Crítica al tipo de cambio neoclásico

Crítica al tipo de cambio neoclásico

En los dos artículos anteriores expuse la teoría neoclásica moderna del tipo de cambio: el modelo monetario y el modelo de Dornbusch. Ambos son válidos en lo referente a su consistencia lógica: sus conclusiones se derivan fácilmente de sus premisas e hipótesis. Pero  las premisas de las cuales se valen para arribar a sus conclusiones son ambas muy cuestionables.

En el caso del modelo monetario, el supuesto de que la paridad del poder adquisitivo (PPA) está siempre vigente es absurdamente irreal. Los supuestos de que: los precios de los productos son flexibles ante cambios en su demanda; que sólo los precios relativos determinan los flujos del comercio exterior y  el precio de la moneda nacional, no reflejan la manera en que funciona el mundo real en que vivimos.

Está harto comprobado empíricamente que los precios de la mayoría de los bienes no responden a cambios en la demanda,  y que los cambios del nivel de precios de un país y los movimientos proporcionales de su tipo de cambio no son automáticos. Sin embargo, estas premisas son imprescindibles para justificar la proposición neoclásica de que las fuerzas del mercado por sí mismas producen el equilibrio de la balanza comercial, algo que contrasta con la situación de la economía internacional desde la década de los setenta.

La proposición monetarista de que la inflación es un fenómeno causado por la creación excesiva de dinero por el Banco Central, yerra en dos flancos: primero, en una economía de dinero bancario, la autoridad monetaria no puede controlar la cantidad de dinero; segundo, la inflación es un fenómeno que es un resultado del conflicto distributivo entre los grupos económico-sociales (principalmente capitalistas y trabajadores) por el producto real y que está mediado por el grado de monopolio del mercado.

El modelo de Dornbusch, al introducir la importancia del mercado financiero, la tasa de interés  y  las expectativas de los agentes económicos, es un esfuerzo hacia un mayor realismo. Sin embargo, al asumir que en el largo plazo los agentes actúan según las expectativas racionales (correctas, en promedio), y que implícitamente basan sus predicciones correctas como si conociesen la teoría neoclásica, para arribar a las mismas conclusiones del modelo monetario, lo hace  vulnerable a las mismas criticas anteriores. De hecho, en ciertas fases del ciclo (particularmente durante el auge) las expectativas de los agentes son irracionales. La creencia de que la tasa de interés de corto plazo es endógena (determinada por las fuerzas del mercado), y de que en el largo plazo se ajusta a su nivel de paridad internacional, es otra hipótesis no corroborada ni por la experiencia de los países desarrollados.

En nuestro próximo artículo, expondré una teoría del tipo de cambio que, además de tener consistencia lógica, tiene el atributo de que sus premisas no están alejadas de la realidad. Ésta es la teoría postkeynesiana del tipo de cambio, la cual nos sirve para explicar de manera convincente los hechos reales del mundo en que vivimos.

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