Crisis de sanidad social

Crisis de sanidad social

Agotados los dedos y cansada la mano de mover las páginas del calendario hacia la izquierda, he logrado confirmar lo que otros han venido diciendo desde hace siglos: el Homo sapiens es un animal de costumbres. Cierto que uno nace con una enorme programación biológica, pero también es verdad que ningún ser humano nace ladrón, ni asesino, ni mentiroso, ni holgazán, así como tampoco embaucador.

Cada uno de nosotros, agrádenos o no, es el producto de las enseñanzas del hogar, la escuela, la calle, en fin, del trajinar por la vida. Somos una mercancía social, hijos legítimos de la sociedad en que despertamos, vivimos, dormimos y morimos. Nadie nace sabio; cada día que pasa aprendemos algo, sea bueno, o sea malo, pero siempre agregamos algún tipo de conocimiento a la caja de herramienta personal.

Esta cadena de pensamientos afloran a mi mente cada mañana que recibo el informe de las personas fallecidas que están pendientes de autopsia. Al anochecer vuelvo a reflexionar contemplando los resultados de los diarios análisis forenses. A ello debo adicionarle las decenas de diagnósticos hechos en los pacientes hospitalizados. Ese registro de personas enfermas y fallecidas cotidianamente es lo que me permite hacer inferencias estadísticas acerca de la casuística de morbilidad y mortalidad en la República Dominicana. Convencido estoy de que aquí en la tierra de Duarte y de Luperón muere mucha gente a destiempo y cientos de miles padecen de males evitables. Cuando veo a un jovencito que cae abatido por una bala asesina disparada por otro joven con o sin uniforme, en nombre del orden, de la ley o del delito me percato de la presencia de un cáncer social que devora el alma nacional. Cada vez que miro a un adulto o al anciano que visita la emergencia hospitalaria y es luego despachado a su hogar, sin diagnóstico, pero con una receta para un calmante, que luego agrava su cuadro clínico y muere súbitamente, ya sea en su casa, o en camino de nuevo a la clínica, me convenzo de que hay mucho espacio por andar en la búsqueda de una mejoría en la calidad de los servicios médicos. Contemplo una panorámica que muestra a niñas embarazadas tempranamente, quizás por ignorancia, tal vez hijas de la promiscuidad o del morbo citadino; mezclada con la de miles de jovencitos manejando y textiando drogados, enajenados y ensordecidos por el ruido musical transmitido a niveles de decibeles incompatibles con la resistencia timpánicas del oído humano. Aturdido por esta diaria pesadilla, me sacudo, salgo a la calle, hago catarsis en el ámbito académico y luego me entrego en los brazos del trabajo práctico. Soy notificado de que la secretaria llegará tarde porque fue asaltada por quinta vez cuando se dirigía a laborar.

La conserje tampoco está presente pues está poniendo una denuncia por violación sexual y pérdida de sus documentos de identidad. Otra de las técnicas fue impactada por un vehículo cuyo embriagado conductor no detuvo su alocada carrera, dejándola herida y abandonada a merced del buen samaritano.

La ciudad está gravemente enferma, urge del rescate con un equipo multidisciplinario de hombres y mujeres sanos con pensamiento radical a lo Martí. Combatamos el mal en su raíz; desyerbemos la huerta y plantemos la semilla del bien común para que mañana podamos disfrutar de una cosecha rica y saludable.

 

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