Garantizar una alimentación completa a sus ciudadanos, sin excepciones, debería ser una de las principales obligaciones del Estado; no ocurre así y por ello se registran altos déficit nutricionales, sobre todo en la muy vulnerable población infantil pobre y de extrema pobreza
Además se padece masivamente una ingesta insuficiente de proteínas y calorías porque los salarios mínimos colocan a la mayoría de las familias en ingresos que las propias estadísticas de las autoridades revelan estar por debajo de los niveles que servirían para cubrir necesidades apremiantes en los hogares humildes.
La malnutrición, a la que contribuyen además el alto desempleo y el bajo gasto social, está a punto de agudizarse.
Tradicionalmente esta nación se ha beneficiado de los subsidios que recibe la industria lechera en los países ricos.
Importamos una buena parte de nuestro requerimiento de productos lácteos, pero las nuevas políticas de la Unión Europea restará ayuda a sus exportaciones de lácteos.
Está por comenzar una nueva realidad internacional que, en primer lugar, obligaría a las autoridades a extender protecciones e incentivos al sector ganadero local para que mjore su producción crezca y eficiencia.
Ya el Estado fue sensible a la crisis del sector de zonas francas y reaccionó con medidas específicas de apoyo.
Lo mismo, o quizás en mayor medida, habría que hacer en pro de los dueños de fincas lecheras, grandes y pequeñas, para que un alimento por excelencia como es la leche no aumente considerablemente de precio por motivos de escasez, a más de que los importadores de lácteos que son parte inseparable de un todo industrial- deben recibir tratamientos especiales del Estado para evitar graves encarecimientos.
Habló por el pueblo
El sacerdote salesiano Jesús María Tejada, párroco de la emblemática y muy apreciada, por generaciones de capitaleños, parroquia de Don Bosco, ha formulado una fuerte crítica a lo que llamó falta de acciones oficiales, lo que a su juicio contribuye a que aumenten la violencia, la delincuencia y la criminalidad.
Y dijo crudamente, y con hipérbole, que lo que pasa es que aquí no hay gobierno.
Las autoridades deberían poner mucha atención a este duro y absoluto modo de decir las cosas, porque si se abrieran muy bien los oídos en cada barrio de esos que viven acosados por la simple pillería o por la criminalidad mayor, se escucharía el mismo reproche en boca de la gente común.
Cuando Santo Domingo solo tenía millón y medio de habitantes, la Policía tenía el mismo numero de agentes en servicio, destacamentos y unidades móviles que ahora y cuidado si no eran más.
La ciudad ha crecido y su vulnerabilidad es mayor. En estos momentos en que por diversos factores sociales (desempleo, falta de escolaridad y de paternidad responsable) las acciones delictivas son el pan de cada día, la gente siente que los guardianes del orden son escasos; y sobre su entrenamiento y preparación profesional, además, no hay mucha garantía.
Vivimos acosados por malhechores (un 30% de ellos menores de edad) y sin embargo la Policía no ha podido librarse de la rémora que constituyen las muchas personas privilegiadas por tráfico de influencia que cobran sueldos en la institución sin rendir ningún servicio a la ciudadanía.