Crisis con Haití

Crisis con Haití

Porque vivimos en un mundo global, el rechazo de países de diferentes tamaños de la sentencia del Tribunal Constitucional podría tener más consecuencias negativas para el país, que la ruptura de las relaciones diplomáticas de los países miembros de la OEA en agosto de 1960, en aquella ocasión se nos prohibió exportar 322 mil toneladas de azúcar crudo libre de arancel a los Estados Unidos, se hizo después del magnicidio. Ahora, además del rechazo de la OEA, la Comunidad del Caribe (Caricom), integrada por 15 países muy pequeños la mayoría, con una población total de 17,640,000 habitantes, dice que no nos quiere en su seno, advirtiendo que en bloque nos perseguirán en todos los escenarios internacionales, porque coordina el mercado común en el Caribe y la política exterior de los Estados miembros.

Es el resultado del trabajo eficiente de la diplomacia de Haití, que con inteligencia y ecuanimidad tenemos que responder pero como un problema migratorio, no con voces nacionalistas repitiendo que el país es soberano para decidir.Tampoco podemos sentarnos y ver hasta dónde llega el Caricom en la actual crisis, porque de Trinidad y Tobago procede el gas natural licuado que en sustitución de petróleo consumimos en la industria, comercio y transporte por un monto anual de US$220 millones. Aunque el suministro lo hace la empresa británica Atlantic Basin Services Ltd., el producto se origina en Trinidad-Tobago, para su interrupción basta una decisión vinculante de los jefes de gobiernos del Caricom. La alternativa sería costosa, tendríamos que importarlo de Argelia, el Oeste de África o del Oriente Medio, mientras apelamos al Tribunal Europeo de Justicia, la jurisdicción competente porque pertenecemos a los foros ACP, AEC y Cariforum.

Al meter los dos pies en el mismo zapato el Tribunal Constitucional le ha creado un delicado problema internacional al gobierno de Danilo Medina, olvidó las raíces históricas de la problemática migratoria, manejar el tema con prudencia, sabiduría y paciencia, teniendo en cuenta aspectos cruciales como la histórica superposición de razas y culturas, con sus externos conflictos de intereses. Evitar dar un salto al vacío diplomático, mezclar innecesariamente problema migratorio-administrativo con soberanía que no puede estar en discusión, porque sabemos quiénes somos, tenemos nuestra propia identidad y conocimientos de las raíces históricas que constituyen la nacionalidad dominicana. Lo demostramos durante la ocupación haitiana, la historia registra que fortalecimos el hispanismo para contrarrestar las pretensiones de Boyer de haitianizarnos.

Fueron aspectos dejados de lado por el ensayo académico del Tribunal Constitucional, como también que nuestra independencia de Haití no conllevó control de la frontera, por lo que nunca se interrumpió totalmente el flujo migratorio hacia el Este. Lo mismo sucedió con el comercio fronterizo, dominicanos y haitianos seguimos intercambiando ganado por alimentos y textiles durante muchos años, a pesar de intentos fallidos de prohibiciones, estableciéndose la constante histórica de rechazo de la clase media y los pobres en defensa de sus intereses, como sucedió recientemente con los pollos, huevos y otros productos. Es decir, nunca tuvimos una política que frenara la masiva entrada de haitianos, lo que necesitamos ahora, pero sin retroactividad para no causar daños humanos innecesarios. Mientras, un vocero oficial, solo uno, debe referirse al tema y cuando sea necesario.

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