Crisis del sistema eléctrico

Crisis del sistema eléctrico

Juan Bolívar Díaz afirma que desde que la deuda con los generadores privados de electricidad roza los cuatrocientos millones de dólares, comienzan los apagones. La Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE) procura rescatarnos de esas interrupciones del servicio. Para lograr un respiro, abonará ciento diez millones de dólares a la deuda acumulada. ¿Satisfará ese dinero a los generadores? ¿Encenderán sus máquinas electrógenas para ofrecer el servicio, por nueva vez, de manera regular?

Cuando se unen la observación de Juan Bolívar con la promesa de la CDEEE, mi memoria acude al ayer. En cierto modo abreva en recuerdos de interrupciones eléctricas, manejadas por manos dominicanas. Ahora, víctimas de presiones que a veces asumen carácter de extorsión, estamos indefensos. Porque la capitalización de la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE), hizo ajeno un bien de capital que se utiliza contra los intereses populares.

Muchas veces nos quejamos contra las administraciones de la CDE. Nos quejábamos porque el sindicato pugnaba contra los jerarcas y, en la lucha, los platos rotos eran pagados por los usuarios. Nos quejábamos porque la plantilla de trabajadores sobrepasaba el número de los operarios indispensables. Pegábamos el grito al cielo porque intuíamos que un acendrado apego a modos muy criollos de administración, empobrecían a la CDE.

Tanto gritamos contra la CDE, que el Presidente Leonel Fernández nos tomó la palabra. En su cuatrienio de 1996 al 2000. se desprendió de la CDE. Todavía no está claro el procedimiento seguido y los años, que padecen del mal de Alzheimer, se ocuparon de lograr el olvido. Mas el problema subsiste. Estoy entre los que, con gritos agoreros previeron que la privatización no solucionaba nada. ¡Cuánto me habría gustado equivocarme!

Ahora, las interrupciones del servicio tienen causas inmanejables para los dominicanos. Contamos con plantas cuyos operadores prefieren no encenderlas porque de todos modos cobran por ellas. Plantas, conviene decirlo, cuyo valor todavía debe el país a los proveedores que las fiaron, aún cuando las vendimos como vaca muerta. Además, el chorro de empleados de la vieja CDE se ha multiplicado entre alguna decena de empresas en las que se gana en dólares. Y por supuesto, estos valores se nos cargan a los consumidores que pagamos por un servicio que falla no sólo con interrupciones.

Volver la vista atrás, como pueden advertir, no es ejercicio tranquilizador. Porque ahora, capitalizada la vieja CDE, los dueños de los equipos que generan electricidad nos aporrean desde que la CDEEE les debe más de cuatrocientos millones.

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