CRÍTICA
Cayo Claudio Espinal y la poesía

<STRONG>CRÍTICA<BR></STRONG>Cayo Claudio Espinal y la poesía

Comencé la valoración de la escritura de Alexis Gómez Rosa y Roberto Marcallé Abreu  para demostrar que en razón de la calidad de sus obras y lo dilatado de su ejercicio escritural en el tiempo, ambos habrán de merecer algún día el Premio Nacional de Literatura.

El tercer escritor perteneciente a esta categoría es el poeta Cayo Claudio Espinal, quien a los veintitrés años publicó en el periódico

El Caribe en 1978 el poema “Acontecen neblinas”, el cual marcaría para siempre el derrotero de su quehacer poético fundado en un raro decir y en una constante invención de figuras insólitas de difícil desciframiento si no se sigue al hilo las diferentes frases de su discurso poético.

Hay tres figuras en “Acontecen neblinas” que influirán, inconscientemente, en la escritura de las demás obras de Espinal, a saber: “Banquetes de aflicción”, libro ganador del Premio Siboney en 1978 (pero publicado en 1979), es decir, que la premiación se produjo el mismo año de la publicación de su obra inaugural “Acontecen neblinas”; “Utopía de los vínculos” (Taller, 1982); “Comedio (entre gravedad y risa) (1993); “La mampara (en el país de lo nulo)” (2002); y, finalmente, “Clave de estambre” (2007).

Esas tres figuras son, en primer lugar, la neblina, sinónimo de la nada, del humo, de la muerte, de lo que no ha sucedido, tal como se verá “Utopía de los vínculos”, en “La mampara” y en “Clave de estambre”. 

En segundo lugar, la figura de la nada, sinónimo del vacío, de lo inexistente y que hay que fundar para que tenga vida; y en tercer lugar, la figura del humo, sinónimo de todo lo vano, de la nada, del vacío, de lo que se escapa entre los dedos, como el agua.

Estas tres figuras son inseparables de la poética (teoría) y de la práctica del poema en Cayo Claudio Espinal. Postulo que forman sistema en cada obra del poeta, pues la neblina, la nada y el humo son su teoría de la historia dominicana, su poética de nuestra historia.

Y para poetizar esa historia, el poeta fundará un vocabulario propio, actualizará una cantidad enorme de palabras cultas o en desuso y echará mano a una cantidad de verbos con el prefijo “re”, para dar la idea de volver a, comenzar de nuevo a fundar la historia del país que hasta ahora no ha sido más que neblina, humo (“La mampara” o  (el país de lo nulo).

“Acontecen neblinas” es la prefiguración de toda la práctica poética de Cayo Claudio Espinal: el léxico (relloro, cesación), la invocación del ritmo dos veces en la tercera parte del poema (invoca un ritmo que en el poema no es métrica) sino el poema mismo: “Y comienzo el canto, el ritmo, /todo comienza en acto, digo.” (“Ápices cortados. Antología.

Secretaría de Cultura y Editora Nacional, 2008, p. 14). El “digo” es la afirmación del sujeto de la escritura, seguro como está que canto es igual a poema=ritmo.

Al cierre del poema lo repite, para los desmemoriados: “Y prosigo el canto, el ritmo, /y pienso aun en lo que no tiene nombre/nadie puede gobernar el sueño.” (Ibíd.)

Prefiguración puesto que ya el canto, el poema “Acontecen neblinas” ha llegado a su fin. Esos son los tres últimos versos.

¡Pero qué consecuencias pesadas entrañan! “y pienso aun en lo que no tiene nombre”: eso mismo dijo Aristóteles en las primeras líneas cuando se propone fundar una disciplina que estudie el poema.

Pero el filósofo escribe esto, esa disciplina no tiene nombre.

Será después cuando surja la palabra poética. Y Cayo Claudio Espinal va a fundar un discurso poético sobre la historia dominicana, pero todavía no tiene nombre.

Lo único que él sabe, con todo su conocimiento, es que será un poema, libre como el viento, libre como el sujeto que lo escribe, puesto que el poema es el sueño que ningún poder puede gobernar.

Así serán las restantes obras del poeta, libres, críticas, que ningún poder puede recuperarlas.

Así ha de escribirse hoy y siempre. Si no es para fundar un discurso en libertad, libre y crítico frente a toda manipulación del Poder y sus instancias, mejor no se escriba. En esto se distinguen los escritores de raza, los demás son libreas ancilares del poder.

Góngora trazó el ámbito del poeta con respecto al Poder:   “Traten otros del gobierno/del mundo y sus monarquías, /mientras gobiernan mis días/mantequillas y pan tierno, /y las mañanas de Invierno/naranjada y aguardiente. /y ríase la gente.” Obras completas. Madrid: Aguilar, 1972, p. 289).

Y otros, más senequistas que Góngora, evocaron lo que les sucede a las personas que fían su vida al albur de un cargo público. El capitán Andrés Fernández de Andrada, exhaustivamente estudiado por Dámaso Alonso, dijo esto: “Fabio, las esperanzas cortesanas/prisiones son do el ambicioso muere/y donde al más activo nacen canas.//El que no las limare o las rompiere,/ni el nombre de varón ha merecido,/ni subir al honor que pretendiere.//El ánimo plebeyo y abatido/elija, en sus intentos temeroso,/primera estar suspenso que caído;//que el corazón entero y generoso/al caso adverso inclinará la frente/antes que la rodilla al poderoso.” (“La ‘epístola moral a Fabio’ de Andrés Fernández de Andrada”. Madrid: Gredos, 1978, p. 15).

Y, para concluir, en este siglo, el gran Octavio Paz, al estudiar la fascinación que ejerce el poder político en los intelectuales latinoamericanos, dijo, más o menos, estas palabras: La búsqueda del poder político, y de todo tipo de poder, no tiene otra finalidad que el de la instrumentalización de los seres humanos.

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