Crisis quisqueyana en evolución

Crisis quisqueyana en evolución

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Lo que se inició como un choque más en las relaciones de los dos países de la isla, cuando en Hatillo Palma un haitiano asesinó a una joven dominicana, se ha convertido con el paso de los meses en el preludio de una crisis de impredecibles definiciones, y máxime cuando el vecino país está inmerso en una accidentada campaña electoral, que ninguno de los candidatos pueden mostrarse como amigos de los dominicanos, pese a que varios tienen sólidas bases financieras y de amistad locales.

La relaciones, desde aquel día en Hatillo Palma, han tomado un derrotero de los malentendidos y de las declaraciones provenientes, tanto de los haitianófilos y de los haitianos y los haitianófobos en que parecería que el coliseo para un espectáculo a muerte se está organizando para un cercano duelo. No hay dudas que las pasiones se han ido desencadenando, y los extremistas de ambos bandos están de pláceme al ver que tienen un campo propicio para darle rienda suelta  a sus pasiones mal contenidas y desfasadas, para llevar a los dos países a un enfrentamiento irracional y destructor para las dos poblaciones.

Dominicana y Haití llevan a cabo desde hace años una política del temor, de la vacilación y de ignorarse. No se han atrevido a establecer reglas claras para la inmigración controlada, que cada día aumenta a medida que se empobrece el territorio occidental y aumenta la demanda de la mano de obra haitiana para las más diversas labores en el territorio oriental de la isla quisqueyana.

No hay mucho espacio para que los dominicanos y su vacilante diplomacia retomen la iniciativa, frente a una diplomacia haitiana mucho más experimentada y capaz, que lo demuestra de como llevan el juego de presentarnos ante el mundo como los agresores y que no se quiere permitir que los haitianos establezcan una circulación libre por toda la isla, anulando la frontera. Tan solo a los dominicanos nos faltaría ponernos en posición claudicante y supina, para que los haitianos continúen haciendo de nuestro país el culpable de todas sus desgracias y permitirle que avancen hacia oriente, recuperando lo que una vez fue tomado por ellos en 1822.

La diplomacia dominicana ha tenido muchos fallos en sus relaciones con Haití, solo con escasas excepciones en los pasados 45 años, en que hubo determinación y responsabilidad durante las administraciones del doctor Balaguer. Desde aquellos años se ha seguido un derrotero del temor, y de no saber que hacer al tratar un problema, que Estados Unidos, Canadá y Francia, hábilmente lo están empujando para que los dominicanos sean las víctimas, perdiendo su identidad cuando se nos obligue a unirnos a ellos en una sola nación quisqueyana.

Ya no hay espacio para tantas vacilaciones y temores diplomáticos; se le debe exigir a las naciones amigas a que asuman sus responsabilidades y no le cierren sus territorios a los haitianos ya que en Canadá son una fuerza migratoria importante en que ya la delegada de la corona inglesa es una dama de origen haitiano. A Haití se le ha prometido miles de millones de dólares en ayuda para iniciar su rescate, pero todo se ha vuelto sal, agua y condicionamientos, pese a que Estados Unidos le ha dado una importancia esencial por la forma de como los trata en que sus más importantes funcionarios los visitan con cierta frecuencia, e ignoran por completo a la nación oriental de la isla. Tal proceder habla a las claras de las intenciones norteamericanas para con el país, que una vez le exigieron que se le permitiera establecer campos de refugiados en el territorio, exigencia que fue rechazada vigorosamente por la administración del doctor Balaguer. Para las potencias amigas de Haití, Dominicana es crucificable en aras del bienestar futuro de Haití, por eso la opinión y posición dominicana debe ser expresada con firmeza y responsabilidad sin negociaciones raras que hagan claudicar nuestra herencia y a la dominicanidad plasmada en las notas del Himno Nacional.

Es innegable que el destino de las dos naciones isleñas está ayuntado en una forzosa “mancuerna” de modo que todos los planes de desarrollo local deben realizarse tomando en cuenta de como asistir a los haitianos en sus necesidades mayores que las nuestras, en momentos que se lleva a cabo un proceso electoral al cual las naciones amigas de Haití han puesto las esperanzas de que sea para el renacer haitiano lo cual beneficiaría a los dominicanos que así verían aumentar el intercambio comercial, ya de por sí bastante notable, pese a los obstáculos y a los abusos de las autoridades dominicanas en contra de los infelices haitianos, que adquieren los productos locales en el comercio, y cuando llegan a la frontera, lo consideran como contrabando, exigiéndoles un peaje, que ha hecho de los enclaves burocráticos fronterizos, algo muy apetecible.

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