CRÍTICA
Anunziata

CRÍTICA<BR>Anunziata

Anunziata Ronzino es una artista que se transforma, que siempre se encuentra en estado de búsqueda, y que se sirve de los medios mas tradicionales con una sensibilidad siempre renovada, que nunca deja de ser la de una colorista para la que la experiencia perceptual de los trópicos le aporta la materia prima de su arte, pero no la condiciona al punto de poner límites a la creatividad con ataduras a los caminos trillados, sino que, por el contrario, se aparta siempre de lo obvio y lo concebido. Pero se detiene apenas unos centímetros mas allá, para dar espacio a la más pura y espontánea originalidad.

El tema de los naufragios, entre la metáfora y la arqueología, entre lo descriptivo y el símbolo, apela ahora a su imaginación y seduce su mirada y su mano, de modo que un universo acuoso que parece al mismo tiempo familiar y extraño, le da pie para una actitud entre inquisitiva e imaginativa, que da sus frutos en una pintura que, por su alborozo cromático, nos hace pensar en el fauvismo, pero que es al mismo tiempo asombrosamente contemporánea  en la manera de trabajar los espacios y las masas compactas de color que son los objetos sumergidos, siguiendo ese estilo de composición que describiera minuciosamente Gillo Dorffles en su estupendo «Elogio de la inarmonía», y en especial en su delicioso ensayo sobre «Leger y su femme de chambre».

La asimetría, la descompensación perturbadora y dinámica, la imagen cortada, que en el arte contemporáneo deben mucho a la influencia de la fotografía, fuera de los límites estrictos que le competen, son en nuestro tiempo el correlato visual de la desconstrucción y del fin de las grandes narrativas que encontramos en ámbitos de la cultura que van desde la arquitectura al pensamiento, y que penetran consubstancialmente las artes visuales. Aun las de apariencia mas clásica, como la pintura figurativa.

Para Ronzino el naufragio es una metáfora existencial, tanto como un pretexto para el juego de las formas y los colores. En la mayoría de los casos, los cuerpos abarcan la casi totalidad del espacio del cuadro, a fuerza de masivos y sus  formas compactas. No le interesa la desaparición en la inmensidad oceánica, sino el efectivo destino de las cosas que se sumergen. Lo sumergido no se pierde, se interna por el contrario en un ámbito donde dejan de operar las normas de lo cotidiano, y al punto en que se quiebra el impulso de la gravedad, también lo hace la red de significaciones que le daban su lugar en el mundo a la vasija sumergida, al frasco de perfume, o cualquier objeto que resume en su concreción el entramado de una biografía, de una historia, de lo humano, en cuentas resumidas.

El mundo submarino impone la promiscuidad de lo onírico, es un universo surrealizante en que los seres acuáticos se entremezclan con los restos del naufragio, de un modo semejante a como lo hacen las cosas en los sueños, o como los conecta un acto de asociación libre, en la terapia psicoanalítica o en el mundo dalininiano  o el de Magritte u otro surrealistas.

La intuición profunda que aquí subyace es que la vida es un entramado o una red, y una crisis o un fracaso vividos se presentan como el desplome de un orden, «la vieja vida en orden tuyo y nuevo», como diría el poeta Antonio Machado.

Todo ello con el lenguaje del color, en especial con unos maravillosos turquesas que no permiten dudar sobre el origen caribeño de la artista y de sus referencias visuales. Aunque extrañamente, los dominicanos hemos vivido casi siempre de espaldas a ese mar maravilloso y temible que acuna nuestras islas, de forma que contamos con poquísimos pintores de marinas.

De un modo o de otro, hace menos de una década han sido los artistas contemporáneos los que han «descubierto» el tema del agua, en formas normalmente poco convencionales. Posiblemente ha sido la conciencia ecológica la que los ha guiado en este sentido, y les ha hecho comprender las posibilidades plásticas y simbólicas, prácticamente infinitas, del universo acuático. Símbolo de la vida, del erotismo y la fertilidad, de la muerte, de la imaginación, del inconsciente y el renacimiento, el agua es una sustancia dúctil y voluble que desafía la gravedad pero se rinde a la forma de cualquier recipiente. Que brota de la tierra o cae del cielo, que horada la roca y aloja en su seno infinitos gérmenes de vida.

La artista interroga a su entraña azul, y la incita al diálogo con los colores cálidos del espectro, los amarillos, naranjas y rojos. Un poco de luz y revela sus  oscuros secretos, acogiendo en silencio las emociones, la  historia, las huellas de lo que se fue, lo que dejó de ser y lo que, de manera misteriosa, perdurará eternamente.

Publicaciones Relacionadas