El crimen pasional se ha enseñoreado de nuevo, en la última semana, en este espacio insular. La incomprensión, el afán de posesión y la ignorancia han vuelto a campear por sus fueros.

Víctimas de los desbordados celos, han caído en los primeros meses de este año 80 mujeres, a manos de sus parejas o ex compañeros.

No se puede hablar de santidades, empero, en una época en que las infidelidades se han entronizado.

Pero nadie tiene absoluto derecho a disponer de la vida de otro ser humano. Solo Dios puede asumir esas facultades.

Se irrespeta a  la mujer al maltratársele por cualquier insignificancia; se hieren sus sentimientos cuando el hombre abandona la responsabilidad contraída de proveer los alimentos, la educación o el techo familiar.

Sabemos que el trasfondo está en el secular atraso de una sociedad que no ha encontrado un Estado responsable de aplicar las leyes con la debida severidad.

Pero que tampoco ha propiciado una educación-base para evitar que esos agresores lleguen a la adultez sin la conciencia y los mínimos conocimientos de lo que es el respeto a sus congéneres.

Estamos sin dudas en presencia de una lacra social que ha encontrado terreno fértil para la comisión de sus exabruptos, para descargar sobre la mujer dominicana todas sus frustraciones de infancia.

Importará poco que Raquel, Yanise, Giralda, Yudelka o Dolores sean los nombres de las últimas víctimas de ese monstruo que devora al país.

Estamos seguros de que no hemos llegado al final del triste y estremecedor drama humano.