El pasado 26 de septiembre y en el marco de la 77 Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) el Consejo de Seguridad anunció la preparación de un conjunto de “medidas” para enfrentar la crisis que sacude Haití.
Estados Unidos y México, a la cabeza del plan, dijeron que pronto se sabrá de la resolución, mientras el representante de China llamó a castigar a los grupos armados e imponer un embargo a la venta de armas.
La República Dominicana, en voz de su canciller Roberto Álvarez, recordó en la reunión de la entidad mundial, que ya el presidente Luis Abinader ha señalado en varias ocasiones la necesidad de “pacificar y abrir un diálogo político” como vías para apagar la violencia en Haití.
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Pero Haití es tierra de nadie. Sin justicia, sin Congreso, sin Gobierno, sin servicios públicos, y sin la capacidad algunas de convocar elecciones. Una Somalia más en manos de pistoleros que dirigen saqueos, secuestros y chantajes.
Día a día brotan más manifestaciones, más pedidos de renuncia contra el primer ministro Ariel Henry (quien pende de un hilo), más ira contra los altos precios de los combustibles y los alimentos, más caos y más fuego en las calles. Y ahora se suma el cólera.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el cólera ha surgido en los sectores bajo control de las “milicias”, y el país tiene presente las miles de muertes que dejó la pasada oleada.
Se espera que el Consejo de Seguridad adopte una resolución que traiga sosiego a Haití, pues hasta ahora, la diplomacia ha tenido mecha corta en esta tierra sin rumbo a la vista.