Crisis política e institucional

Crisis política e institucional

No solamente en nuestro país, sino en toda la región de Centro y Sudamérica, salvo Brasil, existe un generalizado sentimiento de incertidumbre sobre el futuro, una peligrosa desconfianza sobre la capacidad del sistema judicial y de los aparatos militares y judiciales  de garantizar la seguridad y el orden público y un descreimiento hacia los políticos.

El hecho de que un síndico en ejercicio y aspirante a un nuevo mandato tenga que ir con chaleco antibalas a votar en las primarias de su partido, que con fusiles en manos, en Cevicos, un grupo intercepte y se apodere del vehículo donde llevaban las boletas electorales de su partido, que militantes emblemáticos de algunos partidos se conviertan de un día para otro en nuevos tránsfugas, no solamente evidencia la corrupción, descomposición y practicas gansteriles en que discurre el mundo de la política dominicana, sino que como sociedad parece que nos disolvemos.

Preocupa, sin embargo, que ante esta crisis institucional de los partidos, salvo algunos signos, en la esfera de lo social no se nota una tendencia que exprese un enfrentamiento a esta  circunstancia, sino todo lo contrario, la tendencia  es hacia el repliegue a lo privado o al comunitarismo sin sentido de globalidad, vale decir: político.

La tenencia de muchos militantes de los principales partidos de no reconocer reglas que normen los procesos eleccionarios de cara al calendario del sistema político, significa una autonomía de los grupos e individuales militantes frente a los órganos de dirección, que a su vez se relaciona con la peligrosa tendencia de autonomía de partidos en relación a otras esferas de la vida social: la económica.

Este fenómeno se ha ido conformando a través de un proceso de disolución de los linderos que separa la clase política del sector empresarial.

De la primera surgen nuevos empresarios y del segundo surgen los nuevos dirigentes de los partidos. Por eso, cuando se plantea que nuestros políticos son muy independientes con relación a todas las esferas de la vida social, uno podría plantearse si lo que realmente acontece no es que ha surgido una peligrosa de dominación política fruto de la imbricación de lo económico y lo político que ha privatizado lo público. Un asalto a la cosa pública fruto de una alianza entre la esfera económica y esfera política.

Un alto puesto en el partido significa una mayor posibilidad de un puesto en el sector público, remunerado de acuerdo a la exclusiva discrecionalidad de quien lo ostente. Una posibilidad de potenciar y/o crear su empresa ligada al puesto que ostente en la esfera pública y finalmente, un ascenso social impensable fuera de la actividad política.

Eso, en parte, explica la dificultad de hacer convenciones y procesos eleccionarios internos en los partidos sin los grandes sobresaltos, sin los grandes y pequeños tránsfugas y sin que se blandan armas de todo tipo y calibre.

Una crisis de gobernabilidad de los partidos que necesariamente profundiza la crisis institucional de la sociedad dominicana y, para decirlo con Gramsci, su crisis su profunda crisis moral e ideal.

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