Observando el comportamiento de los distintos partidos políticos que integran la estructura como base del sistema político dominicano (y desde mi rol de militante de uno de ellos) y como grupo de personas con ideas y tendencias comunes, con propósitos y objetivos definidos: una ideología para la toma del poder, queremos observar lo que a nuestro juicio son las debilidades que afectan el éxito prolongado de unas conquistas políticas a favor de gobernantes y gobernados que garantice el fortalecimiento de las instituciones y la estabilidad, con soluciones tangibles para todos, para que el país haya podido alcanzar la madurez y el fortalecimiento de las instituciones que organizan el funcionamiento del Estado.
Al evaluar el comportamiento en el tiempo de las estructuras dirigenciales de los partidos políticos, hemos observado debilidades e inconsistencias de distintas características, las cuales, a nuestro entender, han provocado las múltiples crisis y divisiones, que no solo han limitado el logro de sus objetivos desde la dirección del Estado, sino que han provocado la ineficacia del aparato del Estado y de sus instituciones en perjuicio de toda la sociedad, así como la incertidumbre de sus dirigentes, militantes y simpatizantes.
A nuestro juicio, esas debilidades e inconsistencias tienen sus manifestaciones más notorias en la existencia de frágiles estructuras organizativas e institucionales; en la falta de programas de formación política e ideológica; y en la ausencia de planes, programas y objetivos que garanticen la unidad e integración de todos sus miembros.
Este panorama explica el pobre desarrollo institucional y la vulnerabilidad de los organismos de dirección, los cuales, en distintas coyunturas políticas y electorales, son presa fácil del germen de la división y victimas de todo tipo de desviaciones, afectando el éxito de sus propósitos y objetivos, y peor aún, atomizando el sistema político del cual forman parte. Estos señalamientos tienen sus manifestaciones más dramáticas en el pobre desempeño institucional de los partidos políticos existentes en la República Dominicana y que son la base de nuestro sistema político. Esta realidad explica la existencia de una práctica negativa en la vida de los partidos, la cual se expresa en vicios y males, tales como el clientelismo, el transfuguismo, entre otros, todo ello como corolario pernicioso que imponen y practican las cúpulas dirigenciales y bloquean la posibilidad de establecer prácticas y comportamientos de desarrollo democrático, vía la educación, como única alternativa que dé un rayo de esperanza, para la reformulación de un nuevo estilo de organización fundado en ideologías, valores y principios, que en un mediano plazo permitan mejorar la vida institucional de los partidos políticos, que sería también, mejorar la vida de las instituciones políticas, cuya base es el sistema de partido.
No queremos terminar nuestras opiniones sin resaltar lo que es un gran paso de avance en nuestro sistema político: la aprobación de las leyes 15-19 y 33-18 sobre el régimen electoral y sobre los partidos, agrupaciones y movimientos políticos. Ojala que los actores políticos más importantes y las organizaciones no partidarias de la sociedad hagan conciencia sobre la necesidad de poner al día estos dos instrumentos legales importantes para la vida institucional del país, así como una reforma consensuada y oportuna de la constitución Dominicana mediante el sistema de La Constituyente, donde pensemos en plural sobre la mejor manera de actualizar las instituciones del Estado y de la sociedad, para la mejor convivencia en justicia social, política y económica de la República Dominicana.