Crisis anunciada y avisada

Crisis anunciada y avisada

Hace varios meses en esta columna publiqué un trabajo asegurando que la economía norteamericana se encontraba cayendo en crisis a pesar de las aseveraciones del Presidente Bush en el sentido de que la economía “está bien y es estable y se encuentra bajo control”, recordaba yo en aquella ocasión.

Sin embargo, contra toda lógica y seguramente contra las opiniones de buena parte del cuerpo de asesores del Poder Ejecutivo, el Presidente optaba por asegurar que no había motivos de preocupación, comprometiendo aún más su imagen y las proyecciones de su partido de cara a las elecciones del próximo noviembre. Era asumir la defensa de una causa que desde ya se veía perdida.

Ya expliqué que de acuerdo con la metodología norteamericana, la economía se declara en secesión si por dos trimestres consecutivos se registra un decrecimiento. Técnicamente así lo estiman, pero ello no quita el hecho cierto de que la economía pueda estar en crisis aun sin registrar un decrecimiento – que ahora muchos pronostican que se producirá en el 2009.

Bastaba observar el comportamiento de los fundamentos de la economía para poder precisar que la situación económica general se desplomaba hacia una crisis. Desde bien temprano en el 2007 las señales eran claras – y a ello me referiré en el próximo trabajo. Ahora la situación es clara y ha plantado la alarma y, como era de esperar, el pánico.

También meses atrás advertía, en el trabajo mencionado: “La incertidumbre, el temor o pánico, la duda, pueden generar reacciones en cadena creando un escenario de desastre. Por ejemplo, el temor o la sospecha de que pueda profundizarse la restricción al crédito que se ha observado en la economía mundial en semanas recientes pudieran llevar a una venta masiva de acciones y, en consecuencia, al derrumbe de sus cotizaciones en las bolsas de valores”.

La semana recién transcurrida ha sido un verdadero desastre para la economía norteamericana y, por supuesto, para la mundial. La quiebra de gigantescas instituciones financieras y la intervención, por la vía de la adquisición, por parte del Estado norteamericano, de casi el 80 por ciento de las acciones de una de las aseguradoras más grande del mundo – AIG – ha agudizado la situación de crisis. Increíble, el gobierno de los Estados Unidos asumiendo la propiedad de una enorme empresa privada.

La incertidumbre provocaba durante la semana recién concluida un deslave dramático en el valor de las acciones. El miércoles el Índice Dow Jones cerraba muy por debajo de los 11 mil dólares, cuando unos meses atrás había plantado un récord, rebasando los 14 mil puntos.

La tormenta económica no ha pasado. Esta semana que comienza hoy traerá más zozobra.

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