CRÍTICA
Cayo Claudio Espinal el poema siempre

<STRONG>CRÍTICA<BR></STRONG>Cayo Claudio Espinal el poema siempre

A partir de la publicación de “Comedio (Entre la gravedad y la risa)”, en 1993, Cayo Claudio Espinal no ha cejado en el empeño de unir la teoría y el poema.

“Comedio” es, para la época, el fervor por el deconstruccionismo de Jacques Derrida, el koan zen de Toshihiko Izutzu, la crítica de Paul de Man y Harold Bloom.  Para producir esta obra, el poeta bebió en los libros originales de los autores del decenio del 11 al 91 del siglo pasado, principalmente de la bibliografía disponible en inglés y español.

La recepción de la obra de Espinal fue el silencio. La caída del muro de Berlín en 1989 vino a sepultar las preocupaciones que habían aflorado en el país en el período 1973-1977 con respecto a autores como Derrida, Deleuze, Foucault, Kristeva, Barthes, Greimas. De una u otra forma los autores que Espinal cita en la bibliografía de “Comedio” son deudores de los creadores del pensamiento estructuralista y semiótico que luego derivó, con Derrida, a lo que hoy se conoce como deconstruccionismo, el cual ha tenido un éxito resonante en los Estados Unidos, principalmente, ya que casi todos los departamentos de literatura lo han acogido como la panacea del análisis de textos literarios o filosóficos. Porque la teoría del signo en Derrida es una pragmática. Y no hay sociedad más pragmática que la norteamericana.

La teoría del contexto, de procedencia derridariana, es lo que culturalmente fundará Cayo Claudio Espinal para la literatura dominicana. El poeta dominicano hará de la teoría del contexto un discurso de corte científico. Algo inseparable del texto de ficción, pero que aclara al lector los pormenores que han rodeado la creación poética, sin necesidad de reenviarle a un montón de libros de referencia donde ha bebido el autor y que han sido trabajados en el texto literario.

De la aplicación de esta teoría del contexto por parte de Espinal a obras literarias como “La mampara” (2002) y “Clave de estambre” (SD: Manatí, 2007), se deduce que semejante teoría no es idéntica a otra que liga la escritura del poema a la ciencia, mejor conocida como “la poesía científica”, desde los tiempos de Lautréamont o, en la antigüedad con el texto de Lucrecio, “De rerum natura”.

No abundaré mucho en el análisis de la teoría del contexto, la cual derivará hacia el movimiento contextualista, del cual Espinal es el creador, en razón de que en Hoy, de junio a octubre, le dediqué varios artículos a dicho movimiento y a algunos de sus integrantes, trabajos a los cuales remito.

Me interesa, pues, debatir más bien este concepto de poesía científica o ciencia de la poesía que como un mito retorna de tiempo en tiempo a cualquier cultura-sociedad. Mucha gente se suma al proyecto, sin echar una ojeada al pasado.

Tan recurrente en los períodos de crisis, esta relación entre ciencia y poesía, o más descarnadamente, la poesía como ciencia, parte, a mi modo de ver, de una idea de la ciencia como doxa, es decir, como sinónimo de conocimiento, a secas. No se repara en que un poema, cualquiera que sea, es una transformación del lenguaje y el sujeto mediante la transformación del sentido.

Quien dice lenguaje, sujeto, sentido, dice implícitamente discurso. Un poema no produce ningún conocimiento, sino el descubrimiento de sus sentidos por parte de quien lee. Si se trata de ese tipo de transformación, más allá de la primera propuesta de un texto literario (es decir, un cambio de concepción poética), existe una segunda propuesta de cambio de las ideologías de una época.

Si esta transformación no se produce en la escritura de una obra literaria, esta es forzosamente reproducción de las ideologías de su época. ¿Y qué es la ciencia, sea dura o blanda, natural o humana? Un discurso informativo-ideológico que produce un conocimiento nuevo. No hay ciencia si esta reproduce un conocimiento viejo.

Pero admitamos en el mejor de los casos que un discurso científico, o informativo ideológico, produzca un conocimiento nuevo y este sea introducido, copiado, reproducido por un escritor en su obra literaria. ¿Cuál es el efecto? El traslado, copiado o reproducción de un texto en otro texto (el poético) que nadie conoce hasta que no lo lea, y que ya produjo lo que todo el mundo conoce. ¿Y qué mérito o valor poético posee esta operación de traslación de un discurso ideológico-informativo a uno literario que no tiene por funcionamiento reproducir ideologías, sino transformarlas? En la parte a que se contraiga semejante traslación, la obra literaria en cuestión carecerá de valor poético.

La traslación de discursos ideológicos-informativos a textos estrictamente literarios es un peligro que corre cualquier escritor que realice esta operación. He visto un texto poético donde su autor se dedicó en cuerpo y alma a introducir conceptos de la física quántica. Desde su curioso punto de vista, él creía que estaba revolucionando la poesía. Para mí, la estaba simplemente re-ideoligizando a través del uso masivo de signos, definidos ya en el campo específico de la física o de cualquier otra disciplina científica, o no. El poeta hacía poemas con signos, no con el trabajo del sentido en un discurso que cambiara el lenguaje, el poema y el sujeto. Creo que fue Mallarmé quien dijo que la poesía no se hacía con palabras, sino con ideas. Pero, digo yo, a condición que esas ideas con las cuales se hace un poema no sean la reproducción de ideas ya conocidas por todo el mundo, puesto que han sido publicadas en libros por su respectivo autor.

Esto ha sido lo que ha realizado cierta poesía científica en nuestra sociedad. Reproduce en los poemas las ideas que ya habían sido publicadas por Nietzsche, Heidegger o Ciorán. Y no importa de cuál autor se escojan las ideas, o los conceptos.

El resultado es el mismo. La metaforización y la semiotización a que algunos poetas dominicanos someten el lenguaje, el signo, el logos griego o la lirización de los conceptos poéticos, obra en ellos como un prestigio, una verdad. Se consideran científicos de la poesía o filósofos de la poesía.

Usan el mazo de Tor para llegar al paraíso del poder (valjala). Y quedan consagrados en verdad porque el Poder huele a distancia su poesía ancilar y se dice: Este es inofensivo. Y quedan fuera de la poética antisigno, porque ella dice: Este es un rebelde y la rebeldía refuerza lo que combate.

De modo que para concluir, y para ser poeta hoy día, no ha de cantarse con el signo ni con la rebeldía, sino con la transformación del lenguaje y la historia en y por un sujeto.

Por eso, Cayo Claudio Espinal vive aferrado al poema, siempre.

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