CRÍTICA
Amor y muerte: grandes temas de la  literatura universal 

<STRONG>CRÍTICA<BR></STRONG>Amor y muerte: grandes temas de la  literatura universal<STRONG> </STRONG>

 POR LEÓN DAVID
-¿Podría considerar la recurrencia del tema de la muerte como el hilo que entrelaza tu  producción en prosa con la poética?

-En verdad, me interesa la muerte como límite y misterio, no como tragedia, creo que el sentido trágico está en la vida misma. Eso es lo que busco reflejar en Edades del Instante, por eso inicio el  libro con un poema donde el único movimiento es el pie del samurai que se desplaza y luego la gota de sangre que opera como una metáfora del instante entre la vida y la muerte.

Para el Samurai la muerte, incluso la propia es un arte, ritual de pasaje,  un honor. La muerte aparece en mis textos narrativos casi sin proponérmelo, pienso que los grandes temas de la literatura universal siguen siendo el amor y la muerte: fratelli  a un tempo stesso amore y morte, como dice Leopardi. Pero en mi poesía toda hay un tono elegíaco, aún cuando me intereso por cuestiones místicas, está como telón de fondo la pérdida; por eso es que  Edades del Instante es como una culminación y cierre de este largo periplo por el misterio de los límites.

-Se aprecia sin embargo la paradoja dominando tus textos poéticos.

-Si, se debe a la influencia de cierta filosofía oriental, que enseña a vivir como los que desean la vida aún después de haber matado el deseo de vivir. Que plantea cumplir con el deber prescrito sin apego a los resultados por el trabajo realizado, como le dice Krisna a su auriga Arjuna en el campo de batalla.  El encuentro temprano con lecturas como el Mahabharata y los Upanishad, sin duda marcaron mi imaginario, haciendo que los mundos creados en la práctica mítica de la escritura estén atravesados por una mística que sedimentó en mi espíritu temprano.

-¿Crees tú que la crítica literaria ha sido desplazada por la publicidad mediática?

-Pienso que hay excelentes intelectuales con formación para el ejercicio de la crítica.  Este ejercicio debe ser asumido por hombres y mujeres con la formación necesaria. La publicidad no debe producir escritores, pues los lectores deben contar con investigadores e historiadores de la literatura y la cultura que iluminen esos rincones donde reposan las grandes producciones del país.  A veces me sorprende como el rencor y la frustración obnubila a personas que olvidan su formación y se alzan con juicios lapidarios sobre la tradición literaria del país.  Hace poco leí un artículo de Miguel de Mena, brillante sociólogo dominicano afirmando que la literatura había iniciado con René del Risco en los años sesentas y que antes de esa década nada había.  Una afirmación imposible de sostener en una investigación seria. Antes de René del Risco se escribió Rosa de Tierra, Sin mundo ya y Herido por el cielo, Vlia, y en prosa ya contábamos con  Juan Bosch, Ramón Lacay Polanco,  Ángel Lamarche,  Virgilio Díaz Grullón y muchos otros. Pero de afirmaciones como estas, negadoras de nuestra propia tradición, está plagada la historia de una literatura que se hace a despecho de esa práctica crítica.  Creo que los críticos nuestros tienen métodos -son lingüistas, semiólogos, sociólogos etc.- lo que les falta es el objeto que han desdeñado: nuestro quehacer escritural.  

Cuál es tu opinión de la poesía contemporánea en nuestro país?

-Ha tardado demasiado en emerger un grupo que históricamente rompa con la impronta ochentista. Hay un una serie de voces dispersas que no han orquestado un movimiento de ruptura y en muchos de ellos, a despecho de su natural rebeldía, late la estética que preconizó hace veinte años este movimiento y que tuvo como sede a los talleres diseminados por el país. Percibo nuevas búsquedas, pero entre los mismos cuarentones miembros de los ochenta. Modas que paradójicamente son anacrónicas, se mueven  en una onda transcultural y transtextual. Algunos apuestan a la antipoesía, a los textos conversacionales, han descubierto a Ginbsberg y Dylan sin saber que existen Luís Manuel Ledesma y  Apolinar Núñez.  Es bueno  y natural que los jóvenes exploren, pero hasta ahora  sólo están reciclando un desconocimiento de la poesía dominicana.

 Es posible encontrar lectores de poesía en estos días?

-Si aceptamos que la poesía está dispersa en la cotidianidad a donde va el ojo del artista a recogerla para ponerla en el poema, el cuadro o la obra dramática, entonces es inevitable toparse con esa torción en el decir, con ese encantamiento que se revela espontáneamente, con la metafísica adherida a la cosa más común.  Si hablamos del lector estrictu sensu, del objeto libro, la poesía cuenta con mucho enemigos, el peor de todos el difusor de literatura débil, la frivolidad massmediática y otras groserías de la vida moderna.

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