¿Crisis del libro, la lectura o la educación?

¿Crisis del libro, la lectura o la educación?

Con relativa frecuencia están cerrando sus puertas importantes librerías dominicanas, asediadas por la disminución en la comercialización de los libros, un problema real cuya génesis hay que ubicarla en el descenso abrumador de los niveles de lectura.

El periódico Hoy publicó recientemente un reportaje del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, el mayor porcentaje correspondió obviamente a la Argentina, no es una sorpresa, sino la constancia de un esfuerzo de nación sostenido en torno al desarrollo educativo y cultural. Mi generación creció interesándose por la lectura entre otras cosas a través de la revista argentina Billiken (fundada por el pensador uruguayo Constancio C. Vigil y la Editorial Atlántida) que incitaba a la lectura. Aquí fue creada Tobogán, que jugó un importante papel, pero lamentablemente desapareció.

Los argentinos han seguido insistiendo en lo real, la educación que en definitiva es la que forma lectores. Aquí atónitos observamos llegar alumnos a la universidad y en breve sondeo para determinar sus conocimientos previos ubicamos que desconocen clásicos dominicanos como Over, de Marrero Aristy, o el Quijote para señalar un clásico de la literatura universal, y lo que es peor cuando usted le ordena que estudie y luego le explique una de estas obras, se estima que se trata de un profesor que tiene métodos compatibles con la «Santa Inquisición». ¡Qué abuso leer un libro entero!

Obviamente para el desarrollo educativo se necesitan abundantes recursos, los libros tienen en la actualidad un alto costo, pero en medio de toda esta soledad educativa y cultural no puede obviarse que desde hace varios años diversos sectores insisten en la necesidad de aumentar el presupuesto de educación que tiene un ínfimo porcentaje en relación al PIB, y la respuesta es que no hay condiciones «técnicas» para hacer una inversión tan «costosa».

Es más importante realizar obras de relumbrón, que insuflar desde la niñez el amor a la lectura. Porque soy profesor universitario viajero en las regiones Norte y Sur puedo hablar con conocimiento de causa de esta problemática, una de las respuestas más frecuentes del estudiante que llega a la universidad es que en la educación básica no existen bibliotecas escolares lo suficientemente aprovisionadas para cumplir con estas necesidades. Hay otra respuesta más compleja y procede de aquellos estudiantes con buenos recursos económicos y egresados de grandes centros bilingües: «en mi colegio no me enseñaron esos temas».

 El problema tiene otras vertientes, no podemos soslayar la comercialización del libro, tenemos muy buenas imprentas, pero no contamos con editoras reales. Los autores debemos asumir la edición, promoción y comercialización de las obras, algo insólito, todo compatible con la «todología» de nosotros y precisamente somos los autores dominicanos los más perjudicados, algunas librerías acogen los libros a consignación, los venden y después viene el calvario para saldar las cuentas.

Obviamente con grandes excepciones como sería el caso de Librería Cuesta, que han desarrollado iniciativas ponderables para promover la lectura y venta de libros, medidas a emular. Por el contrario, tenemos el caso de otro gran centro comercial que ahora inaugura grandes sucursales en todo el país, pero han reducido de modo drástico la venta de libros de autores dominicanos en sus centros desde hace varios años, porque los libros de autores nacionales no son tan comerciales como la venta de plátanos, yuca y cosméticos.

Otro aspecto a mencionar es la reducción de los espacios para la difusión cultural y educativa en los medios de comunicación, en la televisión se pueden contar con los dedos de las manos programas con estos niveles, los periódicos han reducido estos renglones, obviamente se han logrado mantener espacios muy importantes como Areito y Vivir en Hoy y sus secciones de reportajes especiales como la de Angela Peña; Semana en El Nacional y las columnas culturales de José Rafael Sosa, y Que Pasa; La Buena Lectura y Bureo de El Caribe; la Sección de Cultura de Acento; Las Lecturas del Diario Libre; Las Sociales de El Día y Ventana del Listín Diario.

Al Estado muy poco le costaría suscribir las bibliotecas escolares en todo el país a los periódicos, para que los estudiantes entiendan que allí se inserta la vida diaria nacional e internacional, no solo los horóscopos, ni las páginas deportivas. En medio de esta vorágine de la educación y la cultura, seríamos injustos si no mencionamos algunos esfuerzos principalmente en el área de la promoción de la lectura, como la imponente labor editorial del Archivo General de la Nación y del Banco de Reservas, de igual modo de la Secretaría de Cultura (pese a su exiguo presupuesto) además de la edificante Feria del Libro (aunque tiene sus bemoles por la insípida presencia de múltiples empresas estatales que ni siquiera auspician la edición de un libro), las Ferias regionales y su importante labor editorial, ahora con el ensayo de la creación de una librería para incentivar la promoción del libro.

En las universidades la producción editorial ha desaparecido, en la UASD el Economato provoca lástima. Se impone sacudirnos de la modorra, pero el mayor esfuerzo y responsabilidad corresponde a nuestro apático

Estado, con la muy absurda paradoja que tenemos un Presidente que es un magnifico bibliófilo.

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