Crisis salpica más políticos de partido Lula

Crisis salpica más políticos de partido Lula

BRASILIA (EFE).- La crisis por corrupción en Brasil no se detiene, salpica hoy a más políticos y más partidos, mientras que la oposición alienta sospechas contra el entorno íntimo del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, cuya popularidad crece pese al escándalo. 

El último episodio de lo que ya es un verdadero culebrón de denuncias salpica al ex ministro de Salud Humberto Costa, que salió del gobierno la semana pasada para asumir la Secretaría de Comunicación del Partido de los Trabajadores (PT).

La formación socialista fundada por Lula en 1980 acaba de renovar toda su directiva precisamente por el alud de acusaciones, que van desde sobornos a legisladores hasta diversas corruptelas en empresas públicas.

Según denunció hoy el diario «O Globo», antes de salir del gobierno Costa hizo imprimir, a un coste de 94.000 reales (37.600 dólares), 1.500 ejemplares de un libro defendiendo su gestión de seis meses en el ministerio, lo que puede suponer uso de recursos públicos para su promoción personal.

Al fuego en que arde la imagen del PT ya había contribuido anoche la difusión de una cinta grabada por la Policía Federal en el marco de una investigación sobre corruptelas.

El ex ministro de la Casa Civil José Dirceu y el ex tesorero del PT Delúbio Soares fueron mencionados en esa cinta como el «cerebro» y el «recolector» de «comisiones» que, al parecer, eran pagadas cada mes por la Federación de Industrias de Río de Janeiro.

Dirceu y Soares, junto con otros jerarcas del PT llevados a la dimisión por la ola de denuncias, están acusados de integrar una red que sobornaba legisladores valiéndose de dinero obtenido en empresas públicas.

El nuevo presidente del PT, Tarso Genro, admitió que el partido sufre una «crisis moral devastadora» y que «si no responde de manera adecuada, la crisis del gobierno tenderá a profundizarse».

Admitió además tácitamente que la corrupción puede haber corroído a esa fuerza política.

«En Brasil existe una corrupción sistemática, que puede absorber parte de los cuadros de cualquier partido que llegue al Estado. Un partido se diferencia de los otros si tiene duros mecanismos de control, y parece que nosotros no los tenemos», dijo.

A pesar del denso clima político, la popularidad de Lula parece incombustible.

Una encuesta de la firma Sensus para la patronal Confederación Nacional del Transporte (CNT) señaló hoy que la imagen positiva de Lula pasó de un 57,4 por ciento en mayo pasado a un 59,9 por ciento en julio, pese a los escándalos que comenzaron a estallar en junio.

Además, el porcentaje de brasileños que considera que la corrupción aumentó en la gestión de Lula subió de 31,2 por ciento en mayo a 40,3 por ciento en julio, pero la mayoría no cree que el presidente esté vinculado a esos asuntos y piensa que no sabía nada.

En la oposición, el derechista Partido del Frente Liberal (PFL) expulsó hoy al diputado Joao Batista Ramos da Silva, detenido la víspera en el aeropuerto de Brasilia con dos pastores evangélicos y siete maletas repletas de dinero.

Las autoridades debieron usar máquinas para contar los 600.000 billetes que llevaba el legislador, que sumaron unos 10 millones de reales (4,2 millones de dólares).

Los obispos alegaron que eran «limosnas» recogidas en los templos y que llevaban el dinero en efectivo por la complicada «burocracia» de la banca brasileña, pero no convencieron ni a la Policía ni al PFL.

En otro frente, el opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) se hizo eco de las sospechas levantadas contra un hijo de Lula, que en dos años ha pasado del desempleo a ser uno de los dueños de una firma asociada a una telefónica con participación de organismos estatales.

«Es otro episodio deprimente de esta gestión», declaró el senador Alvaro Dias, del PSDB, quien apuntó que «un gobierno debe ser para la sociedad, no para la familia y los amigos».

Agregó que Brasil presencia «con frustración como el nepotismo, el tráfico de influencias y los intereses familiares prevalecen sobre el interés público», y está comprobando que «la bandera de la ética fue definitivamente rasgada por Lula y el PT».

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