Acaba de concluir la “Semana de los Nobel”, en que cada año se anuncian los galardones correspondientes.
Los Premios se entregan desde 1901 y son producto de la voluntad de Alfred Nobel, industrial y químico sueco que expresó en su testamento la voluntad de que su fortuna se dedicase a reconocer anualmente los trabajos científicos más relevantes en los campos de la Física, la Química y Medicina así como literatos más destacados y la mayor contribución al esfuerzo de paz.
Era un gran científico y empresario que muchos consideran pionero de las empresas multinacionales. En 1969 empezó a entregarse un premio en Economía por iniciativa del Banco de Suecia cuyo premiado se anunciará hoy.
Cuando unos cuestionan y contradicen la ciencia es oportuno recordar l hombre que ha contribuido a la difusión del conocimiento científico, Nobel decía: “Difundir ilustración es difundir prosperidad y con la prosperidad, la mayor parte de los males… desaparecerán. Las conquistas de la investigación científica… nos infunden la esperanza de que los microbios, tanto los del alma como los del cuerpo, serán exterminados gradualmente y de la única que se librará la humanidad en el futuro será la guerra contra esos microbios”.
En la portada de uno de tres libros que he escrito sobre Nobel resalto la idea de que “sin ciencia y cultura no hay desarrollo y sin desarrollo no hay paz”. Algo contundentemente irrebatible que algunos no logran interiorizar.
La selección de los Nobel es un acontecimiento esperado cada año resultando una valiosa contribución a la difusión de la ciencia y de escritores valiosos de la cultura universal así como contribuciones significativas a la paz. Sin embargo, no han estado ausentes consideraciones geopolíticas que lastran un alcance más profundo del objetivo.
El hecho de que las nominaciones se hagan por invitación de la Fundación Nobel partiendo de los premiados anteriormente, convierte el proceso en círculo vicioso que condiciona una desproporcionada concentración de premios en países y regiones.
No es que la mayoría de los premiados, especialmente en el campo de las ciencias exactas, no lo merecieran sino que, con toda seguridad, hay otros que igualmente lo merecerían de todo derecho. La responsabilidad recae en un conjunto de reconocidos científicos suecos pero es necesario democratizar plenamente el proceso de nominación y selección.
Sin dudas, Estados Unidos concentra parte de los mejores laboratorios y honorarios del mundo, lo que incide en que de 931 personas premiadas, 345, más de la tercera parte, sean estadounidenses, aunque no pocos provienen de otras naciones que han buscado las atractivas condiciones disponibles en Norteamérica y otros desarrollados.
Entre EEUU, Reino Unido, Alemania y Francia acumulan dos tercios del total de galardonados. Hay mucha ciencia meritoria en otros lares que se les ignora y subestima, a veces por razones geopolíticas. Con las mujeres pasa otro tanto: de los 931 premios personales únicamente 6.2% han sido mujeres.
Trump tenía obsesión con recibir un Nobel de la Paz. No soporta la idea de que Obama lo recibiera. Aunque el parlamento noruego, responsable de entregar ese laudo, pretende que es un proceso no político, en realidad ha incurrido en ello; aduzcan lo que aduzcan, pero era imposible darlo a quien ha hecho exactamente lo contrario, al interior de su país.