Criminalidad interurbana

<p>Criminalidad interurbana</p>

Operadores del transporte turístico afirmaron el sábado que con frecuencia sufren asaltos a mano armada mientras prestan servicios en las principales carreteras del país.

Hicieron  la denuncia con toda formalidad ante la Secretaría de Turismo, a la que concurrió  un nutrido grupo de propietarios de autobuses.

Revelaron que la mayor incidencia de pistoleros que despojan a los turistas de sus pertenencias ocurre en la ruta del Este, desde Boca Chica hasta Bávaro.

Aunque inevitablemente esto provoque alarma –cosa que irrita a algunas autoridades que prefieren que las cosas negativas no repercutan-  lo cierto es que el crecimiento de la delincuencia en la vías interurbanas tiene su mayor  explicación en la casi total ausencia de vigilancia policial.

Existe, apenas, un programa de auxilio motorizado a conductores a cargo de  Amet que parece más simbólico que otra cosa.

Es oportuno reclamar  a las autoridades que pongan con rapidez en operación una flota de unidades de radiopatrulla colocadas  en  puntos estratégicos de vías troncales. Por medio de conexiones  radiales o telefónicas con las redes del transporte turístico se propiciarían   reacciones instantáneas dirigidas a prevenir hechos o perseguir malhechores.

Hay que lograr  una relación de causa y efecto con la difusión mediante vallas de números telefónicos que permitan a cualquier automovilista  comunicarse con la Policía para poner en  movimiento a sus efectivos. Con firme voluntad y presteza la Policía debe resguardar a los viajeros.

Fe y comunidad
Así como algunas voces, incluso de obispos, han recomendado a las comunidades organizarse contra la violencia y el crimen, vendría al caso exhortar también a una mayor participación de ministros religiosos de todas las denominaciones en la tarea de organizar, conjuntamente con juntas de vecinos, actividades que contribuyan a la formación ciudadana y al esparcimiento sano de la juventud.

En ocasiones la falta de respuesta  y diligencia de moradores  de sectores urbanos impide que fructifiquen  los esfuerzos del Estado en favor de comunidades.

Es el caso de Capotillo, donde se bien es válido criticar el incumplimiento de aspectos del programa Barrio Seguro como sería la promesa de crear allí una escuela laboral, otras cooperaciones del secto oficial sí llegaron pero están subutilizadas.

El Instituto Dominicano de Telecomunicaciones (Indotel) instaló  allí un sistema de computadoras pero no ha aparecido el recurso humano,   preferiblemente voluntario, que promueva  su utilización por los jóvenes y adultos que carecen de recursos para integrarse a la informática.

Sacerdotes y pastores evangelicos –que por lo regular están prestos a promover labores sociales- deberían comprometerse  más con las barriadas pobres para integrar   asociaciones que activen el desarrollo de la artesanía,  la asistencia social básica  y, sobre todo, la prevención del uso de las drogas.

Cuidado con las estadísticas
No hay dudas de que un número importante de delitos graves son resueltos por la Policía con regularidad, gracias en parte a que los medios de comunicación  transmiten la fuerte presión de una sociedad que reclama protección y garantías.

¿Es esto motivo suficiente para dormirse y bajar la guardia?

Subestimar el potencial de criminalidad en República Dominicana, donde las conductas  delictivas relacionadas con la aguda desigualdad social, el fracaso del sistema educativo y la desintegración familiar han sido una cruda realidad, resultaría riesgoso.

Creer que estamos en camino de vivir en un mejor país sólo porque la Policía resuelve una buena proporción de los  crímenes resaltados por la prensa, sería desconocer que las causas de la delincuencia  son complejas y que en verdad se hace muy poco para eliminar sus raíces.

Las autoridades no deben ignorar, además, que la sensación de inseguridad y las preocupaciones mayores de la colectividad tienen que ver en gran medida  con epidemas barriales  de robos y asaltos  que en la mayoría de los casos no trascienden de los sitios en que ocurren ni van a parar a las estadísticas. Es por eso  que no se puede creer demasiado en esas estadísticas y  siempre hacerlo con un ojo cerrado y otro abierto.

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