Crisis de la democracia… ¿en “América”?

Crisis de la democracia… ¿en “América”?

En las series de televisión estadounidenses nos topamos con aporías del lenguaje cuando tratan de traducir el nombre de la gran nación de Norteamérica y de sus ciudadanos. Porque los migrantes europeos, pobres, analfabetos en su mayoría, se acostumbraron a pensar en América refiriéndose solamente a Estados Unidos de Norteamérica. Algo no fácil de resolver, porque según la ciencia de la Geografía, América es todo el continente, y todos sus habitantes, caribeños incluidos, somos americanos (americans). No sería correcto llamar Estados Unidos a un solo país, habiendo otros que constitucionalmente se llaman así: Estados Unidos del Brasil, Estados Unidos de Venezuela, Estados Unidos Mexicanos.
Como se ve, también sobre el lenguaje y las palabras tiene cada quien que luchar por lo suyo. Sobre todo cuando alguien con el mismo nombre adquiere más liderazgo y prensa que los demás.
Alexis de Tocqueville, dos siglos atrás, sumamente impresionado con el éxito del sistema republicano e institucional de la democracia estadounidense, escribió sobre la dialéctica entre el pueblo, con vocación y actitud democráticas, por una parte, y las instituciones creadas por dicho pueblo, por la otra. También analizó peligros potenciales de dicha democracia estadounidense, como el de degenerar en formas de despotismo (suavizado). Destacó el papel del cristianismo como “factor influyente para el establecimiento de la república democrática”, esencial en la defensa de la libertad y la igualdad; aunque entendía la conveniencia de la separación del Estado y la religión.
También advirtió contra la tiranía de las mayorías, el despotismo popular, la violencia partidista y la subordinación de los más capaces a los prejuicios de los ignorantes, así como la ausencia de libertad intelectual, entre otras advertencias, muchas de las cuales el estado norteamericano se ha cuidado en prevenir.
Ciertamente, hay mucha dificultad en cuanto manejar un sistema tan complejo, sin extraviarse, precisamente, en lo que respecta a los valores centrales del mismo: La igualdad, la justicia, la libertad y el respeto y protección a todos por igual. De hecho, entre estos valores suelen surgir contradicciones irreconciliables. Juan Bosch advirtió, a su vez, contra el surgimiento de fuerzas político-económico-militares de tipo oligárquico (“pentagonismo”).
Entre las tendencias oligárquicas, por una parte y el relajamiento que producen el bienestar, la abundancia y el consumismo en el presente, por la otra, se producen vacíos institucionales, organizacionales y de poder que se expresan en formas diversas de alejamiento entre los ciudadanos y las elites y activistas políticos. Un distanciamiento al cual Robert Michell se refirió en su teorema sobre “la Ley de hierro de la oligarquía”, y que conspira contra la esencia de la democracia, la participación del ciudadano; permitiendo, por ejemplo, que en unas elecciones presidenciales el ciudadano tenga que elegir entre candidatos respecto de los cuales tiene pocas simpatías, carentes de carisma, visión y credibilidad; al tiempo de esperar pocas transformaciones y mejorías de su sociedad. Circunstancias que generan preocupación, que no evidencian su conveniencia para ese gran país ni para el resto del mundo. Que el Señor bendiga a América y a los americanos…¡A todos!

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