Crisis de comunicación en la era de la información

Crisis de comunicación en la era de la información

Snayder Santana

Por: Snayder Santana

El concepto de comunicación, así como el concepto de información, en la era actual tienen un radio de acción sumamente amplio, por lo cual en este artículo pretenderemos analizar algunas variables sobre una crisis que advertimos en el plano local, en el manejo de la comunicación gubernamental, política e institucional en el contexto de la era actual, en la que la información fluye constantemente desde y hacia todas las direcciones que pudiéramos imaginar.

En tal sentido, pretendemos abordar el tema desde las relaciones publicas y la comunicación política, como fuentes indispensables para la agenda comunicacional de cualquier país en el contexto actual, sus alcances, contradicciones y puntos de encuentros, así como la confusión que se produce en el ejercicio de las mismas que, degenera en la profundización de la crisis que pretendemos desnudar y evidenciar.

Las relaciones publicas como disciplina, constituyen una actividad basada en la gestión de los públicos, que pueden implementar las instituciones, empresas u otros actores sociales, con el fin de crear, mantener y/o fortalecer el vínculo con los mismos, a través de diferentes herramientas y acciones de comunicación, resulta útil destacar que la génesis de las relaciones publicas la podemos encontrar en el ejercicio de la comunicación política.

Cuando hablamos de comunicación política, entiéndase esta como esa ruta de doble vía, que va desde los medios de comunicación y su influencia en el espectro de lo político, así como esa relación que emana desde los espacios y sistemas políticos hacia los medios de comunicación y que, sin lugar a dudas los influencia.  Sin embargo, no podemos olvidar que los medios también son un espacio político desde el punto de vista de la relación de poder que subyace en estos y que toda comunicación en la sociedad constituye de alguna forma una acción política.

Desde una mirada si se quiere metafísica, el proceso de tecnificación, digitalización y globalización de las herramientas de comunicación que ha experimentado el mundo en los últimos 30 años, y más específicamente en la última década, han reconfigurado los roles de los profesionales y actores de los procesos de comunicación. Así también, ha logrado mover de su eje a quienes eran el centro y objeto de dichos procesos, desconfigurado también ha quedado el rol del receptor de la comunicación, que en la era de la información y la internet mas que receptor ahora juegan un doble rol de emisor y receptor de información, e interlocutor de la comunicación, casi sin mediación alguna.

Este proceso acelerado de avance constante y sostenido, genera a su vez desarrollo en los procesos de producción de información, hace mucho más accesible la comunicación al tiempo que, democratiza la capacidad de incidir de la población, pero también, genera una serie crisis de legitimidad y veracidad de la información, así como un debilitamiento acelerado del rigor profesional del trabajo de comunicar, tanto en la comunicación política, como en las relaciones publicas y en las demás dimensiones de la comunicación.

Una mirada pragmática a esa relación necesaria entre el rol de las relaciones publicas y la comunicación política per se, en nuestro país nos tropezamos como una crisis cada vez más evidente, mucho más notoria en la coyuntura actual fruto del cambio de gobierno que removió toda una estructura comunicacional, que se encontraba estática por casi dos décadas, tanto la estructura comunicacional de relaciones públicas gubernamentales, como todo el entramado comunicacional contestatario que, pasa en gran medida al tren gubernamental y que debe ahora reconfigurar su narrativa a la defensa de procesos nuevos y desconocidos para muchos de los actores involucrados. Todo lo anterior sumado al peso específico que juegan las redes sociales en estos tiempos.

Esta movilidad fruto de la restructuración del entramado estatal, genera todo un “nuevo relato” en materia de comunicación e información, lo cual sin lugar a duda deja en evidencia el divorcio conceptual y práctico de la comunicación de relaciones públicas, la vocería y la comunicación política. Al llegar a una institución publica el incumbente nombra a un encargado de comunicaciones, un relacionador o relacionista público, estos comunicadores, periodistas o comunicólogos, en muchas ocasiones no vienen del palo político, no son propiamente del canon de la política, por tal razón en algunas ocasiones al no manejar la técnica y el leguaje político, carecen de la profundidad en el análisis de lo político para advertir una crisis que lejos de aplacarla encienden la misma.

Esto de ninguna manera significa que sean malos profesionales, tampoco que no sepan hacer su trabajo, es solo que, en algunos casos puntuales, sus habilidades de comunicación, la plataforma teórica de la que parten para ejercer la función no se corresponde con el tipo de comunicación que se necesita poner en accion, por tanto, el formato del mensaje, el tiempo, espacio y a veces hasta el contenido del mismo es inadecuado lo cual lo hace ineficaz y en el peor de los casos genera distorsión en la interpretación.

Ante ese panorama se cuecen las crisis de información, las guerrillas de desinformación y las crisis de popularidad o legitimidad de instituciones y funcionarios públicos, así también se pone en entredicho la profesionalidad de comunicadores que fungen de voceros o relacionistas de instituciones públicas.  Un departamento de comunicación de cualquier institución pública en la actualidad más allá de un vocero o vocera debe contar con un equipo multidisciplinario en el área de la información la comunicación y el manejo y producción de contenido que cumplan con rigor técnico profesional y en el cual se encuentre como eje trasversal el análisis de lo político.

Las instituciones públicas estatales, son esencialmente instituciones políticas, su función es ejercer el poder, diseñar políticas públicas y desencadenar procesos políticos continuos, no son ni deben ser agencias noticiosas ni programas de televisión, planteado así, vemos la necesidad de  pasar de acciones comunicacionales noticiosas o faranduleras, a darle un matiz político a los procesos de información y comunicación, para lo cual debe partirse de una estrategia política estatal para comunicar. La falta de claridad en la necesidad de politizar los procesos de comunicación es la que permite que en ocasiones la agenda comunicacional y la agenda de acción del gobierno sea definido por las tendencias de redes sociales, este fenómeno invierte el proceso y pone las acciones del gobierno a caminar sobre una plataforma acéfala que no responde a un proyecto elaborado de políticas públicas de Estado, por tanto, no puede preverse los efectos o resultados de dichas acciones.

Es por todo lo anterior que planteamos la necesidad de que la comunicación externa de las instituciones del gobierno y Estado parta de desde lo político y genere procesos políticos, para lo cual es necesario establecer una pirámide de comunicación política estatal que sea rectora de las relaciones publicas mediante, un equipo que produzca procesos de comunicación integrada y escalonada, que defina las estrategia, formule el contenido de los mensajes y estos pasen a una segunda fase  donde el contenido  se traduzca en todas las demás formas de comunicación y se adapte a  todas las herramientas de la comunicación, diseñar las estrategias tomando en cuenta la segmentación de los públicos, el momento político y el mensaje específico que se quiere o que convenga comunicar según sea el caso.

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