POR CLAUDIA DE ALBA
La Biblia dice en Isaías que Dios nos daría una señal: la virgen concebirá y dará a luz a su hijo. La palabra hebrea almah tiene el significado de  “virgen” o mujer joven. Sin embargo, la palabra se ha traducido como “virgen”  porque el hecho de que una mujer joven de a luz no tiene nada de raro, por lo que eso no sería un signo en absoluto.

Sin embargo, en el nuevo testamento, la palabra usada en griego para traducir almah es partheonos, que significa claramente virgen. El vocablo sólo significa virgen.

La Biblia nos dice que había una joven virgen llamada María. El ángel del señor se le apareció y le dijo: “el espíritu santo vendrá sobre ti, y te cubrirá con su sombra”. Siguió explicándole que se formará un niño en su vientre y dará a luz el Mesías.

Este es el modo en que Dios entró a la humanidad para traernos un segundo Adán. El hijo de Dios se hizo carne de tal modo que el Espíritu Santo estableció la concepción opartenogenosis, el comienzo virginal, sin intervención del ciclo reproductivo normal del hombre. Es por eso que se le llama a Jesucristo hijo de Dios. No era hijo de José ni de un soldado romano. En realidad, no era hijo de ningún padre humano. Fue concebido por el Espíritu Santo.

Dios hizo virtualmente una nueva creación, un segundo hombre, sin el pecado original del linaje masculino de Adán. Sin embargo, al incluir a Jesús en el árbol genealógico de María, lo hizo descendiente de David y Abraham, que cumplían las diversas promesas que Dios les había hecho. A demás, el señor recibió su naturaleza humana de su madre, María. Por consiguiente, Jesucristo era único, concebido por el Espíritu Santo, pero de “la caza y el linaje de David”.