Crisis de partidos o partidos en crisis

Crisis de partidos o partidos en crisis

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Desde el ajusticiamiento de Trujillo y durante todo el proceso de transición democrática, los partidos mayoritarios fueron construidos alrededor de sus figuras hegemónicas. Joaquín Balaguer, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez tenían rasgos autoritarios y sus respectivas organizaciones expresaron más la voluntad de sus jefes que el interés en institucionalizar el aparato político.
El PRSC, PRD y PLD se diseñaron para y por sus líderes. Y cada intento democratizador y emergencia de nuevos talentos terminaban triturados por la naturaleza autoritaria de los que aceptaban las potencialidades de sus colaboradores, sólo bajo la condición subalterna. Así la fase posterior a la muerte de esos dirigentes excepcionales no liquidó sus hábitos, provocando una extraña fascinación en los relevos de seguir cabalgando el camino del favoritismos y promociones muy divorciadas de los parámetros donde el talento sirva como mecanismo de ascenso y legitimidad. En esencia, los caudillos querían en los mandos de sus plataformas electorales a los “manejables”, y desaparecidos éstos, se asumió como regla un control formal de la dirección en manos de los con “menor potencialidad”.
Cuando Rafael Alburquerque y Fernando Álvarez intentaron emerger decretaron su liquidación. Y si bien es cierto, José Francisco Peña Gómez logró sobrevivir, su rol en 1965 y la salida de Juan Bosch en 1973 del PRD crearon un espacio inteligentemente aprovechado por él, para levantarse como líder indiscutido de su organización.
Como el liderazgo partidario post Peña, Bosch y Balaguer obedece a un contexto social y político diferente, lo que surgió no puede parecerse a lo anterior porque la nueva realidad demandaba de figuras capaces de retratar el pliego de aspiraciones de una sociedad que, como la nuestra, sigue con los ojos en las espaldas debido al componente esencial de éstos tiempos: lo económico sustituyendo la formación, la naturaleza corporativa de exponentes esenciales y una fatal ausencia del componente ideológico en el debate de los líderes. ¿Fatalidad, desgracia o sello de los nuevos tiempos?
Nuestros partidos no poseen el afán diferenciador. Por el contrario, para desgracia de los ciudadanos todos se parecen en su operatividad institucional. Uno del PRD, PRSC, PLD y PRM fácilmente se asocian en la articulación de una plancha directiva en los gobiernos municipales o cualquier mecanismo de decisión porque son “otros” los elementos que lo aproximan. Desde esa óptica es que se entienden los esquemas de partidos sin capacidad de articulación más allá de las fronteras organizativas debido a su imposibilidad de hablar y entender el lenguaje ciudadano. Para una parte de la partidocracia dominicana, el único símbolo existencial es el de la sobrevivencia, y en esa jungla, casi siempre la racionalidad anda de vacaciones. Aquí se explica la crisis de los partidos, no porque las plataformas colapsaron, sino que su descalabro lo define la gente que regentea los instrumentos diseñados para el beneficio de sus amos.

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