Crisis europea…

Crisis europea…

JULIO SANTOS-CAYADO
Todo parecía magnífico, maravilloso, en la Comunidad Europea. Se había logrado la unidad en los aspectos políticos y económicos. Los lectores que han tenido la oportunidad de visitar algunos de los países de la Unión pudieron comprobar que las fronteras básicamente están diluidas. La gente pasa de un país a otro sin que les toquen su equipaje, ni les revisen sus pasaportes; trabaja en un país o en otro como si fuera el propio.

El signo monetario ha sido adoptado por prácticamente todos los países que constituían el núcleo original de la Unión, simplificando el comercio.

Los países más desarrollados, las economías más sólidas, ayudan a los menos, volcando centenares de millones de euros. Se ha mejorado el nivel de vida de países que como España y Portugal habían quedado rezagados, aislados por sus largas dictaduras.

Los políticos que diseñaron el modelo europeo desde la década de los cincuenta habían venido haciendo un trabajo extraordinario del cual pueden mostrar incontrovertibles logros. Quizás esos mismos logros llevaron a generaciones posteriores de dirigentes a llenarse de satisfacción o prepotencia y ver por encima de sus pueblos. El sentir popular pudo haber tomado tintes sombríos u opacos, difíciles de detectar con los lentes de la burocracia política enquistada en Bruselas. Revistas reconocidas como «Der Spiegel» en Alemania escribieron sobre la «Dictadura de la Burocracia» europea.

La incorrecta lectura del anhelo popular en, por lo menos, dos países fundadores, Francia y Holanda, probablemente también en Inglaterra, movió a clase dirigente, a la burocracia de Bruselas, a tomar dos medidas que al parecer rebosaron la copa de los franceses y holandeses. Se amplió la Comunidad Europea para abarcar nuevos países, ahora 25 en total, pendiente aún la admisión de Turquía que en algunos medios del continente resulta muy controversial. Segunda, se redactó una constitución para la Comunidad Europea.

Lo interesante del caso es que cada una de las medidas tomadas, las primeras y las dos últimas, fueron votadas por los parroquianos de los diferentes países y todas aprobadas, en excepción de la Constitución Europea, con más del 50% de los votos emitidos.

¡Oh, sorpresa!, cuando la Constitución Europea fue rechazada por dos de los países fundadores de la Unión. ¿Qué había pasado?, se preguntaban todos los medios europeos.

Entonces, comenzaron a salir las diferentes lecturas del comportamiento de los votantes de Francia y Holanda. Inglaterra suspendió su referéndum y en Italia se oyeron propuestas de volver a la lira. «Dictadura de la Burocracia», «Pérdida de Empleos a Manos de Plomeros Polacos», «Migraciones Masivas de los Nuevos Países Miembros»; éstos y muchos más fueron artículos y comentarios que pude leer y escuchar. Sin embargo, las esperanzas no se habían perdido; estaba programada una reunión del más alto nivel y ahí se resolvería todo.

Desafortunadamente, la reunión de alto nivel no sólo no resolvió el problema, sino que lo profundizó aún más. Inglaterra y Francia discrepaban en asuntos fundamentales del presupuesto de la Comunidad. La cumbre fue intensa, cubierta por los medios desde todos los ángulos pero los esfuerzos sólo llegaron a poner en acuerdo de desacuerdo a Francia e Inglaterra. Tenían una seria diferencia de enfoques sobre la aplicación de los dineros recaudados por los países y aportados al presupuesto común. Francia apegada a los subsidios agrícolas e Inglaterra insistiendo en un modelo de desarrollo que aportara más a la investigación. Francia con ojeriza ante la posible entrada de Turquía, Inglaterra considerando esa incorporación como un paso fundamental para el futuro a la Comunidad Europea.

Roto el silencio y puesta en evidencia las grandes diferencias entre fundadores de la Unión, comenzaron a surgir exigencias de otros países de menor peso económico. La burocracia, sin embargo, insistía en que el referéndum sobre la constitución debe continuar en los otros países a pesar de que para aprobarla, la decisión ha de ser unánime.

La Comunidad Europea se debate ante la más grande crisis de su historia, cada cual con sus opiniones y propuestas de soluciones, entre las que no faltó la comparación y pregunta de ¿por qué los Estados Unidos de América eran una federación y Europa no lo era? ¿Oí bien? ¡Semejante anatema para la conciencia europea! Sin embargo, el tema fue objeto de un amplio panel televisado.

La gran escisión planteada por Francia, Holanda e Inglaterra frente a la constitución y la discrepancia presupuestaria entre Francia e Inglaterra auguran un largo período de negociaciones que requerirán de mucha imaginación y trabajo.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas