Crisis haitiana: orígenes e impacto en la realidad dominicana (1 de 2)

Crisis haitiana: orígenes e impacto en la realidad dominicana (1 de 2)

Este artículo partirá desde un abordaje basado en las experiencias acumuladas durante los años de seguimiento y análisis a las relaciones dominico-haitiana. El mismo, procura aportar un contenido crítico, constructivo y propositivo, que contribuya a generar una mirada más aterrizada a la problemática vigente.

En este tenor, para comprender a profundidad la crisis endémica que vive Haití y entender la compleja situación que enfrenta la República Dominicana (un país con grandes problemas estructurales pendientes de superar), es preciso conocer parte de la historia de esta nación, así como los indicadores más relevantes que envuelven su compleja realidad social, política y económica.

La realidad de Haití ha sido una de las más difíciles vividas por una excolonia, ya que, después de romper los lazos de subordinación con las grandes metrópolis europeas, proceso que, ligado a la falta de un liderazgo fuerte y comprometido con el desarrollo de esta nación, le hizo quedarse muy rezagado ante el crecimiento y avance de los demás estados emergentes del Continente Americano.

De esta manera, la primera República Negra del mundo (1804), desde su fundación ha sido escenario de explotación e imposición de gobiernos autoritarios al servicio de los intereses de las grandes potencias del mundo, siendo esta una de las razones fundamentales que la han sumergido en la extrema pobreza.

En consecuencia, el país vecino es el más pobre del continente, donde 4,7 millones de haitianos sufren de una aguda crisis alimentaria; su desigualdad social y económica es incomparable con los demás países de la región.  Toda su riqueza se queda concentrada en un pequeño grupo, el cual obtiene el 64% de los ingresos totales de la nación y el 20% más pobre tiene sólo el 1%, de acuerdo a cifras del Banco Mundial.

Asimismo, se suman las graves amenazas sanitarias que enfrenta la población de este país vecino, con enfermedades de diferentes índoles y de carácter crónico como son: diarreicas, malaria, sida, tuberculosis, cólera y filariasis linfática (según datos de la OPS, tiene la mayor carga de las Américas).

En adición, conforme al Índice de Percepción de la Corrupción, Haití está entre los países más corruptos del mundo, lo que muestra que no cuenta con una clase política confiable y mucho menos con interés de aportar a su desarrollo. Este desorden institucional y la ausencia de un interés nacional que predomine en la conciencia de sus gobernantes, lo han llevado a convertirse en un Estado desértico, que sólo cuenta con el 2% de la capa vegetal, lo que dificulta su desarrollo agrícola e industrial.

La irresponsabilidad de los gobernantes haitianos, ligada a las promesas incumplidas por la comunidad internacional, lleva a la salida de miles de ciudadanos haitianos, que se aventuran a emigrar en búsqueda de las oportunidades que les han sido negadas en su patria. El país por excelencia para esta migración, lógicamente por las condiciones de cercanía geográfica, es la República Dominicana, donde el 85% de la población de inmigrantes es haitiana, de acuerdo al informe Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI) del 2017.

Esta situación incrementa los flujos migratorios, exponiendo a los ciudadanos haitianos al maltrato y discriminación por muchos de los países que se niegan a recibirles en sus territorios, como son los casos de Estados Unidos, Las Bahamas y en los últimos años Brasil, Chile, Perú y Ecuador. De acuerdo a Human Rights Watch, Estados Unidos y otros países repatriaron a casi 41.000 personas haitianas por vía aérea y marítima entre enero de 2021 y septiembre de 2022, lo que evidencia una política de fronteras cerradas para estos ciudadanos, mientras por otro lado, se presiona a la República Dominicana para que no realice deportaciones.

Origen de la crisis haitiana

Después del asesinato de Dessalines en octubre de 1806, se generó una guerra interna en Haití, que dividió el país en dos Estados, uno declarado un reino encabezado por Henri Christophe, el otro en una República gobernada por Alexandré Petión. Estas ansias desmedidas de poder llevaron a reducir a la nueva nación a través de conatos y conflictos internos, que, sumados a las intromisiones de las potencias, llevaría a Haití a su destrucción en el devenir del tiempo.

Esta voracidad de las élites gobernantes les fue comprometiendo con los intereses extranjeros, cediendo la soberanía de su país y con ello, sacrificando el futuro de su población.

La historia de Haití está plagada de gobiernos déspotas, entreguistas y criminales. Sus malas decisiones fueron endeudando el país y empujaron a que recibieran la primera intervención norteamericana en el 1915, durante la gestión de Woodrow Wilson, quien justificó la misma diciendo que se hacía para defender los intereses del Banco de Inversión Estadounidense Kuhn, Loeb& Co.

La intervención dejó como herencia un ejército formado bajo las directrices norteamericanas, un pequeño grupo con el control económico (mulatos) y una clase política formada bajo la democracia del garrote. La dictadura de los Duvalier desde 1957 hasta el 1986, es una ejemplar ilustración del legado de la intervención.

Después de varios años de inestabilidad política en Haití se realizaron en 1990 las primeras y únicas elecciones democráticas, saliendo electo como presidente constitucional Jean-Bertrand Aristide. Por las posiciones de carácter nacionalista y en favor de los derechos de la población pobre haitiana, el gobierno de Aristide fue derrocado, a los 7 meses de estar en el poder.

Otra vez la injerencia de Estados Unidos estuvo detrás de este golpe de Estado, que género inestabilidad y miles de asesinatos políticos por parte del ejército haitiano. Después del caos y de la amenaza que significaba la llegada de cientos de inmigrantes a las costas de la Florida, deciden regresar nuevamente a Aristide al gobierno, quien llegó con el mandato de responder a los intereses de los Clinton.

Esta cierta estabilidad solo duró hasta el 2004, cuando nuevamente una intervención de marines norteamericanos depuso a Bertrand Aristide, coincidencia histórica, ambos golpes de Estado se organizaron en las administraciones de la familia Bush.

Falsas promesas de la comunidad internacional

En el 2004 el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la resolución 1542, estableciendo la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH). Esta misión tendría como objetivo “Ayudar al Gobierno de transición a establecer un entorno seguro y estable; ayudar en la supervisión, reestructuración y reforma de la Policía Nacional de Haití; prestar asistencia mediante programas integrales y a largo plazo de desarme, desmovilización y reinserción; prestar asistencia para el restablecimiento y mantenimiento del estado de derecho…”

Sin embargo, ningunas de las condiciones que se establecieron para propiciar la reconstrucción de Haití, así como permitir el fortalecimiento democrático de este país, se han logrado al día de hoy. Al contrario, han sido un factor esencial en el agravamiento de los problemas del pueblo haitiano.

De este modo, Haití ha sido convertido en centro de la caridad mundial, en beneficios de las grandes empresas multinacionales que responden a los intereses de los países que conformaron la MINUSTAH.

Durante los 13 años que duro la MINUSTAH, no se logró cumplir con el proceso de reconstrucción de Haití, los recursos que se comprometieron a llegar en el 2004, así como los ofrecidos a propósito de los terremotos del 2010 y 2021 se quedaron como falsas promesas, que nunca alcanzaron el tope de lo requerido para lograr solucionar la crisis humanitaria haitiana que hasta el día de hoy persiste.

Los resultados visibles de esta intervención son más gobiernos corruptos, la policía es un aparato represivo, vinculada al crimen organizado y la población sigue armada, constituida en bandas creadas por los mismos grupos políticos, haciendo de este país uno de los más peligrosos del continente, un narco-Estado, de contrabando, drogas, armas y migrantes. El alto nivel de criminalidad de las bandas existentes, se puede verificar en el reporte que hace la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití (BINUH), que informó de 1,349 homicidios y 877 secuestros durante el año 2022.

Crisis política

La actual crisis haitiana está ligada a procesos electorales cuestionados como fraudulentos, donde salieron electos Michel Martelly en el 2011 y posteriormente su pupilo Jovenel Moïse en el 2016. El período de gobierno de Jovenel Moïse, se caracterizó por la ausencia de legitimidad, la convulsión de movilizaciones sociales y la acusación de corrupción en el manejo de los fondos de Petrocaribe.

La crisis de legitimidad del gobierno de Moïse propicio serias protestas en todo el país durante el año 2019, situación que se complicó, después que el mandatario decidiera suspender por dos años las elecciones parlamentarias. En el 2020, Jovenel Moïse disolvió el parlamento y empezó a gobernar por decreto, creando una seria crisis de gobernabilidad, que concluiría con el magnicidio perpetrado 7 de julio del 2021.

El actual primer ministro Ariel Henry fue designado con la encomienda de organizar unas nuevas elecciones, que debieron desarrollarse durante el 2022, proceso que sigue pendiente, generando serias dificultades en el orden constitucional, pues gobierna sin parlamento y sin legitimidad popular. 

Este dramático panorama, muestra un Estado colapsado, donde sus instituciones democráticas son inexistentes, su clase política está desconectada del interés nacional y una comunidad internacional alejada del compromiso de aportar a la solución de una nación destruida por las malas decisiones impuestas por ellos mismos.

En el próximo artículo estaremos abordando el impacto de la crisis haitiana en la sociedad dominicana.

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