POR MARIO MENDEZ
El experto Ramón Tejeiro consideró que el potencial turístico del país está sub-explotado y favoreció una estrategia para sustentar con pequeñas empresas el desarrollo de nuevas zonas turísticas.
Ramón Tejeiro, quien hasta finales del pasado mes se desempeñó como director del Programa de Apoyo a las Pequeñas Empresas Privadas Dominicanas (Proempresa), explicó que su propuesta no implica que desaparecen los «resorts», sino que en lugares como Bahía de las Águilas, Playa del Rincón y Cabarete, se promueva un turismo para la gente a la que no le gusta ser tratada masivamente, sino que se le permita ejercer su capacidad de elección.
A continuación se ofrece el texto de una entrevista concedida por Tejeiro al editor económico del periódico Hoy:
– Mario Méndez: ¿Cuando usted vio al país y, particularmente, al sector de la pequeña empresa, y ahora que se va, cuál es su visión?
Ramón Tejeiro: A mi me ha tocado vivir en la República Dominicana un tiempo muy interesante pero muy difícil para este país. Yo llegué en agosto del año 2002 a un país que era puro optimismo, que llevaba cuatro o cinco años con una tasa de crecimiento de su Producto Interno Bruto de alrededor del 7 por ciento, un poco convencido de que el Rey Midas le había tocado con sus dedos, aunque ese incremento de la renta no estuviera tan bien repartido, y esa era el fallo, creo yo, de aquél modelo.
Pero general, la imagen que la gente tenía era de que esto es Hollywood, que aquí no hay ningún problema.
La cosa comenzó a verse preocupante un poco después de yo haber llegado, digamos en el 2003, como primer año complicado.
Era, sin embargo, una situación económica en la que los actores actuaban de una manera un poco anticuada, irresponsable desde el punto de vista que todo el mundo creía que todo funcionaba muy bien.
La crisis ha tenido en el sector de la pequeña empresa un efecto, sin embargo, positivo. Sí me escucha aquél que ha tenido que deshacerse de su empresa porque ha quebrado, dirá que este hombre está loco. Es decir, soy consciente de que a algunas pequeñas empresas la crisis le ha costado la existencia y a sus dueños grandes disgustos y quebrantos. Sin embargo, como sector, en general, se han juntado dos cosas: una crisis muy fuerte con una tasa de cambio del dólar que de pronto se dispara, y con una perspectiva de un tratado de libre comercio que, de pronto, a todo el mundo le empieza a hacer pensar en una palabra nueva: competitividad, lo cual obliga a dejar de vivir en una isla, geográficamente hablando. y de autarquía, donde existen barreras arancelarias y no arancelarias.
Todos sabemos que las barreras no arancelarias en la República Dominicana han sido y siguen siendo bastante grandes. Yo, personalmente, he tenido que pagar 600 dólares porque mi coche, que entraba exonerado de impuestos sin ningún problema, se ha tirado 30 días en el puerto, pagando 20 dólares todos los días de almacenaje, porque el señor, no recuerdo como sé llamaba entonces, director general de Aduanas, nunca encontraba momento para firmar. Y unas cuantas personas vinieron aquí para decirme que si les daba un dinerito me resolvían el problema, pero yo hecho: no me pareces correcto; si es de aguantar, voy a aguantar.
Yo me imagino que si eso ha pasado en mi caso, que son un privilegiado, pues tenía un secretario de Estado y un secretario técnico de la Presidencia avalando mi entrada al país, qué pasará con el tonto desgraciado que de pronto se le ha ocurrido un negocio de importar no se qué para crear un producto novedoso, y que de pronto los cuatro grandes empresarios del sector dicen: eso no.
Creo que estamos viendo una situación de un mercado poco evolucionado.
Gracias a esa situación de crisis, en la que las importaciones se pusieron más caras, en la que la gente se da cuenta de que la globalización exige competitividad, ha dado un remezón al sector de las pequeñas empresas. Muchas de ellas han ganado dinero como locos en estos tiempos de la crisis.
Yo recuerdo que a principio de la crisis pregunté a muchos artesanos que cómo les iba, y me decían: bueno, no nos quejamos, éste ha sido el mejor año en los últimos cinco o seis. Hace muy poquito le pregunté a otro, justo antes de que el dólar volviera a bajar, cómo van las cosas, y me respondió: este es el mejor año desde que yo me acuerdo.
Claro, con un dólar a cuarenta y tantos, y un euro a sesenta y tantos, los tantísimos millones de turistas viniendo, ellos haciendo su ámbar y su larimar y su no se cuanto, estaban vendiendo lo que querían, al precio que querían, y estaban felices.
Lo mismo ocurría con metalmécanicos que comenzaron a hacer repuestos de máquinas. Proempresa estimuló que industrias metalmecánicas fueran actuando como auxiliares de otras industrias, para que no tenga un industrial que irse al exterior a comprar algunas de las piezas que utilizan sus máquinas.
Yo creo que eso le ha dado un nuevo impulso a las pequeñas empresas. También el empujón que ha dado Proempresa a las asociaciones gremiales, ha hecho cambiar también otras cosas.
Es un cambio muy importante, aunque va todavía un poco lento.
– MM: Mirando hacia el futuro, ¿cuál usted entiende que es el reto más importante que tiene la pequeña empresa para que su desarrollo se haga sostenible?
RT: Hay dos: uno a nivel micro y otro a nivel macro.
El reto a nivel micro es que los empresarios decidan que la empresa es algo para más largo tiempo.
Hoy el empresario dominicano de la pequeña y mediana empresa, en muchas ocasiones lleva demasiado rápido al consumo el dinero que gana en la pequeña empresa.
Le falta un punto de maduración, de manera que cuando vea que tenga US$20,000 sobre la mesa, diga: eso no me lo voy a gastar en la yipeta; en la yipeta voy a gastar los segundos US$20,000, pero primero voy a capitalizar mi empresa un poquito más, para darle esa vocación de futuro, y para esa vocación de futuro tiene que haber el sentimiento de que la empresa es algo estable, de lo que voy a vivir yo y mis hijos.
Esa es una transformación a nivel micro, que exige mucha educación. Es más difícil de lo que parece.
Ahora bien, eso exige que el empresario confíe en las autoridades del país, y aquí va la transformación a nivel macro, que es conseguir que los servidores públicos también se den cuenta de que la pequeña empresa es como una flor delicada y que uno no puede de repente sacarla de la sombra al sol; hoy la riego, mañana no la riego; luego la podo del todo. Así no, porque se nos va a morir.
Eso exigiría una intuición y un cariño especiales por parte de los poderes públicos. O bien, exige otra alternativa, y es lo que mis colegas están intentando: conseguir que los interlocutores de las pequeñas empresas se conviertan en un interlocutor con suficiente representatividad y autoridad para ir a ver al gobierno y exigirle que el pequeño empresario no tenga que perder tantas horas todos los días en hacer trámites burocráticos y que tenga un mínimo de seguridad jurídica y administrativa.
Ya no estamos en el momento en el que los gobiernos construían realidades paralelas, situaciones sumamente proteccionistas o paternalistas. Yo no creo que eso es lo que hay que darle a la pequeña empresa; lo que hay que darle son reglas claras y estables, y que los nuevos líderes de las organizaciones empresariales ya no tienen por qué pelear para conseguir un privilegio, sino por reglas claras y constantes, por predecibilidad en el entorno regulatorio.
Para conseguir que la estrategia de supervivencia y desarrollo de la pequeña empresa se ligue a la empresa, también hay que garantizarle al pequeño empresario que cuando diga: pues no, yo esto US50,000 me los voy a comprar en esta máquina; nadie se a poner a jugar al aprendiz de brujo en el mundo de la autoridad pública, pues jamás se me ocurre que voy a poner este impuesto o esta traba o ahora le voy a facilitar aquél yo no sé qué. No, reglas claras y predecibles.
Yo creo que con esos dos elementos, que son por los que hemos peleado en todos los países, conseguir estimular a la pequeña empresa.
No haría falta ayudar a la pequeña empresa si desde la mano pública se le han garantizado reglas y estables.
– MM: Proempresa ha puesto en marcha una serie de iniciativas para que el desarrollo de las pequeñas empresas se haga sostenible, como son el Diagnóstico Flash, el Diplomado, los Grupos de Eficiencia Colectiva y la colocación de bonos empresariales para capacitación. ¿La semilla que se ha sembrado con esas iniciativas ya ha dado sus frutos?
RT: Ahí hay diferentes temas.
Los bonos de servicios empresariales es algo en lo que tenemos muchísima confianza, va a dar un gran apoyo a las pequeñas empresas, pero todavía no hemos conseguido arrancarlo.
Hemos conseguido un excelente «partner», que es el Infotep.
Estoy convencido de que la cooperación entre Proempresa y el Infotep va a dar muy buenos frutos, pero todavía hay por ahí una pequeña red burocrática que tiene el asunto frenado. Por eso ahora mismo puedo hablar de los bonos en futuro y en espera, pero no en realidad.
Ese no es el caso con los otros instrumentos. Los Grupos de Eficiencia Colectiva son una realidad, usted lo sabe mejor que nadie. Están proliferando; incluso, estamos sorprendidos de la gran recepción que han tenido estos grupos en muchos sectores. No me sorprendería que cuando el programa termine, dentro de dos años, los Grupos de Eficiencia Colectiva hayan conseguido cambiar la capacidad de las pequeñas empresas de actuar eficientemente y asumir una ética de cooperación. Cuando un grupo de empresarios comienza a colaborar entre ellos y se dan cuenta de que con una dosis suficiente de confianza, acompañada de la dosis suficiente de control y negociación, pero también con ese poquito de ilusión, de confiar en las cosas, se puede lograr: Este que era antes un competidor, a ver si conseguimos hacer algo juntos, y de pronto se dan cuenta que hacen algo juntos, y que hacen algo bueno juntos, que les beneficia a los dos, y que aquél que como competidor podía ser peligroso, como socio es un apoyo y un reforzamiento.
Esto implica no sólo que las cinco pequeñas empresas que forman el grupo funcionen individualmente mejor, sino que, además, se genera una ética civilizada, en el sentido cristino de la palabra. El ser civilizado es el que es obligado a vivir en la ciudad, y entonces tiene que aguantarle al prójimo sus manías porque sabe que el prójimo le aguanta las manías a él, pero que entre los dos construyen un camino que uno solo no podría construir.
Es lo que ocurre cuando un colega va a España, vuelve y me dices: !Oh, España, que maravilla! De pronto te duele un dedo y va al médico, y el médico es gratis, y si no te puedes mover, te mandan un ambulancia que tarda tres minutos en llegar, con cuatro paramédicos; te largan a urgencia, cuando está listo, a las calles. Esto lo paga el contribuyente; o cuando tienes que ir de un lado para otro, y te metes en una supervía maravillosa.
La misma filosofía de lo que decíamos antes: todos se meten las manos en el bolsillo, ponen un poquito de dinero en el fondo común, y así igual que la gente construye un grupo de eficiencia colectiva, que es eficiente colectivamente; también se construye un país que es eficiente colectivamente.
Los grupos de eficiente colectiva no sólo son un instrumento de mejora de la competitividad de las empresas, sino que también tiene algo de valor añadido social, de valor añadido educativo: un cambio de cultura, un cambio hacia una cultura más cívica.
– MM: Está comprobado que las pequeñas empresas constituyen uno de los sectores que provocan una mejor distribución del ingreso en la sociedad. El costo para promoverlas, según lo que usted ha dicho, no es tanto financiero, sino que es un asunto de cultura, de institucionalidad y de reglas. ¿Si la solución al problema no está en la plata, qué hace falta para que, a nivel del sector público, se empuje un amplio programa de promoción de este sector?
RT: En primer lugar, quiero decirle que es un placer para mí responder a preguntas tan bien formuladas, tan dirigidas hacia una salida airosa. A veces a uno le preguntan cosas que uno tiene que decir: Dios mío. Se nota que hay un conocimiento importante detrás.
Ante esa su pregunta, el problema que veo es siempre el mismo: es un problema de educación. También, sin embargo, la respuesta la veo relativamente sencilla. Quiero decir: en otros momentos y en otros países, y todas las comparaciones son odiosas, yo me he dado cuenta de que los que estamos trabajando por una pequeña empresa que se mueve en un contexto culturalmente propicio a ella, éramos como el que le pega a voces a la mar embravecida o el que predica en el desierto. En este momento, en este país, cuando he tenido la oportunidad de conocer las opiniones del actual Presidente de la República, doctor Leonel Fernández, antes incluido de ser Presidente, su discurso iba en la línea de que hay que institucionalizar muchas cosas, que hay que comprender cuáles son los actores que de verdad producen riqueza y bienestar en el país.
Mire, si el primer convencido es el Presidente de la República, si los usuarios de los servicios de Proempresa también está convencidos, quedará un gran trabajo de cambiar culturalmente a esta sociedad en su conjunto, pero los primeros pasos ya están dados.
Siempre quedará un grupo de gente que sus intereses van por otro lado, y hay que explicarle a la gente que a veces uno tiene que prescindir de sus intereses a corto plazo, para que el país vaya mejor, lo cual a largo plazo es beneficioso para sus intereses. A lo mejor no lo entiendan tan fácilmente, y hay que explicárselo.
Otras gentes cuyos intereses definitivamente no tienen que ver con eso, pero son una minoría que frente a la inmensa mayoría del país, tendrán que sacrificar sus intereses diminutos.
Yo creo que el país está en un camino de reflexión, de darle su papel correspondiente a la pequeña empresa; pero no hay que bajar la guardia.
Yo creo que las pequeñas empresas tienen que esforzarse mucho en hacer un frente común para que su voz sea escuchada.
– ¿Dónde está el potencial de la economía dominicana, en momentos que está obligada a abrirse a los mercados internacionales tras la firma de tratados de libre comercio?
Sin TLC o con TLC estamos en el mundo globalizado o lo que llaman la aldea global.
Yo no me imagino de nuevo una situación de autarquía económica.
Yo veo a la República Dominicana en función de un análisis objetivo: en qué somos excelentes, en que podemos ser necesariamente competitivos y en qué no lo vamos a ser.
Yo veo que hay países en el mundo que no pueden ser excelentes en nada y que tendrán que hacer unos esfuerzos como locos o buscar pequeños nichos en los cuales desarrollar un productito en que consigan ser competitivos; pero van a tener muy serios problemas.
La República Dominicana, sin embargo, tiene un par de elementos de excelencia: uno importante es que es un país muy bonito, que tiene unas playas muy bonitas, que está en una franja climática muy deseada y que tiene un potencial de turismo impresionante, absolutamente sub-utilizado, sub-explotado.
Yo creo que la República Dominicana daría lugar a tener miles y miles de pequeñas empresas turísticas.
Yo me imagino estructuras como la de los viejos barnearios europeos, que es un hotelito, un restaurancito, una tiendecita; y todo eso un kilómetro de la playa, y playa absolutamente pública y accesible.
Yo puedo imaginarme que se puede generar como tres o cuatro veces lo que ahora mismo está generando el sector turismo en el país, sin quitar lo que hay. Yo no estoy planteando una revolución: no, no, quiten los «resorts»; no, mientras funcionen y sigan dando dinero, están muy bien. Yo estuve en Bahía de las Águilas, en la Playa del Rincón, en Cabarete. Hay muchísimos sitios en los que se pueden poner pequeñas empresas turísticas, que en conjunto, si llegan a un esquema de agrupación de eficiente colectiva, como le llamamos nosotros, o de otro tipo, no es yo crea que tengamos la única receta. Lo importante es que estén juntos y compartan servicios y promoción, y crear los puntos que atraen al turista que no quiere ser tratado masivamente, sino tener la capacidad de elegir.
La República Dominicana tiene ahí una capacidad tremenda de generar riquezas y empleos.
Otra ventaja importante es la situación geográfica. La República Dominicana está en el cruce de muchos itinerarios dentro del Caribe, entre el Caribe y Europa, entre el Caribe y Centroamérica, al ladito de América del Sur, unas conecciones inexplotadas con toda la costa norte-suramericana (Venezuela, Colombia).
Pienso que los chinos están en condiciones de hacer esta máquina a un precio que es impensable que, de pronto, digamos: vamos a hacerla en la República Dominicana. Es difícil, podríamos hacer algún producto marginal; pero yo no veo que la excelencia de la República Dominicana esté hoy en la investigación tecnológica, en el desarrollo de productos; pero sí está en un punto de intercambio, con una capacidad, por ejemplo, de actuación logística.
En este momento todo el mundo dice: la producción, la producción; pero la producción sin la logística, no vale para nada.
En este momento, por ejemplo, si usted se va al puerto de Barcelona, una cuarta parte del puerto es operador portuaria; tres cuarta parte es lo que llama la ZAL (Zona de Actividades Logísticas). Ese es un lugar donde la gente trae lo que se produce de la forma más eficaz y más competitiva en todo el mundo; entonces, lo mezcla, lo empaqueta, le pone un librito en Catalán, lo que van a vender en Cataluña; en vasco, lo que van a vender en el país Vasco, y en castellano lo que van a vender en el centro de España…
-MM: Es un punto de distribución.
RT: Pero no sólo de distribución. De Distribución y valor añadido.
La República Dominicana está en punto en el que puede ser ese punto de redistribución de productos, con un valor financiero añadido importante; es decir, aquí se podría perfectamente decir: bueno, compramos de lo que haga falta; aquí nosotros podemos aportar ciertos elementos productivos que no sea competitivo moverlos a otro lado; pero un núcleo de actividades logísticas y financieras, aquí, perfectamente.
Que, además, un fabricante inteligente encuentre un nicho de mercado en el cual él consigue poner en marcha que produce maravillosamente bien no sé qué cosa, mis respetos.
Pero yo no creo que se pueda construir la estrategia de desarrollo del país pensando individuales mágicas en las que un tipo resulta que sabe, qué sé yo, hacer unas tijeritas para cortar la parte de atrás del riñón y que las va a vender a los cirujanos del mundo, y que a cada uno se le va a ocurrir la idea maravillosa de una cosa de ésas.
No descartando esa capacidad, yo haría un análisis de excelencias, sobre qué excelencias se pueda basar el desarrollo de la República Dominicana.
Yo insisto en las dos más evidentes, y creo que las dos tienen un potencial altísimo ya. Medio mundo daría los dedos de las manos por tener esas capacidades: toda África, media América del Sur.
Además, otro elemento muy importante: en muchas ocasiones para producir un desarrollo hay que hacerlo en base a una capacidad de inversión. El problema es siempre el mundo: de dónde saco yo el dinero para invertir en otra cosa. La República Dominicana tiene unos chorros de dinero que le ha permitido en pocos meses superar una de sus peores crisis.