Crimen y castigo

Crimen y castigo

MANUEL E. GÓMEZ PIETERZ
Cesare Bonesana, marqués de Beccaria, nacido en Milán (1738-1794); sin ser abogado y ni siquiera estudiante de derecho, es considerado sin embargo, creador de la teoría penal moderna. Su clásico ensayo «De los delitos y de las penas», escrito en 1764, fue acogido por la Europa de la Ilustración como una obra maestra.

Beccaria introdujo la noción de «aritmética política» para establecer una escala de los delitos «proporcional» al daño social que ocasionen, así como el principio de que debe haber una relación establecida entre delitos y penas sujetas a la misma proporcionalidad. «Para que cada pena no sea una violencia contra un ciudadano privado, debe ser esencialmente pública, rápida, necesaria la menor de las posibles en las circunstancias dadas, proporcional a los delitos, dictada por las leyes». Una de mis espaciadas lecturas en la Enciclopedia Internacional De Las Ciencias Sociales de la Editorial Aguilar, me ha inspirado este artículo.

Todo delito debe forzosamente conllevar una pena cuya magnitud guarde proporción con el daño causado. Es función de la Ley calificar el delito, establecer las penalidades y garantizar los justos derechos del prevenido durante el inevitable curso del proceso. El más grave delito es obviamente la conspiración para subvertir el orden social y atentar contra la paz ciudadana y la integridad de la República. Configuración del crimen de lesa patria cuyo castigo máximo debe sobrepasar la raya del escarmiento.

El gobierno cuya rama ejecutiva concluyó su administración el pasado 16 de agosto en curso, fue desde su inicio y de hecho una asociación política con fines conspirativos, que particularizó las funciones y los poderes públicos en exclusivo beneficio de la cúpula partidista y sus facciosos y turiferarios con evidente intención de permanecer a cualquier precio en el poder. Las nuevas, legítimas autoridades gubernamentales, apoyadas por los segmentos no contaminados por la corrupción que corroe a los demás poderes del Estado, deben adoptar con severa determinación el develamiento y el desmontaje de esta conspiración aún en curso. 

Comenzamos a escribir este artículo en medio de un apagón que se extendió a 16 horas. Ocurrió el lunes que las nuevas autoridades habían señalado como inicio de la regularización del sistema. El día siguiente a un domingo de apagones esporádicos y breves. Que elevó la confianza ciudadana en el gobierno que trabaja y soluciona. La prensa reportó escuetamente una caída general del sistema eléctrico. A nosotros nos sobrecoge la gran duda: ¿sabotaje? ¿Un progresivo estadio de la conspiración? Esperemos, el tiempo dirá.

Todo tiene su tiempo. Ello es expresión de la bíblica sabiduría. Este es el tiempo de Restauración global y total. Así, escrita con mayúscula inicial para resaltar su magnitud y urgencia. Tiempo de retornar al punto donde la ignorancia, la irresponsabilidad, la cínica ineptitud y la corrupción populista, comenzó a apartar la República de su real y posible destino. Pero volver a la senda perdida exige como requisito ineludible, un castigo proporcional al daño criminalmente causado. Que debe ser supremo, no sólo como ejemplarizador disuasivo de repeticiones futuras; sino como precondición necesaria para que la superación de esta crisis sea viable. Desmontar la conspiración es lo primero. Lo demás vendrá como añadidura por la capacidad y el esfuerzo del nuevo gobierno.

El pueblo soberano que el 16 de mayo emitió su mandato, espera. La sociedad ofendida, clama justicia y espera. Pero ¿cual es la magnitud de la ofensa, y la extensión del daño? Aquí el delincuente no es el individuo criminal que asesina en serie a su víctima individual. Aquí en cambio, el delincuente victimario es un colectivo; un grupo partidario asociado cuya víctima es la sociedad, no vaga y difusamente afectada; sino puntual y repetitivamente perjudicada en todos y cada uno de sus ciudadanos. El efecto integral sobre la sociedad, la República y la nación; bien podría ser la subversión del orden, la quiebra de la paz ciudadana, el estado de anarquía, y la enajenación de la soberanía nacional. Llegado a este punto; el crimen de lesa patria se habrá consumado.

La historia recordará en sus anales a quienes perpetraron ese crimen, como traidores a la Patria. Ellos serán objeto de anatema por las generaciones futuras.

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