Conviene borrar la impresión causada por la retórica oficial de que se pretendería batallar a tiro limpio y mano dura contra la delincuencia sin reparar en costos para el Estado, un énfasis que conviene que se refiera principalmente a destinar mayores recursos para hacer eficientes los mecanismos de vigilancia y persecución basadas en métodos profesionales para cada nivel delincuencial.
Los al menos cinco asesinatos interpretados el viernes como desafío al poder que había anunciado una guerra abierta a la delincuencia presentan una connotación de eficiencia criminal organizada y alta gama.
Se trataría de algo alejado de la ratería y del accionar de pandillas con capacidad letal, ciertamente, pero sin el sustrato de origen mafioso con amplitud de recursos para agredir a la sociedad y la tenebrosa contratación de sicarios, una y otra vez.
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Son harina de otro costal los grandes negocios subterráneos con conexiones internacionales y dados a sangrientas reacciones a nivel local que crecen en capacidad de matar sin contemplaciones por la altísima rentabilidad de sus operaciones infames.
Existen otras carreras delictivas mayores que se han manifestado en asaltos con perjuicios millonarios a bancos y transportes de valores solo posibles con efectiva y siniestra logística.
En sus autores reside la dureza de una criminalidad superior a ser combatida con rastreos sofisticados y seguimiento de pistas con recursos modernos. Cerebros del bien contra cerebros del mal.