Crisis de jerarquías políticas

Crisis de jerarquías políticas

EDDY PEREYRA ARIZA
Cuando en el tejido de la lucha política se comenzó a utilizar la palabra crisis, se identificaban los conflictos de los partidos políticos a la continuidad de sus directivos en los puestos de mando y la falta de aprobación de las nuevas generaciones, menos preocupadas por las situaciones de poder y más atraídas por formas de participación política ágiles y con menos burocracias.

Subsiguientemente, se ha hablado de una crisis de credibilidad de los partidos políticos revelada ésta en un descenso del número de votantes activos y en una apatía ciudadana por los asuntos partidistas, lo que derivado en la proliferación del llamado tercer sector. Este compuesto por las entidades no gubernamentales (ONGO´s) y asociaciones de profesionales, especialmente las respaldadas por grupos de poder, le han quitado espacio en los medios de comunicación y en la atención pública a los partidos políticos.

Ciertamente, estudios de investigación de mercado realizado por empresas acreditadas han establecido que existe un proceso de desconfianza de la población en los partidos políticos, principalmente en los llamados mayoritarios. Estos resultados han permitido sustentar el discurso de intelectuales y grupos de presión que repiten el mensaje del derrumbe del sistema de partidos en compañía de sus liderazgos y sus estructuras de apoyo.

Mas en el fondo de las averiguaciones, se ha determinado que existe un déficit de democracia, debido a que ni la situación económica ni la política se corresponden con la social. De ahí que esta pérdida no afecta con exclusividad a los partidos políticos, sino a todos los grupos e instituciones en donde predominan políticas tradicionales y jerarquías ancladas.

Absurdamente, los partidos políticos, siendo las instituciones que más se relacionan y le dan servicio social y humanitario a la población, han abandonado prácticamente su comunicación y niveles de influencia con las organizaciones sociales habituales y viven desconectadas de las emergentes.

En tal perspectiva, la crisis de la política que afecta al subconjunto social de los partidos políticos y demás organizaciones es consecuencia básicamente de la lógica autoritaria de carácter jerárquico que centraliza, excluye e imposibilita el desarrollo de las ideas y el liderazgo de las personas.

La mala gestión de los partidos que alcanzan el poder, la corrupción administrativa y las promesas electorales incumplidas se añaden a los factores que fundamentan la narrada pérdida de confianza. De ahí que ante la crisis de la política tradicional, hayan emergido representatividades políticas considerables como son las asociaciones, los movimientos sociales y las nuevas ONG´s.

Más allá de la llamada sociedad civil se está comprobando igualmente la reaparición anárquica de la población. Este retorno apunta a la existencia de una forma de autoorganización de lo social de carácter autónomo, libertario.

De modo que los males que agobian a la esfera política, sumado a la ausencia de repuesta social, están haciendo que los ciudadanos intenten otras soluciones al margen de las instituciones organizadas, muy especialmente del gobierno. Una solución está dirigida a la abolición de la jerarquía por la democratización y otra de ellas está enfocada a solucionar los problemas individuales y sociales.

A esa solución se inscriben, de un modo deliberado y explícito, los denominados “nuevos movimientos sociales”. Sin embargo, tampoco estos actores recientes se han salvado de la antipatía política que desgasta y trastorna el ancestral idealismo del ejercicio político autoritario.

El otro movimiento que brota, más potente pero espontáneo, hace referencia a la importancia de las sociabilidades de base segregan en lo social dando lugar a las comunidades, de naturaleza informales, de amistad, vecindad o a las masas.

En este caso, los participantes de tales agregados no aparentan tener voluntad ninguna de reestructurar lo político y muestra de ello es la inactividad, la ausencia de participación o la abstención.

Empero, cuando se constata la deserción del sueño político de un lado y la creación de estas nuevas y efervescentes sociabilidades en otro, se puede llegar a la conclusión de que, lo social actualmente no orienta ninguna esperanza o devoción hacia el subconjunto de lo político sino que lo inclina sobre sí mismo, sobre su totalidad.

El razonamiento de esta reflexión permite presumir que la sociedad está aceptando menos las promesas de la política tradicional limitando su demanda de cambio futurista. Y por el contrario, busca lograr sus aspiraciones y suplir sus necesidades de manera práctica e inmediata en las calles, con el grito de ¡actuar ya!

Con igual rigor ha de anotarse que los partidos políticos como subconjunto reproducen crisis como consecuencia de su política tradicional; que el total de las instituciones han entrado en un deterioro mayor que los partidos debido, entre otros factores, al refuerzo electoral de que estos disponen, y que el dominio jerárquico se aísla de la nueva realidad recibiendo otro aviso o contesta social: el surgimiento de la antipolítica, de la autoorganización, del orden de la anarquía y del desplazamiento de lo simbólico por lo necesario.

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