Crimen pasional

Crimen pasional

SERGIO SARITA VALDEZ
Para los fieles amantes y seguidores de la época del bolero romántico al estilo mexicano será siempre motivo de nostalgia y a la vez de alegría traer al recuerdo estos versos de la autoría del yucateco Luis Demetrio, ayer cantados por Javier Solís y ahora bellamente actualizados por Luis Miguel: «Si Dios me quita la vida antes que a ti/ le voy a pedir ser el ángel que cuide tus pasos/ pues si otros brazos te dan/ aquel calor que te di/ sería tan grande mi celo/ que en el mismo cielo/ me vuelvo a morir». Ya antes el hijo de Mérida se había hecho sentir a través de la voz del chileno Lucho Gatica con: «La puerta se cerró detrás de ti/ y nunca más volviste a aparecer/ Dejaste abandonada la ilusión/ que había en mi corazón por ti».

Con o sin razón se ha pregonado al mundo que México es el país en donde el pueblo canta sus penas y llora las alegrías. Es por ello que todo estudioso iberoamericano interesado en ahondar en las investigaciones relacionadas con las emociones y sus expresiones sociales trágicas encuentra en la tierra azteca un botín de información escrita y cantada que ayudan al análisis del sentimiento erótico-pasional asociado a la conducta criminal. El complejo de posesión y dominio por parte del hombre con relación a la mujer, junto al uso del alcohol como droga para ahogar los dolores provocados por la separación o el desamor conducen con relativa frecuencia a una violencia que enluta a familias e incluso pueden llegar hasta el total exterminio de esa unidad social.

Para quienes nos ha tocado el nada grato rol de analizar los cadáveres de hombres y mujeres víctimas de los conflictos conyugales que cada día son más comunes en las mesas de autopsia, se vuelve un reto inaplazable el indagar las razones emocionales que mueven al alma de estos hombres endemoniados a aniquilar a sus compañeras para acto seguido cometer el suicidio. No negamos que se dan situaciones ocasionales en que aparte del desahogo sentimental se esconde una ganancia financiera, sin embargo, estos casos son más que la regla la excepción.

Los datos de las circunstancias que predominan en los experticios forenses son los de individuos celosos que entienden que su mujer le está siendo infiel con otro hombre y deciden matarla, así como el de la pareja separada en donde el despechado marido amenaza con asesinar a su concubina junto a los hijos. Mucha gente asume la peligrosa e inocente posición de que perro que ladra no muerde. Craso error, cuando el ex marido se encapricha y se obsesiona con la idea de que la madre de sus hijos debe regresar con él a las buenas o las malas y amenaza con herirla mortalmente si no accede a su petición, debemos asumir que la intención es real y por lo tanto se deben tomar las medidas preventivas de lugar para evitar el desenlace fatal.

Rara vez se da el crimen de una pareja en la República Dominicana sin que existan múltiples episodios de violencia verbal y física que precedan a la tragedia fatal. Tanto familiares, vecinos y autoridades tienden a subestimar estos capítulos previos al epílogo de esta fatídica novela real. Existe aquí un fuerte componente cultural enraizado en siglos de costumbres que nos hace ver como bueno y válido el que un psicópata haga y deshaga a su antojo como le plazca con su propiedad sexual privada.

Las drogas, empezando con el alcohol, son un fuerte aliado de la conducta criminal del Homo sapiens dominicano. Se estima en un 70% la presencia del etanol en la sangre de los homicidas que perecen en estos dobles crímenes, triste y dolorosamente en crecimiento dentro del seno de la sociedad criolla.

Alertamos a todos los sectores involucrados en esta grave problemática nacional, a fin de que incluyan en su agenda de prioridades el tema de los mal llamados crímenes pasionales de la justicia dominicana.

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