fallas estructurales que lo han mantenido al borde del colapso, no significa que de forma particular no hayan personas, alumnos y profesores, comprometidos con la causa de formar y crecer en formación.

El desarrollo humano hace mucho tiempo que dejó de limitarse a aspectos meramente formativos, económicos, políticos o sociales. Hoy día, es un conjunto de factores que, colocados en las coordenadas exactas, permite que la integralidad sea la meta hacia la cual se dirijan los esfuerzos.

Es con este concepto con el que Jacqueline Viteri desarrolla su labor como docente de la Universidad Apec. Conocedora de que los nuevos parámetros del mundo confluyen alrededor del concepto de libertad cultural, Viteri ha aprovechado el amplio abanico que ofrecen las nuevas políticas públicas relativas a la educación, para permitir que sus alumnos se desarrollen en una discriminación positiva, que haga de ellos individuos con identidad, dirección y libertad en el saber, que les permita desarrollarse para la diversidad. Con suficiente fortaleza para sostener sus criterios, pero con la prudente flexibilidad para aceptar los cambios y moldearse a ellos.

El paso al magisterio fue un proyecto en el que se quiso involucrar desde finalizada su carrera de Publicidad, pero no fue sino hasta quince años después, tras regresar a vivir al país, cuando se dieron las condiciones para ello.

Como todo inicio, el suyo fue un tanto tímido, pero la negativa de sus estudiantes de asistir a una clase considerada «aburrida», la obligó rápidamente a poner en marcha sus destrezas para granjearse el respeto y la valoración de sus alumnos.

En cinco años de experiencia docente, Jacqueline Viteri se enorgullece de que sus alumnos no lo son por un cuatrimestre, ni tampoco sólo dentro de las aulas. La afectividad, el deseo de superación y la inyección de fe en sí mismos que ha sabido inculcarles, favorecen que Viteri extienda su horario más allá de sus horas de docencia.

«Ellos me llaman todos los días y cualquier día; no sólo para cosas de la universidad sino también personales. Afortunadamente me desenvuelvo en el mismo medio que ellos estudian, por lo que siempre necesitan consejos e ideas».

Viteri sabe que si bien hay un currículo que seguir, el mayor aprendizaje es el que se da bajo el criterio del respeto a la propia identidad, a los personales patrones culturales, a las concepciones posmodernistas de la juventud actual, como la única manera sostenible de promover el desarrollo personal y social.

Eso le ha hecho ganarse el respeto y la admiración no sólo de sus estudiantes, sino incluso de los padres de éstos, quienes ven en ella un motor que propulsa el crecimiento de sus hijos como profesionales y seres humanos.

«Me llevo grandes sorpresas cuando me escriben y me dicen que ya se graduaron, que yo soy su ejemplo a seguir o que sus padres preguntan por mí. O cuando recibo notas de padres agradeciéndome cosas en las que nunca supe que había tocado la vida de sus hijos».

Destaca Viteri que en el magisterio hay un abanico de oportunidades que permiten al profesor ofrecer una enseñanza académica, a la vez que la oportunidad de educar en valores, de ayudar a crecer en formación.

«Educar es una oportunidad que una tiene en las manos que si una la sabe aprovechar, puede ayudar a cambiar la vida de mucha gente. Creo que de la juventud puedo sacar mucho, no se trata de un cuatrimestre, sino de una oportunidad de por vida para ayudar».

Pero esta catedrática no cree que el aprendizaje es exclusivo del alumno. «Yo he crecido como profesional, como ser humano. He aprendido muchísimo, pues enseñar me ha obligado de alguna manera a estar actualizada».

Reconoce que formar en la diversidad no es tarea fácil. Implica en muchos casos la negación de sí mismo para aceptar los puntos de vista de otro que no por ser el estudiante está en condiciones de inferioridad.

«Siempre se ha dicho que la juventud de ahora tiene problemas. Yo no creo en eso. La juventud de ayer y de hoy es la misma; lo que cambian son las circunstancias. Evoluciona la vida, y por ende el ser humano».

«Tengo la fortuna de dar clases a jóvenes artistas y fácilmente te entra a la clase uno sin pelo, otro con la melena verde, con dos aretes, les hablas, y están por lo general dibujando. Imagínate lo difícil que es enseñar en estas condiciones, pero poco a poco se va creando una química entre ellos y yo. Entienden que yo me identifico con ellos, porque conmigo ellos proyectan lo que son. Quiero que ese artista logre lo mejor, que proyecte su personalidad; pero a la vez hago énfasis en que también hay una proyección profesional que deben tener, que implica entre otras cosas, hablar correctamente, comportarse, florecer su sentido común… de alguna manera creamos una dinámica que es un lazo que no se suelta nunca».

Jacqueline Viteri intenta –y lo logra-, que cada cuatrimestre sea una experiencia de vida que marque a sus estudiantes. El dinamismo, la creatividad y los proyectos originales norman por cuatro meses la vida de sus chicos y de ella misma. La creación de revistas, de diseños, artes, participación de artistas de diversa índole, tanto nacionales como extranjeros, trabajos de producción, redacción, fotografía y muchos otros, en los más variados escenarios y con los más originales recursos, son parte del día a día de sus jóvenes estudiantes.

REVOLUCIÓN DE LA EDUCACIÓN

Jacqueline Viteri es una abanderada del crecimiento. Dice con fuerzas que en el proyecto donde no pueda sembrar una semilla, transformar una persona o cambiar una forma de pensamiento, no se involucra. «Leí una vez un editorial que me causó impacto. Curiosamente, quien lo escribió es hoy el rector de Apec, Dennis Simó. Él escribió que de la misma manera que la vida ha evolucionado, los pensums han evolucionado, y se preguntaba porqué el profesor no va a evolucionar también. Todo ese periodo de cambio se puede llamar «Revolución de la educación», ya que aquellos esquemas tradicionales los podemos romper porque el estudiante ahora es diferente; entonces, el profesor tiene que ser diferente, todo siempre dentro de un marco de respeto, que el estudiante va a mantener sin importar la confianza que se le ofrezca».

«Mi mayor satisfacción es dejar una huella. Que la gente me recuerde porque hice una diferencia en su vida. Dios siempre me coloca en sitios en los que pueda ayudar a los demás, y siempre lo logro, no siempre como yo quiero, pero siempre hasta donde Dios me lo permite…» Y es que por sus hechos, pareciera que Jacqueline Viteri ha hecho suyos los versos de Víctor Manuel que rezan: «Sólo le pido a Dios/que el dolor no me sea indiferente/que la reseca muerte no me encuentre/vacía y sola sin haber hecho lo suficiente». De seguro, no la encontrará.

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